Siempre en perfecto encuadre

A.S.R.
-

Mis primeras fiestas. Fede.La profesión de fotógrafo de prensa de su padre marcó San Pedro durante su infancia por la ausencia de la figura paterna en las barracas, carreras deportivas o reuniones familiares que articulaban la celebración

Un joven Fede, flanqueado por sus dos hermanas - Foto: Fede

La condición de fotógrafo de Diario de Burgos de su padre marcó la manera de vivir los Sampedros de Fede desde su infancia. Esos días, a pesar de que los actos en aquellos años cuarenta eran más contados que en la actualidad, no le veían el pelo, pero, eso sí, estaban «perfectamente informados» de cuanto se movía a orillas del Arlanzón. No se les escapaba un sarao. «Solía decir a mi madre, coge a los niños y llévalos a tal sitio, que van a hacer tal cosa», anota el fotógrafo que luego tomaría el testigo de su progenitor.
Hasta ese momento quedan aún unos años, una niñez en la que recuerda vivir «muy intensamente las fiestas». Se ve de muy pequeño junto a su hermana mayor, María Jesús, estrenando ambos un traje de castellano, o los tres hermanos (la tercera es Carmela) junto a los Gigantillos, e incluso en las barracas. Espolea su memoria con un puñado de fotografías que ha rebuscado en el baúl de los recuerdos. «Se conoce que a mi padre le quedaba tiempo para hacernos alguna a nosotros, porque él siempre estaba muy liado», aventura y reitera.

La familia vivía en la calle Fernán González, con la Plaza Mayor y La Flora a tiro de piedra. Una cercanía que les permitía asistir a las pruebas deportivas que allí se celebraban. «Se hacían carreras de patines, de bicicletas infantiles...».
Insiste en la contada oferta de los Sampedros en aquella época y avanza en el tiempo para verse como espectador de otros encuentros deportivos ya destinados a mayores. Dice que tuvieron mucha tradición las carreras ciclistas y las de motos de puente a puente. «Completaban un circuito desde el Castilla al San Pablo y se llenaba todo de gente. No había otra cosa e íbamos todos a verlas. A nosotros los pilotos con esos trajes que llevaban nos parecían astronautas», se ríe divertido.

A la vez que en la calle, aquellos Sampedros se vivían en las casas. «Siempre teníamos invitados, venían mis tíos, que estaban en Tudela (Navarra), y comíamos todos juntos. Nos juntábamos tantos que en vez de comer en el comedor de a diario lo hacíamos en uno más grande.Todo era diferente en fiestas», anota y apostilla que eran especiales, a pesar de que muchos eventos estaban reservados a la gente con dinero, como los toros o los bailes de sociedad que se celebraban en el Casino y, sobre todo, en el Salón de Recreo. «Eso era para unos pocos. El pueblo con las barracas, los fuegos artificiales y las pruebas deportivas ya estábamos servidos», relata, y apunta como una diversión más la asistencia al exterior de la antigua plaza de los Vadillos, en la avenida del Cid, donde ahora está la escultura del toro.

Allí, quienes no podían pagarse una entrada para los toros iban a la salida para ver si sacaban a hombros a algún torero o seguirlos en su camino hacia el hotel. Una suerte, salvando muchas distancias, de bajada de peñas «Entonces no existían, empezaron en los setenta, cuando llegaron en tren los peñistas de Miranda de Ebro, más de dos mil. A raíz de esa visita se crearon las de Burgos».

Nítidamente recuerda esta escena. Y es que para entonces, para ese año 1979, Fedín, como le llamaban para diferenciarle de su padre, ya se había colgado la cámara de fotos al cuello. «Mi padre hacía las cosas oficiales, la misa, la recepción, los toros..., sus dos empleados, el motocross y otros deportes, y a mí me dejaban lo más festivo».

A partir de entonces, para Fede, San Pedro fue sinónimo de trabajo. Y no poco. «Cada vez había más actos, el periódico publicaba más fotos y la dedicación era mayor», advierte sin nostalgias y sin lamentos. Porque... ¡Qué le quiten lo bailao!