Folk con refajo, pero sin corsé

A.S.R.
-

Blanca Altable y Chuchi2 celebran diez años con un concierto en el que proponen un viaje por sus dos discos, 'Mayo' y 'Tyto Alba', y un avance del tercero acompañados por Natalie Haas y Jaime Muñoz

La violinista burgalesa Blanca Altable y el guitarrista vallisoletano Chuchi Cuadrado, en el bar Carabás con los dos discos que jalonan su trayectoria. - Foto: Luis López Araico


Bastan unos segundos junto a Blanca Altable y Chuchi2 para palpar su complicidad. Sentados en una mesa del Carabás y acariciando como quien no quiere la cosa sus dos discos, Mayo y Tyto Alba, recuerdan el origen de este proyecto musical del que celebran diez años este jueves con un concierto en Cultural Cordón (20.30 horas, 10 euros). Conducirán un viaje por sus dos trabajos e incluso por el próximo, que ya han empezado a componer, acompañados por la violonchelista Natalie Haas y el flautista, acordeonista, clarinetista Jaime Muñoz (La Musgaña), dos colegas imprescindibles en una historia que comenzó con una llamada de teléfono.

Se ríe Chuchi Cuadrado cuando se ve subido a una barredora en su pueblo natal, Simancas, preguntando a Blanca Altable sobre el Crisol de Cuerda, un campamento estival para músicos orquestado, entre otros, por la violinista burgalesa. Ella recuerda perfectamente esa conversación. Acababa de salir de clase en Aranjuez y la persona que estaba al otro lado la ametrallaba con preguntas. Se conocieron ese verano en Sallent de Gállego (Huesca). Pero fue al año siguiente, en la segunda edición de la misma cita, trasladada a Arija (Burgos), cuando violín y guitarra intimaron. Una versión de Las habas de Bercero, un tema de Vallarna, otro de los proyectos del músico, que a ella la fascinaba, la abrió el camino para enseñarle unos temas de su abuelo, el dulzainero Simón Altable, con los que quería hacer algo, pero no sabía qué.

«En aquella época yo estaba muy perdida y mi profesora me dijo que a ella le había servido ir a sus raíces. Creía que era una buena manera de empezar y engañé a Chuchi». Él dice divertido que es un tío duro. No en aquella ocasión, que fue un chico fácil. Ella vivía en Madrid, él en Simancas. La distancia nunca ha sido un problema. Ni siquiera ahora, que él reside en Pedrazales de Sanabria (Zamora) y ella en Burgos.

Sus primeros ensayos fueron en Madrid. Registraban todo en una grabadora y en cuanto tuvieron un repertorio saltaron al escenario. Esas canciones iniciales les valió el Premio del Instituto de la Juventud (Injuve) a la mejor interpretación de música popular en 2010. ¡No se lo podían creer! Tocados con esa varita mágica, publicaron su ópera prima, Mayo, once canciones en las que ya se adivina su apuesta por lo que ellos llaman folk universal, que bebe de la tradición castellana, pero con un ojo en el resto del mundo, desde Europa a Sudamérica pasando por África.

Por el continente negro realizaron precisamente su gira más exótica, que los llevó a Sudáfrica, Sudán, Kenia y las Islas Seychelles. «Cogimos nueve aviones en veinte días, no se me olvida, porque algunas eran horribles, solo les faltaban las gallinas y las maletas llegaban a cada aeropuerto dos días después», anota Chuchi agitando la memoria de Blanca, que se ve tocando a 50 grados tapada completamente salvo la cara. «Estábamos en el Teatro Nacional de Jartum y nos aplaudían como si fuéramos los Rolling Stones. Nos sacaron por la tele y la gente estaba expectante. Causamos furor. Era un país en guerra, cerrado al exterior, y los más exóticos éramos nosotros, dos rostros pálidos», se quitan la palabra el uno al otro y ya ven una alfombra roja a sus pies en su próxima visita.
Para entonces ya contaban con algunas canciones nuevas. Y en 2016 tras una campaña de micromecenazgo que, confiesan, los estresó mucho por estar nada acostumbrados a plazos ni a previsiones, publicaron Tyto Alba. La novedad fue la introducción de dos canciones con letra, ambas versiones de otras populares. Algo que repetirán en su tercer álbum, que, como acostumbran, modelan en quedadas de varios días en los que componen, tocan y arreglan un mundo en el que sienten que el folk cada vez cuenta con más hueco, sobre todo, entre los más jóvenes.

Dice Altable que siente que el jueves cerrarán una etapa. No sabe explicar este pálpito ni lo que significará, pero sí está segura de que su música seguirá libre de corsés y tendrá el vuelo amplio del refajo de los trajes regionales castellanos.