La industria alimentaria burgalesa ha salido mayoritariamente reforzada con la crisis del coronavirus y afronta un horizonte de crecimiento e inversiones productivas en innovación para responder a los nuevos hábitos de consumo surgidos durante el confinamiento en los hogares. Pero la satisfacción en el sector por el trabajo bien hecho convive con una alta incertidumbre: persiste el temor a que la situación sanitaria se repita, al riesgo de contagios en la cadena productiva, a problemas en el mercado exterior y a que uno de los clientes clave de esta industria, la hostelería y el turismo, no termine de recuperar la normalidad.

Se superaron con nota los momentos más críticos de la crisis, la semana previa y las dos posteriores a la declaración de alarma nacional el 14 de marzo. Tal y como recuerda José Antonio Iniesta, director general de Flobur, hubo -literalmente- un asalto a los lineales de los supermercados y toda la cadena productiva alcanzó unos niveles de actividad nunca vistos por su intensidad y rapidez.

Hay empresas locales que han fabricado por encima de su capacidad durante semanas (incluso hoy lo siguen haciendo), que han demandado grandes cantidades de empleo eventual (del que poco a poco se van desprendiendo atendiendo a la evolución de la demanda), y en toda esta vorágine de actividad han tenido que garantizar  las máximas condiciones de seguridad sanitaria para su personal.

«La estrategia fue atender a una demanda excepcional y, ante la incertidumbre a lo que podía venir (falta de suministros, dificultades de transporte, parón de las líneas productivas por contagios...), la decisión que se tomó fue fabricar al 100% por seguridad. Se ha hecho un trabajo encomiable».

(Más información y testimonios, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)