Cada semana se 'censan' 150 perros en Burgos

G. Arce
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También se empieza a colocar el chip identificador a los gatos, que se han puesto de moda por su comodidad y cuyo número se dispara sin ningún control

Burgos cuenta con una red de servicios veterinarios para mascotas de primer nivel que está creciendo al calor del aumento del fenómeno de los animales de compañía. - Foto: Alberto Rodrigo

El fenómeno de las mascotas sigue en proceso de crecimiento aunque, pese a la trascendencia para la buena convivencia vecinal y la salud pública, ninguna autoridad reguladora (Junta de Castilla y León y ayuntamientos) sabe a ciencia cierta cuántas hay realmente en las calles y, aún menos, cuántas habitan en las viviendas de los burgaleses. Si era complejo el contar perros, que deben ir identificados con un microchip y vacunados, más lo es ahora sumar gatos, cuyo registro no es obligatorio y que se han puesto de moda desde hace un tiempo. 41 clínicas veterinarias velan por la atención sanitaria a toda esta población animal en la provincia, 10 de las cuales han abierto sus puertas y 2 las han cerrado en los últimos cinco años al calor de este fenómeno social. Todas ellas se integran en un universo de comercios de venta de animales, de piensos, de peluquería y cosmética animal, de medicamentos...,  incluso hay hasta guarderías.

El Siacyl, el Servicio de Identificación de Animales de Compañía de Castilla y León, dependiente de la Consejería de Agricultura y Ganadería de la Junta, registra una media de 8.000 altas de perros cada año en el conjunto de la provincia, dato que se corresponde con los animales a los que se instala el chip de reconocimiento y que pasan la vacunación obligatoria de la rabia a los 3 meses de vida. En lo que va de año se han ‘matriculado’ 6.842 animales.

Estas cifras de altas no se puede contrastar con las bajas porque -y ahí está el problema- los dueños de estas mascotas no comunican su muerte o su desaparición, no se sienten obligados a ello ni la norma les obliga. A ojos del registro oficial siguen vivos y el censo se descoloca permanentemente.

Partiendo de este amplio margen de error, el Siacyl contabiliza a día de hoy 84.079 perros en la provincia, 20.405 de los cuales habitan en la capital, es decir, que toca a un can por cada 8 habitantes, casi a uno por familia, según los datos facilitados por el Colegio Oficial de Veterinarios. La población de perros potencialmente peligrosos es de 2.186 unidades, 733 en la capital, datos que son más certeros porque este tipo de animales están sujetos a requisitos legales y administrativos mucho más estrictos y son objeto de una permanente vigilancia por parte de Policía local y Guardia Civil. De hecho, es un número que se ha estabilizado porque disfrutar de un perro potencialmente peligroso es más caro y más farragoso administrativamente.

Pero el universo de las mascotas es muchísimo más amplio. Desde hace pocos años, el gato ha venido a  imponerse como animal de compañía:su cuidado es mucho más sencillo, su vacunación es voluntaria, no suele salir de casa y no obliga a sus dueños a los paseos diarios para que el animal haga sus necesidades. En definitiva, es una mascota cómoda y en la mayoría de los casos se deja querer.

El Siacyl contabiliza 1.395 gatos en la provincia, 794 en la capital. Son solo los ejemplares identificados y vacunados, el resto es una incógnita. El creciente número de gatos callejeros en la ciudad pueden visualizar de alguna manera este fenómeno: sin identificación alguna es más sencillo el abandono...

Como datos curiosos, en Burgos hay registrados también un erizo, 101 hurones (especializados en la caja del conejo), 6 iguanas, 12 conejos y 11 aves rapaces.     

sanidad. Crece el número de mascotas y también la especialización de servicios que prestan las 41 clínicas veterinarias operativas. De la vacunación contra la rabia anual y las desparasitaciones obligatorias se ha pasado a tratamientos voluntarios mucho más selectos, como la eliminación de verrugas, las limpiezas de boca y los tratamientos de peluquería, entre muchos otros. «Los propietarios se han concienciado de que no es solo cumplir la legislación, sino que con el buen mantenimiento del animal le garantizamos una buena calidad de vida», explica María Teresa Sainz Vicario, representante de las clínicas en el Colegio de Veterinarios.

En este abanico de servicios entra desde un simple pinchazo de 20 euros a analíticas anuales, comidas especializadas, intervenciones quirúrgicas y sus postoperatorios, que pueden suponer un gran esfuerzo económico, cada vez amparado por un seguro médico exclusivo para animales. «A las clínicas vienen todo tipo de clientes:desde la señora mayor a la que los hijos le han regalado un perro para que no esté sola, a la familia joven con hijos y perros, o el que vive solo con sus gatos...».

La inmensa mayoría de los propietarios ven a sus mascotas como a uno más de la familia: no suelen reparar en gastos para su bienestar y a veces tampoco distinguen en qué lugares públicos pueden estar o no. La personificación del animal colisiona cada vez más con las personas que lo ven -e incluso lo temen- como animal que es.
Todas las partes consultadas coinciden en que la normativa municipal tiene muchas «lagunas» y deja cuestiones sin resolver en la convivencia animal y ciudadano, generadoras de no pocos conflictos. Los veterinarios advierten de que, como medida sanitaria, las mascotas no deben entrar en establecimientos hosteleros donde se sirva comida y, se entiende, que no pueden utilizar las fuentes públicas como si fuesen personas. Los perros no pueden andar sueltos por los espacios públicos -algo que no se cumple- ni en lugares próximos a zonas de recreo de los niños. La cultura de la recogida de las ‘cacas’ en la acera o el césped se ha generalizado, pero la mayor parte del mobiliario urbano de farolas, papeleras, barandillas, etc., está carcomido por el óxido de los orines de los canes, que marcan territorio indiscriminadamente bajo la contemplación de muchos sus dueños.

Pero ellos no tienen toda la culpa, una capital en la que se presupone una población de más de 20.000 perros, denuncian, carece de una red de espacios dedicados única y exclusivamente para su esparcimiento y de una vigilancia más estricta del fenómeno de los animales de compañía, que no ha dejado de prosperar en los últimos años.