El naufragio del siglo

R. PÉREZ BARREDO
-

30 burgaleses que viajaban a bordo del buque 'Santa Isabel' perecieron hace ya 100 años frente a las costas gallegas, a pocos metros de la isla de Sálvora. Habían embarcado días antes en Bilbao y viajaban hacia Cádiz antes de poner rumbo a Argentina

Estampa del ‘Santa Isabel’, hundido hace un cien años. foto: del libro ‘Sálvora, memoria dun naufraxio’.

Fue el farero el primero en escuchar los gritos en plena madrugada, cuando la tempestad de agua y viento arreciaba y una densa niebla añadía espesura a la noche sin estrellas. Los colonos de la isla de Sálvora, puerta de entrada a la ría de Arosa, dormían. Y eran apenas medio centenar de niños, jóvenes y ancianos, ya que los adultos se hallaban en tierra firme, adonde habían ido a celebrar el año nuevo. La mala mar había empujado al buque ‘Santa Isabel’ a escasos metros del islote, donde chocó contra unas rocas que abrieron varias brechas en el casco y provocaron que el agua comenzara a entrar en el interior de barco. A bordo viajaban 266 personas entre tripulantes y pasajeros, una treintena de ellos burgaleses que habían embarcado en el puerto de Bilbao unos días antes. Una de ellas, Mercedes IzquierdoSantamaría, con familia en Salas de los Infantes, Castrojeriz e Isar, tuvo una negra premonición, y se resistió a embarcar, si bien finalmente sus familiares -su madre, un hermano y un tío- consiguieron convencerla. 

El 2 de enero de 1921, frente a la costa coruñesa, se cumplió el presentimiento de la burgalesa, registrándose el naufragio civil más trágico de la historia de Galicia. Al alba, el barco se partió por la mitad. De nada sirvió que el vapor, construido en Cádiz cuando se produjo el hundimiento del Titanic, catástrofe que influyó en su diseño y construcción, fuese equipado con ocho botes salvavidas con capacidad para 390 personas y más de 400 chalecos. La mar se llenó de cadáveres, maletas y restos del buque, que fueron llegando a las playas con cadencia lenta y mortuoria. Sólo sobrevivieron 53 personas. 

Mercedes Izquierdo Santamaría fue una de ellas.

En toda gran catástrofe siempre surgen héroes. En la tragedia de la que se cumplen ahora cien años fueron heroínas. Tres mujeres que eran niñas. Se llamaban Cipriana Oujo Maneiro (25 años), Josefa Parada (16 años) y María Fernández Oujo (14 años). Advertidas de la magnitud de los hechos, sin dudarlo un instante, las tres muchachas echaron botes al agua y, desafiando el infernal oleaje, se lanzaron a intentar rescatar a los náufragos. Con todo el riesgo del mundo, ya que los dos primeros botes salvavidas del ‘Santa Isabel’ se estrellaron contra los acantilados, pereciendo todos los que en ellos trataban de ganar la costa y salvar la vida. Las crías echaron a la mar en sendas dornas, embarcaciones pesqueras típicas de las Rías Baixas, y consiguieron rescatar a una veintena de náufragos realizando varios viajes. Aquella acción, que durante décadas cayó en el olvido, como denunció en su día el periodista Xosé María Fernández Pazos en su libro Sálvora, memoria dun naufraxio. A traxedia do Santa Isabel, les procuró un gran reconocimiento además de la Cruz de Tercera Clase con Distintivo Negro y Blanco del Consejo de Estado y la medalla de Salvamento Marítimo. Hubo otra cuarta vecina de Sálvora, Cipriana Crujeiras (48 años), que también sería condecorada: fue la persona que a bordo de otra dorna atravesó el temporal para dar aviso en tierra firme, en Santa Uxía de Ribeira, y reclamar ayuda. Se calcula que la intervención de las cuatro mujeres pudo ayudar a salvar a casi la totalidad de los supervivientes.

