"Hay días de locura porque voy a cinco pueblos diferentes"

BELÉN ANTÓN
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Retratos del Burgos olvidado (XXX) | Tinín Elvira Elvira lleva 17 años viviendo en Rabanera, donde fue alcalde. Ha pasado la mayor parte de su vida en Aranda y siempre que puede se escapa a Espinama, en Cantabria

Tinín Elvira Elvira, profesor itinerante de matemáticas, folclore e interpretación. - Foto: Luis López Araico

Le dije a mi amigo Dani: hay que apuntarse aunque solo sea por las merendolas de después de las actuaciones". Y así comenzó, con 17 años, la relación de Tinín Elvira Elvira con el teatro, en el Club Juvenil que tenía Caja de Burgos en Aranda de Duero, donde residió hasta los 32. Después dio el salto a El Duende, de Gumiel de Mercado. "Había veranos que teníamos entre 30 y 40 funciones y lo que más me gustaba era hacerlo en pueblos pequeños, a veces sobre una galera como escenario". Unos dicen que esta afición le viene de su abuelo Domingo, que vivió casi hasta los 102 años y fue un hombre cómico, chistoso, que acostumbraba a cantar y a hacer chascarrillos casi hasta el final de su larga existencia. Hay otros que creen que es herencia de su abuela Eusebia, a la que no llegó a conocer, "pero que siempre ponía el humor en las situaciones más adversas". Lo que no hay duda es que le viene de su familia materna, la de Rabanera. Su origen paterno está muy cerca, en Moncalvillo.

Interpretando se ha recorrido toda la provincia y también ha descubierto otros lugares de los que se ha enamorado, como Espinama, un pequeño pueblo en el valle de Camaleño, muy cerca de Potes. "Llevo yendo tres décadas y lo hago dos o tres veces al año. Me preguntan: ¿vives en un pueblo y te vas a otro? Pues si, soy más de montaña que de playa y me encanta ir allí". Le gusta el senderismo, sin "grandes palizas", y la relación social con las personas que se da en un pueblo pequeño en cuanto sale a la calle. Lo que no le atrae nada son los aviones. "Tengo vértigo. He cogido seis pero creo que no volveré a montarme en uno, y eso que me gusta viajar, pero lo hago en coche", remarca.

Precisamente es en el coche donde pasa muchas horas a la semana. "No me empadrono en él porque no puedo", bromea este profesor de interpretación, que tras dejar El Duende, comenzó a dar clases a niños en Arauzo de Miel. "Hay mucha afición en ese pueblo y tienen un teatro precioso, siempre ha habido grupo, como en la mayoría de los pueblos de Pinares". También dirigió en el Centro de Jubilados de Arco Pajarito de Aranda al grupo de teatro, da clases de interpretación a niños en Palacios de la Sierra a través del Ceas y dirige al de Navas y a uno que han creado en Rabanera: Cantarelus Teatre. "Lo hacemos en plan aficionado, para que el invierno no sea tan duro. Ensayamos, tomamos un chocolate juntos y así pasamos el rato". Luego, en verano, actúan en pueblos cercanos, siempre interpretando sainetes.

El coronavirus ha dejado a este profesor itinerante prácticamente sin sus clases de interpretación, pero su coche no para, más de 40.000 kilómetros al año para llegar a sus alumnos. A unos les da clase de refuerzo de diferentes asignaturas, principalmente matemáticas, aunque a otros les imparte lengua. "Tienen entre 9 y 17 años y voy hasta su casa", comenta Tinín, el pequeño de cuatro hermanos y único varón. Empezó a ofrecer clases particulares al poco de acabar la carrera. Estudió Ciencias Humanas y después empezó Aparejadores, pero lo dejó. "Trabajaba en el comedor de un colegio de Aranda y una madre me propuso dar clases a su hijo. Se corrió la voz y fui dando a más".

Sus otros alumnos no usan lápiz y cuaderno, bailan al son de la dulzaina y el tamboril y bajo las órdenes de Tinín, uno de los pocos profesores de jotas de la provincia. Comenzó bailando en su colegio, dentro de las actividades extraescolares, y años después su hermana le introdujo en la Escuela de Folclore de la capital ribereña. "Actuando con ella viajé muchísimo, incluso fuera de España". Una vez que acabó su etapa allí, casi por casualidad, empezó a impartir jotas a los niños a los que ya daba interpretación en Villalba y el primer grupo que creó fue Tierras de Arauzo, en el que participan personas de siete pueblos. Y así hasta hoy, donde dirige a doce formaciones, algunas en la provincia de Soria, como las de San Leonardo o Duruelo; y otras en Burgos, como Salas, Vilviestre, Baños o Villalba de Duero. En Rabanera también da clases de jota, principalmente en verano, y se implica junto a otros danzantes en que no se pierda el baile del paloteo

Desde allí se desplaza a estos pueblos siguiendo a rajatabla su colmada agenda. "Algunos días son un poco locura, porque estoy en cuatro o cinco localidades diferentes. Llevo mi orden a pesar de lo desordenado que dicen que soy". A Rabanera decidió trasladarse a vivir hace 17 años, cuando tenía 32. "No había nada que me atara en Aranda, aunque mis padres y mis hermanas seguían allí. Siempre he necesitado moverme en coche para trabajar y así iba a seguir siendo". Asegura que no se fue de allí porque estuviera mal y confiesa que algunas veces cuando vuelve siente cierta morriña. "Cuando vine a vivir a Rabanera me llamaban ‘veraneante’ o ‘arandino, y cuando iba a Aranda me tildaban de ‘serrano’. Para mí, Rabanera es mi pueblo sin ser mi pueblo, es de donde me siento, sin renunciar por supuesto a mis raíces ribereñas. Allí tengo amigos".

Aficionado desde hace dos años a la horticultura ("de momento, las malas hierbas pueden conmigo", confiesa), Tinín siente debilidad por el pinar de este pintoresco pueblo, donde pasa horas en el tardío buscando boletus o níscalos y también cuando comienza la primavera, a la caza del tan preciado marzuelo. "Es una relajación total, sin duda, mi lugar favorito en Rabanera", una localidad de la que fue alcalde durante las dos legislaturas entre el 2011 y el 2019 y concejal los cuatro años anteriores. "Sentí que al llegar a un sitio había que implicarse para intentar mejorarlo". Paradojas de la vida estuvo siete años sin pisar la localidad, de la que destaca la convivencia y colaboración entre los vecinos. "Cuando tenía 19 años ya trabajaba. Pedí permiso para poder venir a las fiestas y no me lo dieron. Me reboté y dije que no volvía. Si por aquella época me dicen que años después iba a irme a vivir allí y ser alcalde les hubiera dicho: estáis locos". Otra paroja, su amigo Dani también vive en Rabanera, pero no porque se pusieran de acuerdo. "Se recorrió toda la línea del Santander-Mediterráneo buscando una estación para montar una casa rural y escogió la de aquí". El destino.