Una oscuridad nunca soñada

A.S.R.
-

El tiempo se detuvo en las salas de cine el 13 de marzo y, aunque la hoja de ruta permite su apertura en la fase 2, en Van Golem calculan que la magia no volverá hasta mediados de junio-primeros de julio

El ‘próximamente’ se ha quedado sin final en los carteles; las salas están llenas solo de butacas, el vestíbulo solitario y ‘la librería’, el servidor de películas, solo se enciende por mantenimiento. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

El tiempo se detuvo en las salas de cine el pasado 13 de marzo. Ese día se quedó al borde del estreno La canción de los nombres olvidados, no hubo tráiler de Arab Blues, las protagonistas de Invisibles, obedientes, cesaron su caminar, obligó a permanecer en un próximamente indefinido a Peter Rabbit 2. A la fuga y Un amigo extraordinario y, sin saberlo, dejó a James Bond Sin tiempo para morir. La oscuridad nunca fue tanta. 

En un fundido a negro sin fecha de final se quedó Van Golem, asomado al Arlanzón desde 1992, con el decreto del estado de alarma. Él y el resto de 723 locales (3.593 pantallas) de exhibición en España. Aquel día se apagaron los proyectores, aunque se vuelven a encender todas las semanas para garantizar el mantenimiento de unas máquinas programadas para funcionar a diario. 

La gerente, Alicia Alonso, confiesa que no la extraña toparse con un cine totalmente vacío. Antes de que todo se trastocara, su horario era de mañana y el escenario era el mismo. Sí que ha cambiado una cosa. No hay día que al subir esa verja no se pare alguien para preguntarla cuándo abren (incluido ayer). Su respuesta, muy a su pesar, también ha sido siempre la misma. Encogerse de hombros. Es una incógnita, aunque el plan de desescalada del Gobierno prevea la apertura en la Fase 2, en el mejor de los casos el 25 de mayo, al 30% de su aforo. 

«Nosotros no creemos que ese momento sea el más apropiado y esperaremos a mediados de junio o, en el caso de Burgos, que solíamos cerrar la última semana por las fiestas de San Pedro, aunque este año se hayan cancelado, a principios de julio. No lo tenemos claro. La buena noticia es que en verano sí va a haber cine», explica Carlos San Julián, coordinador de exhibición de Golem, sabedor de que cuando abran la persiana se enfrentarán a una realidad nueva. 

¿Será rentable para las empresas? «Costará que la gente se habitúe a volver al cine y la rentabilidad, si en dos semanas pasamos del 30 al 50% del aforo como se especifica, sí puede ser viable», responde y reitera que aún trabajan en ello. 

Y en ese plan irrumpen como grandes estrellas las medidas de seguridad a implantar. La Federación de Empresarios de Cine está preparando un decálogo. Aún está en borrador, pero incluye la reducción de aforo con la distancia de seguridad entre las butacas, el fomento de la venta de entradas por internet con mayores descuentos para evitar al máximo el contacto, el uso del escaneo electrónico en detrimento del corte de la localidad, la entrada y la salida por puertas distintas, se facilitarán geles hidroalcohólicos para uso de los clientes, incremento de la frecuencia de la limpieza... «Hay una valoración de que implementar todas las medidas tendrá un coste medio de 300 euros mensuales por pantalla», apunta.

La calculadora suma gastos, resta ingresos... -prevén una facturación anual de la mitad del año pasado-. Y la ayuda anunciada por el Ministerio de Cultura, que contempla 13 millones de euros para financiar las medidas sanitarias adoptadas y la promoción de la reapertura de los cines, se escucha como música celestial. «Una ayuda directa para que ninguna sala de cine se quede en el camino es una excelente noticia. Nosotros además cumplimos con el 30% de programación de películas españolas o comunitarias europeas que se requiere», valora el coordinador de programación de Golem, quien aventura que las dos empresas que operan en Burgos -la otra es Odeón- son lo suficientemente solventes para salir adelante. 

Volver a coger el vuelo costará a un sector que, tras años de horas bajas, empezaba a remontar. Son conscientes de que el miedo es libre y de que tendrán que seducir de nuevo a los espectadores. También están trabajando en ello. Necesitan, anota San Julián, que cuando la persiana se suba definitivamente cuenten con un producto atractivo que ofrecer, campañas de promoción y llegar a acuerdos entre distribuidores y exhibidores para que esa apertura se acompañe de bonificaciones en el precio de la entrada con, por ejemplo, un adelanto de la Fiesta del Cine del otoño al verano. «Todavía no se ha concretado nada».

Mientras continúa ese compás de espera, las pisadas de Alicia Alonso suenan como la única banda sonora en estas instalaciones. Cada semana entra en la oficina, detenida también en el mes de marzo (lo chiva el calendario), hace papeleo y atraviesa el vestíbulo vacío hacia la cabina de proyección. La desnudez de carteles de ese pasillo ahonda en el desamparo de un cine vacío. Confiesa que ella misma los ha ido arrancando -la papelera da fe- según caducaba su fecha de estreno. Se resisten Fast & Furious 9, anunciada para mayo, y Top Gun Maverick, para verano. ¿Alcanzarán esa fase? 

Abre la puerta de la cabina. Cinema Paradiso. Aunque los proyectores con los que funcionan ahora, y los que la gerente pone en marcha durante una hora y media, siempre con el filme La candidata perfecta, han perdido el encanto de antaño, ese espacio, plagado de detalles friquis, lo conserva. Fotogramas en negativo, carteles, artilugios cuyo uso pocos adivinarían, rollos de 35 mm... Hasta algo tan frío como la librería, el gran servidor al que llegan las películas, todas en digital, que habitualmente funciona las 24 horas al día, y ahora solo cuando Alonso se pasa por allí, parece desprender esa calidez. Al salir, en el dintel de la puerta, en uno de esos recuerdos de otro pasado, se lee Un pequeño oso con ganas de aventuras... Y muchos deseosos de la magia del cine.