El ring de boxeo de la Cultura municipal

R. PÉREZ BARREDO
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La persona que hace medio año accedió al puesto de gerente del IMC ya ha pedido el traslado. Escenario de broncas políticas, lastrado por la burocracia, en este organismo se libran batallas constantemente

Patio de butacas del Principal. - Foto: Alberto Rodrigo

Desde hace mucho tiempo, algo huele a podrido en el Instituto Municipal de Cultura. No por el organismo en sí, ni por quienes en él trabajan con empeño: el ambiente es irrespirable porque los políticos -y algunos funcionarios de alto rango- lo han escogido para librar en él sus cuitas, sus venganzas, sus miserias y rencores. Todo lo que rodea la gestión municipal cultural de unos años a esta parte es lo más parecido a un circo -con respeto de quienes se dedican a tan maravillosa disciplina artística-; pero un circo más bien romano, uno de los de arena, gladiadores y leones. Un circo saturnal, que devora a todo aquel que en él participa. También podría valer el símil de un ring de boxeo, tanto da. La última muestra es reveladora y evidencia la asfixiante atmósfera que se respira en torno a esto: la persona que en junio se hizo cargo de la gerencia (después de la negativa de al menos dos personas de Burgos con gran conocimiento y experiencia en la materia) ya está preparando las maletas. Ni medio año ha durado en el cargo: hace dos meses que presentó la renuncia y, según ha sabido este periódico, está en trance de incorporarse a un nuevo puesto en Alcalá de Henares.

¿Qué sucede? ¿Por qué está pasando esto? Quienes mejor conocen las entrañas de este organismo no se sorprenden un ápice de que nadie quiera el puesto de gerente. "Aguantar ahí es insufrible. Es una lucha constante, estar en medio de una batalla permanente, pegarse a todas horas con todo y chocar contra un muro. No está pagado con dinero, y eso que está bien pagado. Siendo un puesto en teoría bonito, es una verdadera tortura. Ahí está la demostración. A nadie parece interesarle afrontar en esas circunstancias un proyecto que, sin embrago, profesionalmente, es muy atractivo", explica una persona que conoce muy bien cuanto sucede tras las bambalinas. Aunque resulte incomprensible, los políticos de turno han escogido el ámbito cultural, y no otro, para esceneficar sus profundos desacuerdos y enfrentarse con crudeza, flaco favor que hacen a una cuestión que debería estar por encima de banderías; una cuestión de que no sólo es de todos los ciudadanos, sino que va directa al espíritu de estos.

La nueva ley de contratos, las exigencias administrativas y tapones/muros como los que lleva tiempo representado Intervención no han contribuido, ni lo hacen, a mejorar la situación; más bien al contrario. Para colmo, no se refuerza el personal, no se cubren las bajas... Otra persona que conoce muy bien el funcionamiento del organismo considera que este debería cambiar de dinámica incluso en el modo de trabajo. "Cualquier cosa, cualquier paso, cualquier cuestión es una batalla permanente. En todos los sentidos". Hay cierta resistencia en el propio seno del organismo a cambiar, y lo cierto es que la dinámica diaria termina vampirizándolo todo, complicado incluso la posibilidad de resetearse y de reflexionar sobre otro modo de trabajar. La bronca política, que es constante, tampoco invita a ello, y al final cada uno termina haciendo la guerra por su cuenta.

En una entrevista publicada por este periódico días antes de su jubilación, el anterior gerente del IMC reflexionaba de esta manera sobre el organismo. En las palabras de Juan Carlos Pérez Manrique se explican muchas cosas: "Ha sido muy difícil hablar de cultura, el día a día administrativo, de los expedientes, te come; por la razón que sea o los intereses que sean, el consejo del IMC no actúa como un órgano que defina la política cultural que quiere para la ciudad, sino, en términos futboleros, un VAR administrativo para revisar expedientes que están bajo el control de los técnicos. No le veo el sentido. El debate debiera estar en la política cultural de la ciudad. Lo digo como ciudadano. Hay que cambiar cosas. Siempre he dicho que sería muy importante que funcionaran los consejos asesores. A veces falta circulación de sangre democrática que permite la intervención de todos y que en cultura es vital. En estos tres años no he encontrado la posibilidad de hablar de ello, de concretarlo de alguna manera".

No es cierto, aseguran otras fuentes consultadas, que el IMC haya actuado o podido actuar como un órgano independiente. No porque de hecho no ha tenido ninguna competencia en temas de Personal, ni técnico economista alguno, ni área jurídica dotada suficiente o convenientemente, aspectos esenciales para que todo el tema administrativo pueda llevarlo a cabo un organismo independiente. En los consejos del IMC se ha escenificado no pocas veces la inquina que se tienen los distintos partidos políticos. Ha habido broncas sonadas entre concejales, e incluso alguna de esas reuniones han llegado a suspenderse, como ocurrió hace ahora dos años tras un enfrentamiento dialéctico entre Marañón y Berzosa, que terminaron hablándose en mayúsculas.

"Ha habido reuniones muy fuertes, muy desagradables. Algo verdaderamente penoso y vergonzoso se mire por donde se mire". Lo cierto es que, así las cosas, no hay una política cultural definida que emane del Consistorio. Entre unos y otros, no existe. No hay plan, ni proyecto, ni idea cultural de ciudad a medio y largo plazo. "Se trabaja a salto de mata. Y casi siempre, como se puede", subraya otra fuente.

"Una cuestión de agilidad". Hay quienes sostienen que el error del mal funcionamiento de la gestión cultural municipal no se debe tanto a los representantes políticos como al modelo que sigue. "Con el actual modelo es imposible sacar adelante proyectos diferentes, una forma de cultura diferente. El problema es la estructura: no puedes ser un órgano independiente sin interventores, sin economistas... Eso repercute en la agilidad a la hora de las tramitaciones administrativas, al asunto de los pagos y de la gestión de proyectos".

En este sentido, hay modelos cercanos que funcionan a las mil maravillas, como el de Valladolid, donde es una fundación la que lleva a cabo la gestión -directa- de la cultura. "Eso se traduce en agilidad administrativa y en proyectos. Tal y como es ahora en Burgos, todo es papeleo, todo se pierde en asuntos administrativos, todo queda sepultados por informes, informes, informes...".