Burgos roza un máximo con 46 casos de insuficiencia renal

G.G.U.
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La hemodiálisis es el tratamiento inicial para el 86% de los afectados, que piden el trasplante como primera opción

Vitores García fue trasplantado con éxito hace 27 años. - Foto: Luis López Araico

Burgos registró en 2018 (último año con datos oficiales) 46 nuevos casos de insuficiencia renal crónica o, lo que es lo mismo, que los riñones de la persona afectada no pueden cumplir con la función de eliminar toxinas de la sangre mediante la correcta fabricación de orina. Esta cifra es la segunda más alta del período comprendido entre 2009 y 2018, ya que en 2016 se alcanzó un máximo de 49 primeros diagnósticos de enfermedad renal. 

El origen de la patología puede ser diverso, pero el escenario tras el diagnóstico es el mismo para todos los pacientes: un tratamiento sustitutivo del riñón. La primera opción terapéutica para ocho de cada diez afectados (86%) es la hemodiálisis, a pesar de que cada vez son más quienes solicitan que se considere el trasplante como alternativa de inicio y que no sea necesario entrar en diálisis para ser incluido en la lista de espera para recibir un riñón sano de una persona fallecida.

La Consejería de Sanidad acaba de hacer público el último informe oficial sobre la materia en el que se refleja que la incidencia de la enfermedad renal se mantiene estable con una media de 43 casos anuales, al menos en los últimos diez años. 

Una vez que se confirma que los riñones son incapaces de cumplir con el cometido de depurar la sangre, lo habitual en Castilla y León es entrar en diálisis. Así, los pacientes de Burgos tienen la opción de ir al HUBU tres días a la semana para hacerse allí la hemodiálisis (se extrae sangre con toxinas para limpiarla y reconducirla al organismo) allí, que es la alternativa mayoritaria en toda la región, o hacérsela en su casa a diario con un equipo que proporciona el hospital. Esta posibilidad es más cómoda y efectiva (al ser diaria, ‘limpia’ mejor), por lo que la dieta es más flexible y se requiere de menos medicación, pero todavía es muy minoritaria entre los afectados, que han de tener voluntad y pericia para aprender a hacérsela. En 2018, por ejemplo, solo cuatro pacientes del HUBU la empleaban.

Por último, está la diálisis peritoneal, en la que esta membrana que cubre los órganos actúa como filtro de los desechos, mediante un catéter por el que se inyecta líquido con unas características especiales. Aunque permite llevar una dieta más flexible y beber agua con normalidad, en Burgos solo es alternativa para seis personas. Entre otras cosas, porque también es de periodicidad diaria.

menos donantes. Solo en un 4% de los nuevos casos de insuficiencia renal crónica detectados en la región se optó por el trasplante como primera opción terapéutica; entre otras cosas, porque la donación de órganos es limitada.

A falta de los datos del cuarto trimestre de 2019, solo 15 personas fallecidas en el HUBU el año pasado pudieron ceder sus órganos al reunir todos los requisitos, y ese descenso es generalizado en toda la región.

Sin embargo, muchos afectados demandan que se tenga más en cuenta el trasplante como primera opción o, al menos, que no sea necesario entrar en diálisis para estar en lista de espera de riñón. Algo que, dicen, ya ocurre en Cantabria.

 

VITORES GARCÍA (trasplantado con éxito hace 27 años): "La diálisis no es vida, yo sigo dando gracias por el riñón"

Un poco por encima de la ingle derecha y por debajo de la cadera tiene Vitores García el riñón que, subraya, ya le ha "regalado" 27 años. "Y sigue funcionando tan bien como el primer día, está al cien por cien", dice, visiblemente contento de poder seguir viviendo con la normalidad que añora cualquier diagnosticado de insuficiencia renal crónica. "Nunca he hecho dieta. No soy bebedor ni gran comedor, así que como de todo, pero tampoco hago excesos con nada", añade este burgalés, que es de los pocos trasplantados que lleva casi tres décadas con un mismo riñón donado y con idéntica función renal desde el momento del trasplante.

La vida media de lo que técnicamente se denomina "primer injerto funcionante" son 16 años, así que García lo ha superado con creces. "Al principio lo sentía, notaba como que el riñón empujaba hacia fuera. Pero a partir de ahí, nada", explica, siempre sonriente pero consciente de que hay otros afectados con dos o más rechazos en su historial clínico. "Yo no voy mucho a misa, pero soy creyente y todavía hoy doy gracias por mi riñón, porque la diálisis no es vivir".

García asegura que no intuyó que su organismo fallaba hasta un día en el que el agotamiento pudo con él en el trabajo -era bombero- de tal forma que comprendió que debía consultar con el médico. Y la respuesta fue contundente: "Tiene toda la sangre envenenada". De allí fue al nefrólogo y, directamente, a hemodiálisis. "Estaría cerca de un año yendo al hospital a lo que los médicos llaman ‘la lavadora’: por un lado te sacan la sangre y por otro te la meten limpia. Es algo agotador", señala.

Así hasta que recibió la llamada en la que le informaban de que había un donante compatible. "Me dio un soponcio, pero cuando me metí en la ambulancia ya no sentí nada de miedo. Yo, que lloro con todo", recuerda García, trasplantado en Salamanca el 24 de mayo de 1992. Estuvo un mes ingresado porque el órgano "tardó un mes en arrancar" pero cuando lo hizo, no paró. "Para el riñón tomo ahora la misma medicación que entonces", subraya.

Por esas casualidades de la vida que la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) quisiera evitar, Vitores García supo quién le había donado el riñón y su gratitud es tal que sigue llevándole flores al cementerio. "Siempre digo que si me muero mañana no me preocupa. La diálisis no es vida y gracias a su generosidad yo he ganado 27 años", concluye.