Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


Oleaje incesante

13/09/2021

Mientras remite la quinta ola, aunque el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, augure una sexta, una séptima o una octava, pero con la posibilidad de que no sean como las anteriores, muchas comunidades autónomas comienzan a relajar sus medidas que, a decir verdad, en verano, han estado en unos niveles más laxos, basándose en la vacunación, principalmente, con libre circulación, echándose de menos, no obstante, el turismo extranjero. La situación ha sido complicada, aparte de la sanitaria, aunque hay optimismo en cuanto a la evolución de la macroeconomía, en la confianza que España se pueda situar en una buena senda con ayuda de los fondos europeos, con permiso de la oposición del partido que preside Pablo Casado, quien mantiene su programa de tierra quemada y del cuanto peor mejor.
El agotamiento pandémico ha hecho mella en los ciudadanos, desde luego esta crisis que se ha saldado en España con cerca de cinco millones de casos, y de nueve mil fallecidos, nos acompañará al menos psicológicamente y en el comportamiento. Ante todo hay que ser conscientes de que no se debe perder respeto al virus, sí el miedo, es decir, no actuar como si todo hubiera pasado pero tampoco mantenerse encerrado y obsesionado, síndrome que padecen aún muchos ciudadanos.
Lo que no es de recibo, desde luego, es la situación irresponsable que se registran en cientos de pueblos de la geografía nacional donde las llamadas no fiestas, es decir botellones, principalmente, los días en que los consistorios programaban tradicionalmente sus festejos patronales, han sido un denominador común en los que no se han respetado las más mínimas condiciones de seguridad, todo lo contrario. 
En unos casos, quizá por contentar a la población, con puro sentido electoralista, ha habido alcaldes que han convocado a actos teóricamente seguros, como orquestas, pero no para bailar, sino para ser escuchadas sentados, algo que parece una contradicción, porque detrás del público disciplinado se estaban montando una buena con grandes dosis de alcohol. Y quien ha pretendido seguir estrictamente los protocolos ha visto cómo su policía era recibida a pedradas y con insultos, imposible de controlar. Solo se resuelve la situación en aquellas ciudades donde el número de efectivos policiales es proporcionado al de quienes alteran el orden público, como en Barcelona donde, después de ser agredidos varios Mossos d’Escuadra, salieron por pies pero regresaron con los furgones de los antidisturbios.
Cuando todas las miradas están puestas en el inicio del curso escolar, que ha comenzado por los más pequeños, menores de 12 años, que no han sido población diana de vacunación, ha habido dos comportamientos diferentes entre los ciudadanos, aquellos que han sido responsables y los menos disciplinados, incluso, permitiendo el consumo de bebidas alcohólicas por menores. Esto es una situación bochornosa y condenable porque con estas actuaciones se perjudica a todo un municipio y, como advierte Simón, conlleva regresar a la casilla de salida. No solo es una falta de civismo sino también una forma de causar daño a los demás.