Hubo otro gran personaje en la historia: se llamaba Luis Cebreiro López y era el segundo oficial del ‘Santa Isabel’. Pese a la histeria y la angustia del momento, decidió retener varios botes salvavidas hasta que amaneciera con la única intención de que, con la luz del día, pudieran evitarse las rocas contras las que se estrellaron los primeros botes. Además, él mismo se negó a subir a estos, cediendo su sitio, y nadó durante varias horas agarrado a uno hasta alcanzar la costa. Cebreiro es considerado uno de los grandes héroes de aquella tragedia y de otras, ya que participó en numerosos salvamentos a lo largo de su vida. 

La noticia se conoció con rapidez, si bien los datos del naufragio iban llegando con cuentagotas.El 4 de enero, Diario de Burgos no sólo se hacía eco de la tragedia, sino que abundaba ya en datos sobre burgaleses.Así, se daba cuenta ya de la desaparición de varios, precisando que algunas de las víctimas eran familiares del diputado provincial por Salas de los Infantes Teófilo Fernández Asensio; concretamente, señalaba que había perdido la vida una hermana política de éste, que lo era también del médico de Isar, Federico Alonso Burgos. La mujer de la que hablaba el periódico era María Santamaría, una mujer muy conocida en la provincia que había regentado una escuela nacional en Castrojeriz. Asimismo, el periódico decano destacaba también el fallecimiento del hermano de esta mujer, llamado Ubaldo Santamaría y con residencia en Chile, donde se había establecido como comerciante, y que había regresado a España para llevar al país andino a su hermana y sus dos sobrinos, Mercedes y Fernando, que al cabo sobrevivieron al naufragio.En aquella primeras horas, Diario de Burgos también avanzó lo que se conocería días después: que  a bordo del ‘Santa Isabel’ había muchos pasajeros procedentes de la comarca de Pinares y de Las Merindades. Y muchos de ellos, de las mismas familias, caso de los tres hermanos Varela Molinero, de Barrasa de Mena, que viajaban con su madre (sobrevivió uno), o el de cuatro hermanos Pascual Pérez de Rabanera del Pinar, todos menores de 18 años, que se ahogaron en la catástrofe. La más pequeña, Casilda, tenía solo 4 añitos; Vicente, 8; Encarnación, 13; y María del Carmen, la mayor, 18. Un verdadero horror.

En las mismas crónicas se aportaron detalles de todo tenor, especialmente a partir del relato de los supervivientes. Así, se supo que el capellán del barco se mantuvo en todo momento asido a un mástil por el que trepaba según iba hundiéndose sin dejar de rezar hasta que desapareció bajo las aguas. También se conoció el dato de que el capitán del buque, Esteban García, que se mantuvo en todo momento sobre cubierta intentando gestionar la evacuación, quiso suicidarse al contemplar tanto espanto, pero fue su segundo quien le obligó a lanzarse al mar cuando ya el buque se hundía.Aferrado a un madero, consiguió llegar a la costa gravemente herido, aunque salvó finalmente la vida.

¿Por qué el olvido? Cuando el periodista Xosé María Fernández Pazos rescató hace unos años esta historia no pudo sino preguntarse por el motivo por el que pudo haberse olvidado de la memoria colectiva de la zona. Fernández, autor de un libro sobre la tragedia y comisario de la exposición que, desde ayer, acoge el Museo Municipal de Ribeira sobre la catástrofe, sugiere que pudo deberse a que las heroínas fueron mujeres y no hombres.

Es más, algunas fuentes afirman que a los pocos meses de recibir las condecoraciones por su valor y generosidad, quizás por la envidia de sus vecinos, comenzaron a generarse bulos que afirmaban que algunos cadáveres habían sido desvalijados. Así,  el historiador Gustavo Adolfo Ordoño asegura que «la aparición de muertos mutilados para supuestamente robarles las joyas, por estar hinchados y no poder extraerles los anillos, hizo cambiar la opinión sobre las tres heroínas del mar. De nada sirvió el informe oficial del juez instructor, donde se demostraba que los cortes de dedos fue cosa de la Guardia Civil, al tener orden de recuperar las joyas de los fallecidos. El rápido olvido de la época aumentó la desmemoria que solemos tener en España sobre muchos hechos históricos. Mujer y en Galicia a inicios del siglo XX ya son elementos suficientes para convertir en heroínas a cualquiera de las mujeres de nuestra historia. Pero estas jóvenes de la ría de Arousa merecen sin dudar el calificativo de heroínas».