El reto de alimentar a 46 millones de personas

SPC
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Productores e industrias agroalimentarias demandan a las administraciones agilidad y flexibilidad para garantizar la próxima campaña cuando la crisis sanitaria se supere

El reto de alimentar a 46 millones de personas

La industria agroalimentaria ha pasado de movilizarse para reivindicar unos precios justos a ser el sector que, junto con el sanitario y el de las Fuerzas de Seguridad, está en el núcleo mismo de la solución para la superación de esta crisis provocada por la pandemia del coronavirus.

Ha hecho falta una crisis de esta envergadura para que muchos tomen conciencia de que son los que van a permitir que, mientras unos salvan vidas y buscan la vacuna para vencer al virus, superemos con éxito este confinamiento, porque son los que están garantizando el abastecimiento alimentario.

El propio ministro de Agricultura del país, Luis Planas, agradeció el «buen trabajo» que están llevando a cabo todos los eslabones de la cadena alimentaria para «poder asegurar el abastecimiento en estos momentos». Un trabajo que, sin duda, está suponiendo un «gran esfuerzo», como indican desde la Unión Regional de Cooperativas de Castilla y León, para que se puedan seguir desarrollando las actividades propias de las explotaciones agrarias y ganaderas.

Algunas, incluso, han adaptado sus procesos para que esta labor se pueda seguir realizando en las mejores condiciones de seguridad para empleados, clientes y productos. En Agromillora Iberia, por ejemplo, se está trabajando en tres turnos con el fin de que coincidan menos empleados en los centros de trabajo. Eso disminuye la productividad e incrementa los costes, sí, pero para su director comercial, José Manuel Lacarte, «todo se da por bien empleado porque, hoy más que nunca, hemos de arrimar el hombro: hemos de solucionar esta crisis entre todos porque a todos nos afecta.

La de Lacarte es una de las muchas empresas del sector de semillas que está levantando la mirada para fijar la vista más allá de esta crisis. Y es que este sector, indispensable en el presente, también va a ser en el futuro una de las palancas sobre las que se va a apoyar el crecimiento que hará que afrontemos con garantías la crisis económica y social que vendrá una vez superada esta pandemia.

Hoy, la industria agroalimentaria representa el 8% del PIB nacional y ocupa a más del 10% de la población activa, por lo que va a ser, sin duda, uno de los motores de arranque una vez que finalice la crisis del coronavirus. Los profesionales del gremio aseguran que hay que pensar ya en la reconstrucción y cómo vamos a hacernos más fuertes en el futuro próximo, y la semilla es clave para garantizar el suministro de alimentos no solo en estos momentos, sino también una vez que la crisis sanitaria se dé por concluida. «Sin semillas y plantas no hay cultivos y, sin cultivos, las frutas y hortalizas no llegarían a los hogares; tampoco el pan, ni el aceite, ni la carne que depende de los piensos para animales», señala Julián Arnedo, director de Semillas Ramiro Arnedo y presidente de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), quien añade que «nuestra responsabilidad tiene que atender también al día después, cuando salgamos de esta situación extraordinaria. Ya hay agricultores que están sembrando con la vista puesta en ese día y, por eso, es esencial que puedan disponer ahora de las plantas para poder garantizar la próxima campaña».

Sin embargo, si bien la disponibilidad de semillas está garantizada, el temor a que el confinamiento se endurezca y restrinja aún más el movimiento y distribución de estos productos se extiende en un entorno cuya ralentización puede afectar a la siembra hoy, y por tanto a la producción y abastecimiento de mañana.

Se trata de un producto que, como muchos otros, está globalizado y, de hecho, su comercio internacional se ha multiplicado por 10 en los últimos 20 años. Por lo tanto, el movimiento internacional es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria. Desde la Federación Internacional de Semillas (ISF) su presidente, Eduard Fitó, señala que «las aduanas están operando con normalidad y diligencia, conscientes de que ralentizar el movimiento transfronterizo de semillas podría crear un problema significativo en la cadena de suministro».

Marzo y abril son los meses más críticos para la siembra de primavera (maíz, girasol, soja, canola, trigo de primavera, cebada y hortalizas de campo abierto) en el hemisferio norte, y cultivos de otoño en el hemisferio sur. «Si los agricultores pierden esta ventana porque las semillas no se entregan a los campos a tiempo, el resultado podría ser una grave escasez de alimentos y piensos en la segunda parte del año. Esta es una situación que no podemos permitirnos en estos tiempos ya volátiles», apunta Fito, quien agradece, además, que, «por parte de la Administración, se esté facilitando el movimiento internacional de semillas y que no impongan medidas restrictivas».

Asimismo, este movimiento de granos requiere de certificados y permisos que deben otorgar las autoridades correspondientes y, aunque «muchas están operando con normalidad, es necesario que todas estén muy activas». «Si las autoridades se demoran a causa del confinamiento, o la Administración no es suficientemente ágil en la expedición de los certificados, el comercio internacional de semillas se puede restringir y, con él, la producción de alimentos a medio plazo», avisa Arnedo. Es por lo que el secretario general de Anove, Antonio Villarroel, incide en que «flexibilizar los procesos administrativos también puede tener efectos muy positivos; para ello, es importante valorar el compromiso, la madurez, experiencia y honestidad que el campo viene demostrando desde hace muchos años, y apostar por la confianza mutua».

Sin retrasos

No puede haber demoras y, en algunos cultivos, esta es una condición que no admite excepciones. «Las administraciones son conscientes de que los retrasos podrían suponer alteraciones perjudiciales», señala la directora de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales. Un ejemplo claro del riesgo lo encontramos en la colza, con 3.000 hectáreas de semillas cuya cosecha tendrá lugar en junio, y que debería estar en los mercados europeos en agosto para poder sembrarlas. Eso exige «agilidad por parte de la administración, tanto en los certificados de exportación como en el pasaporte fitosanitario. Si llegamos con retraso supondrá un grave quebranto», advierte José Antonio García de Tejada, director de operaciones de Euralis Semillas. Y es que de España sale casi el 25% de las semillas de colza que se siembran en Europa y el 15% de girasol.

Son incertidumbres que el sector mantiene mientras trata de dar respuesta a la gran demanda de productos que tienen que soportar por parte de una población en confinamiento. Pero con el convencimiento de que serán un segmento refugio ante la crisis que vendrá una vez doblemos la curva de contagio y superemos el pico de la pandemia. 

El agroalimentario es un motor que, en situaciones críticas, no solo aguanta, sino que genera más empleo; y es una de las industrias que se pondrá al frente de la economía para que todos podamos volver a la normalidad cuanto antes.