Grand Prix de plena diversión

Diego Pérez Luengo
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El primer festejo popular no falla al entretenimiento, entre las continuas y generalizadas risas de unos tendidos divididos en colores representativos de unas peñas muy protagonistas

La porción de ruedo destinada a las vaquillas fue la que más actividad y protagonismo acaparó en el desarrollo del festejo. - Foto: Daniel Canas

El jolgorio en la presentación del inicio era sólo un preámbulo de lo que íbamos a vivir durante las dos horas y media dentro de las cuales se desarrolló este primer festejo del abono popular.

Las ocho peñas participantes hicieron la diversión de los allí presentes mediante seis entretenidos, lúdicos y variados juegos. En el primero cada peña tuvo que escoger a un participante para ser disfrazado de Elvis cual estrella del rock, en el improvisado vestíbulo ubicado en la puerta de arrastre del Coliseum Burgos. La prueba consistió en la reproducción de una canción y su posterior intento de adivinarla; visto así parece fácil. Pero los hinchables a modo de triángulo humedecidos para fomentar el esfuerzo y las caídas de los participantes fueron un importante obstáculo a tener en cuenta. Por si eso no fuese suficiente, un entramado de barras limitaban un ruedo improvisado en torno a la puerta de toriles, que albergaba a una vaquilla con ganas de no ponerlo nada fácil. Todo el espectáculo giró en torno a ese espacio. La emoción y el peligro que supone tener a un animal de sangre brava en una no muy grande porción del ruedo entraña muchas veces serias dificultades. Aunque también hay que decir que la becerra apenas poseía astas. En el ruedo presidido por la vaca estaban las opciones de las canciones que tenían que intentar escoger y adivinar los participantes de este ya mencionado primer juego.

En grupos de tres se organizó el segundo juego, los hinchables se adornaron con agua y jabón, intentando provocar caídas e impedimentos que suscitaran las risas y la diversión en los tendidos. Los participantes portaron vasos llenos de agua con los cuales tenían que, al final de un complicado recorrido, llevar la máxima cantidad de líquido a los recipientes ubicados en el ruedo que rodeaba toriles.

El tercer desafío trató de un simpático e improvisado concurso grupal de baile. La originalidad, descoordinación y buen humor, añadido a las ganas de pasarlo bien, suscitaron múltiples carcajadas en los tendidos. Cambió el decorado para el cuarto juego. Los triángulos de aire anteriores fueron suplidos por un enorme obstáculo también repleto de gases. Para superar este, se precisaba de equilibrio, dominio de las distancias y controlar los resbalones. Al llegar a la jurisdicción del animal se vieron posturas antinaturales tratando de esquivarla, muchas veces más peligrosas que la propia vaquilla.

El quinto desafío finalizaba en el mismo lugar que los demás, pero esta vez se optó por entrar con unas aletas para dificultar los movimientos en el círculo de la vaquilla. Antes se había de pasar por unos desnivelados rodillos giratorios. Hasta este penúltimo reto todos se habían basado en buscar peluches o juguetes puntuables dentro de una piscina de bolas.

Acumulados estos puntos, solo faltó esperar a la última prueba. Trató en girar repetidas veces en torno a un cono, hasta, una vez mareado, dar el relevo en lo que fue una más que alegre carrera. Finalmente fue el conjunto amarillo (Peña El Monín) quien se alzó con el trofeo de este maravilloso festejo en el que no faltaron las continuas risas de un público dividido por colores, que nunca cesó de animar a sus representantes en el ruedo.