"Has venido a cargarte el partido"

@jorgealopez18
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Los árbitros tienen que lidiar no solo con lo que sucede dentro del terreno de juego, sino con la nula educación y la falta de respeto de aficionados y padres

"Nosotros también somos víctimas". Lo escribe un padre, y se queda tan ancho. Y estará orgulloso, el señor. Compara la situación en la que quedan los niños de un equipo (a los que nadie ha señalado ni culpado de lo ocurrido) con la de un árbitro al que dos impresentables han agredido durante un encuentro de prebenjamines. Que tiene narices, por no decir algo más feo. Que un chaval de 22 años pite un partido entre niños de 6 y tenga que acabar poniendo una denuncia ante la Policía.

En España está generalizado el término "robo arbitral". Los medios tenemos mucha culpa de ello. Cuando el colegiado se equivoca, en vez de utilizar las palabras adecuadas (error, equivocación, descuido...), recurrimos a la premeditación, la mala fe, del árbitro. Un colegiado no puede equivocarse nunca, según nuestro criterio. Debe ser infalible. Y esto no solo sucede con un partido de Champions, donde la pasión puede llegar a cegar el entendimiento. Pasa, semana a semana, en categorías menores.

Los futbolistas y los entrenadores se equivocan infinitamente más veces a lo largo de un partido que un trencilla. Pero, cuando lo hacen, están a nuestros ojos exculpados de manera automática. Ante un mal pase, un erróneo despeje o en una entrada a destiempo, escuchamos de inmediato "qué buena intención tenía", "qué mala suerte, le ha caído al rival" o "no quería hacerle daño, ha calculado mal". Pero cuando el que se equivoca es el árbitro, la intención nunca es buena, según nosotros, y jamás se oirá "era difícil de ver, le pillaba en la otra zona del campo" o "había muchos jugadores entre medias que dificultaban su visión". Por no hablar de los que, a los 10 años, ya ponen en práctica el piscinazo como una de sus mejores 'cualidades' futbolísticas. Que una cosa es ser un pillo y otra un tramposo. También es muy socorrido escuchar cómo entrenadores con las ínfulas de Rinus Michels, futbolistas aspirantes a Maradona que como mucho jugarán en el equipo de su fábrica o padres que creen tener a un Beckenbauer en casa pero tienen a un tuercebotas que no sabe dar un pase a 3 metros, afean al árbitro que haya "venido aquí a cargarte el partido". Sí, hombre, sí. Un chaval se ha levantado a las 7 de la mañana un sábado con la intención de 'joder' a un equipo en concreto. Bueno, en realidad a un equipo no. A TU equipo.

Uno, sin ser muy mayor, ha visto bastante fútbol. He estado muchas veces en Pallafría en mis 31 años de vida. Algunas, pocas y mal aprovechadas, como jugador. Otras echando una mano en un equipo de la capital como delegado. La mayoría como periodista. He visto a gente de todo tipo insultando al árbitro desde el mismo momento en el que empieza el partido. Algunos, estoy convencido de ello, creen que hasta lanzan la moneda del sorteo con malas intenciones. "Qué árbitro más malo". Hombre, al nivel de los jugadores, como poco. Que este partido es de Regional, caballero, y el balón sólo está en el suelo cuando hay que atender a un lesionado. 

Cuando se conoció la lamentable agresión a Álvaro Antón, inmediatamente surgieron comentarios de todo tipo, aludiendo a la irresponsabilidad de los padres, a la falta de principios... Sinceramente, no me los creís. Estaba seguro de que, pasados unos días, Álvaro acabaría siendo el verdugo, en vez de la víctima. Ayer, cuando el chico explicaba lo sucedido desde su punto de vista, ya saltó la liebre y muchos han ido enseñando la patita: en los comentarios recibidos en la web, en Facebook y en textos enviados a la redacción, hay quien le acusa de provocar, quien dice que "los árbitros a veces tienen actitudes chulescas" y el compungido padre que considera que su hijo "también es víctima". Qué no diría ese padre modélico, él así se considerará, si un progenitor del equipo rival se atreviera a insultar a su hijo. "Flaco favor que se le hace al fútbol". Para mondarse, oiga. Dos impresentables agreden a un árbitro y lo que daña el deporte es contarlo. Acojonante, perdónenme que lo diga.

Pero claro, al árbitro se le puede decir de todo. Y que no se enfade, porque si se revuelve, "es un chulo". "¿Por qué no pagan estos tíos por arbitrar? Mi hijo paga por jugar. Si su afición es arbitrar, que paguen, en vez de llevárselo calentito", escuché una vez a otro experto en reglamento. En primer lugar, debería saber ese hombre cuánto cobra un árbitro por partido. Y en segundo, solo le faltaba al pobre chaval tener que pagar para acabar escuchando insultos de borregos.

También es criticable, desde mi punto de vista, la actitud del club en el que juega el pequeño, que por otro lado ninguna culpa tiene en esto. "El asunto está cerrado", afirmó el presidente. "Ya se han tomado las medidas", aclara 'la víctima paralela' en su protesta, que añade que "el resto de padres les separaron". Hombre, igual separar no es el mejor término, ya que da a entender que era una pelea y no un agresión. Más bien, apartaron a los agresores. Y solo faltaría que el resto de padres hubieran colaborado. Ni el club ni el padre quieren especificar las medidas que se han tomado, aunque dicen haberlas puesto en práctica. ¿Cuáles han sido? ¿Pedirle que no lo vuelva a hacer? ¿Qué se controle? Ya me conozco el paño. Una reprimenda y va que chuta. Y, con eso, se pretende cerrar el asunto y "no remover mierda". Qué poquita vergüenza. Y esto, por desgracia, no solo es aplicable a este club en concreto. Pasaría, me temo, igual en todos. Somos muy condescendientes con lo que hacen los nuestros e intransigentes con los ajenos.

Siempre recordaré, y siete años después no he podido quitármelo de la cabeza, lo que tuvo que aguantar un árbitro de Palencia en el Luis Pérez Arribas, en octubre de 2009. Lo más 'fino' que escuchó es "vete a fregar, que es lo que toca". Era mujer, claro. Doble crimen. Árbitro y mujer. Con 18 años y ya estaba en Regional. A quién se le ocurre. En aquel partido había, descontando a los asistentes, 29 protagonistas: los 11 titulares más 3 cambios de cada equipo y Marta Huerta de Aza, la árbitra. Solo uno de todos ellos ha llegado a algo de importancia en el fútbol: desde enero la palentina arbitra encuentros internacionales. El resto, no ha pasado de Tercera, en el mejor de los casos, aunque solo se insultó, aquel día, a la pobre chica. A la que, por cierto, no era muy difícil distinguir como el mejor árbitro que había pasado por Burgos en mucho tiempo, pese a que recibiera alusiones a su físico, sus 'limitaciones' como mujer y sus 'méritos' para estar arbitrando aquel partido. Solo hacía falta un poco de respeto hacia lo que hacía y el colectivo al que pertenece para ver que, de todos los que había aquel día sobre el terreno de juego, ella era la mejor. Un respeto que, como bien afirmaba Álvaro Antón, es nulo.