Además de los Reyes, la noche del 5 de enero quienes tampoco duermen son los pasteleros. Los obradores de Macadamia o Dieste pasaron la noche trabajando para que los roscones pudieran llegar tiernos y recientes a la mesa: «La gente, cómo ve que se venden desde antes de Reyes, se cree que ya están hechos. Pero si son de obrador se hacen en la misma jornada», explicaba Rebeca, de Macadamia, cuyo secreto está «en el romanticismo de hacerlo sobre la mesa de madera, hornearlo al momento y buscar que los ingredientes sean de primera calidad», añadió Santi.
Aunque la pandemia haya trastocado nuestros planes, la tradición del roscón no se ha perdido. Es más, las pastelerías consultadas reconocen que este año se han vendido más unidades: «Supongo que a nadie le amarga un dulce y como apenas salimos o comemos fuera, nos damos el capricho de tener uno en cada casa», apuntaba Silvia, de Juarreño. Eso sí, al ser las reuniones familiares más reducidas se ha optado por tamaños más pequeños.
«No sé si al final económicamente irá mejor que otros años porque los restaurantes no nos han cogido tantos roscones y los tamaños pequeños son más baratos, pero lo que importa es mantener la tradición», detalló Charo, del obrador de Dieste de Barrio Gimeno, donde el martes la cola llegaba hasta la iglesia de San Cosme.