En defensa de la 'ecoigualdad' de género

S.F.L.
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María Valdivieso cambió los despachos por 23 hectáreas de tierras en La Parte de Bureba, donde cultiva diferentes productos novedosos como nogales o teff, mediante un sistema ecológico. También elabora miel

María Valdivieso se inició en el mundo de la agricultura ecológica sin tener conocimientos. - Foto: DB

El aumento progresivo de la producción ecológica en territorio nacional no va ligado a la comarca burebana, que continúa ganado ‘por goleada’ la práctica de agricultura convencional. Pero si se suman los términos eco y mujer el resultado es único en la zona: María Valdivieso. Esta fémina de 37 años cambió la coordinación de proyectos europeos, los despachos y su trabajo de comercio exterior en Marruecos por unas tierras sin explotar en La Parte de Bureba. «¿Una locura?, No, simplemente muchas ganas de vivir rodeada de lo que más me gusta», se responde así misma.

En el momento en que su madre recibió de herencia unos terrenos la agricultora vio en ellos la oportunidad para dar un giro radical a su vida, cargada de estrés hasta el momento. Se define como una persona inquieta y luchadora ¡ni qué decir tiene! Sin tener ningún tipo de conocimiento sobre el campo se aventuró en poner en marcha una explotación agrícola de 23 hectáreas. Desde antes de iniciarse en el sector tenía claro que no apostaría por la agricultura tradicional, sino por la ecológica. «Veía la posibilidad de sacar otro rendimiento al que nos tienen acostumbrados en la Bureba», declara.  

Tras recibir formación y realizar el curso para la incorporación de jóvenes a la empresa agraria, consiguió obtener una subvención. Fue a partir de entonces cuando se decantó por desarrollar tres subproyectos dentro del general:  agricultura en secano con rotación tradicional pero con plantaciones más novedosas, el cultivo de  nogales y la instalación de una explotación apícola. Como burebana comenzó con el cereal, la leguminosa y el girasol, aunque con el paso del tiempo ha añadido centeno, titarros o yeros (cultivos que no se veían en la zona desde años inmemorables) y teff, un cereal utilizado para fabricar harina, pan o copos. «Esta práctica no es nada común en el norte del país por las inclemencias meteorológicas pero una empresa de Zamora me ha proporcionado la semilla y estamos llevando a cabo mano a mano un estudio. En el caso de que el cultivo se de bien podremos tirar hacia adelante», explica con ilusión.

También ha probado suerte al sembrar cerca de 60 nogales. Sin embargo, al tratarse de un árbol que se adapta muy bien a todo tipo de suelo, generalmente rústico, pero que no soporta muy bien las bajas temperaturas, por debajo de los 0ºC ya tiende a helarse, ha optado por cultivar variedades diferentes a la juglans regia, el nogal común. Por último, pero no por ello menos importante, también se atreve con la producción de miel ecológica. Posee varios asentamientos y uno de ellos se ubica dentro del Parque Natural de los Montes Obarenes.

«Pero no es oro todo lo que reluce», asegura la agricultora. Pese a que la producción ecológica está en auge, su introducción en la vida diaria de los consumidores es un proceso lento. «Por eso se necesitan iniciativas que ayuden a que el consumo interior crezca, porque, por ahora, esta es una asignatura pendiente», añade.

Asimismo, reconoce que ha sufrido «todos los problemas del mundo» para darse de alta como agricultora, tanto es así que después de tener incluida la concesión de la incorporación que «demostraba que estaba de alta en la seguridad social, a los dos meses me llamaron para hacer una inspección de trabajo. Acudí y mi sorpresa fue que me querían dar de baja porque según los inspectores una mujer sin formación no podía ejercer la actividad agrícola. Tuve que pelearlo muchísimo, conseguí empezar de cero, logré la subvención pero me ha tocado luchar para conseguir sacar adelante mi proyecto. A día de hoy parece mentira que siga existiendo tantas diferencias de género», denuncia.