El cierre perimetral fue más efectivo que el toque de queda

Ó.C.
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El confinamiento de Miranda sirvió para bajar la incidencia acumulada de 1.700 casos por cada 100.000 habitantes hasta los 600. Los profesionales demandan más personal y claridad en los datos

La ciudad mantiene su lucha contra la covid, porque las cifras de contagios siguen siendo elevadas. - Foto: Christian Castrillo

La segunda oleada golpea con fuerza a Miranda. La ciudad acumula semanas de lucha contra la covid, desde que el 27 de septiembre se decretara el primer confinamiento local. El cierre se prolongó hasta el 24 de octubre y durante ese periodo la incidencia acumula descendió desde los 1.700 casos por cada 100.000 habitantes hasta los 600. A partir de ese momento, la Junta levantó el bloqueo del municipio e instauró el toque de queda junto a la clausura de la comunidad, unas medidas que llevan veinte días en vigor y que en Miranda han registrado peores resultados.

La prueba está en los datos, ya que en noviembre los positivos se han estabilizado en los 500 por cada 100.000 tarjetas sanitarias, por lo que desde que entró en vigor la prohibición de estar en la calle desde las 22.00 hasta las 6.00 horas, solo se ha doblegado la curva de contagios en cien casos, una cantidad que según los baremos de las autoridades todavía se considera alta. 

Los profesionales recelan sobre cómo están actuando las administraciones. Sobre todo, dudan de la claridad en la información y la falta de profesionales para relevar a unas plantillas con «agotamiento físico y personal», como apunta la delegada de CCOO en el hospital, Esther Quintero, quien remarca que la solución pasa por «invertir en lo público».

La apuesta por el sistema regional de salud también se defiende por el médico del Santiago Apóstol Eloy Navarro quien opina que la rebaja en los casos se ha logrado «por el esfuerzo de los ciudadanos». Este facultativo pertenece al Observatorio por la Sanidad Pública en Miranda y lamenta que «todo recae en los ciudadanos y no en lo que hacen las administraciones». 

Quintero advierte que el verdadero problema en la ciudad se ha soportado en la atención primaria, que «a finales de septiembre y principios de octubre estuvo a punto de colapsar». Fue cuando arrancó el confinamiento local, cuando se triplicaba el límite de los 500 casos por 100.000 habitantes y, ese momento, critica que se enfrentó a los ciudadanos con los sanitarios, que dentro de los centros de salud no daban abasto.

La curva se doblegó en parte, aunque los números se mantienen en un nivel que no permite la relajación, por lo que los dos exigen más profesionales. Ambos inciden en que la excusa de falta de sanitarios no sirve, porque «no fidelizan y si ofertaran contratos estables habría que ver si la gente se quiere quedar», afirma Quintero. «No se ha reforzado la plantilla y lloriquean porque no hay profesionales», añade Navarro, que demanda una Oferta Pública de Empleo para solucionar el déficit. Además, denuncia «que se oculta información y la que se da no es transparente», sobre las listas de espera, los refuerzos o el número de rastreadores contratados. En su caso, pasa consulta en el hospital. «Mi impresión es que está tranquilo», si bien percibe que se está aprovechando para «hacer consulta telefónica», lo que supone una «pérdida de calidad» del servicio.