Silencio

SAMUEL GIL QUINTANA
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OPINIÓN | "Perdón, si alguien se sintió ofendido al leer aquí que la niebla seguía nublando algunas mentes. Oye, que igual el problema estaba en el banquillo y tenían que haber echado a Salmerón. ¿O era una dimisión? ¡Ah, claro! Rimaba..."

Silencio

Ahora que ha salido el sol y que la niebla, por fin, parece haberse marchado, conviene recordar algunos episodios plagados de silencio. Ahora que los penitentes, condenados a sobrevivir atragantados en su propia bilis, se animan a subirse sigilosos al barco, resulta evidente que el silencio hay que saber elegirlo: para no ser el hazmerreír cuando las circunstancias te obliguen a callarte.  

El silencio, decía Miles Davis, fue siempre el grito más fuerte. Y no se casa, claro, ni con el insulto, ni con la provocación, ni con la crítica infundada. Aparece, con el doble de fuerza, en la ausencia de respuesta ante cualquier ataque. El silencio es, por encima de todo, un reto: lo fácil es abrir la boca.

Por eso decidí gritar. Gritar en silencio mientras soportaba insultos -"personaje", "caricatura", "aprendiz", "niñato tonto"-, provocaciones -"respétate, no todo es un salario"- y críticas infundadas que me hicieron tan fuerte como nunca hubiese imaginado. Aguanté y mantuve mi discurso, porque la vida no va de acertar o de tener razón, sino de respetar aunque las opiniones de otros no se ajusten a tu criterio. Y ya sé que los periodistas, como indudable elemento de interacción hacia la opinión pública, estamos expuestos a todo tipo de comentarios. Algunos, por cierto, inesperados: vertidos por parte de quienes nunca lo hubieses esperado. Pero no todo vale.

Así que desde el respeto, fundamental para las generaciones venideras, pido disculpas. 

Perdón, si alguien se sintió ofendido al leer aquí que la niebla seguía nublando algunas mentes. Oye, que igual el problema estaba en el banquillo y tenían que haber echado a Salmerón. ¿O era una dimisión? ¡Ah, claro! Rimaba...