«Mi infancia en Espinosa fue un gran aprendizaje desde la libertad, fue muy importante para mi»

A. Castellanos / Espinosa
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Luz Martínez TenResponsable de Políticas Socialesy de Igualdad en FETE -UGT

Luz Martínez, de pie leyendo, en una calle de Espinosa en los años setenta. - Foto: Juan Manuel Martínez

Desarrolla su día a día en la cúpula de la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT, pero su lugar en el mundo es Espinosa de los Monteros, la tierra de su abuelo Celestino.

Luz Martínez Ten, responsable de Políticas Sociales e Igualdad a nivel nacional en la Federación de Enseñanza de UGT (FETE-UGT), nació y reside en Madrid, pero un su corazón está en Espinosa de los Monteros y en los valles pasiegos, donde regresa cada Navidad, cada Semana Santa y cada verano. Su «sueño» asegura es quedarse en Espinosa de los Monteros cuando llegue el momento de su jubilación. Volverá al lugar donde vivió los momentos más felices de su infancia, con largos veranos en los que todo era «aprender desde la libertad».

La pasión de Luz Martínez por Espinosa y por Las Merindades la heredó de su padre, Juan Manuel Martínez, y éste a su vez del suyo, Celestino Martínez. Esta profesional de la educación, autora de diversos libros de igualdad y educación, sabe expresar muy bien su pensamiento y cuando habla de la apasionante historia de su abuelo Celestino sus palabras enganchan aún más si cabe.

Celestino Martínez fue el menor de diez hermanos, nacidos en una cabaña pasiega ubicada en lo más alto de Estacas de Trueba en Fuente Rabiosa. Su tarea era bajar los martes al mercado de Espinosa a vender la leche, la mantequilla y los quesos que se hacían en su casa. Pasó sus primeros años sin conocer la electricidad, el agua corriente y sin otro transporte que el de las mulas hasta que su vida dio un giro de 180 grados. Se libró del servicio militar en el sorteo de los quintos, como rememora su nieta, y se embarcó como polizón en un barco en el puerto de Santander. Luz Martínez asegura que en ese momento, el jovencísimo Celestino no sabía su destino. Aquel barco se detuvo en Méjico, donde se empleó en una tienda de ultramarinos, en la que «dormía bajo su mostrador». «Se fue Celestino y volvió Don Celestino», cuenta Luz Martínez.

Y es que aquel joven aventurero, que a pesar del aislamiento vivido en los valles pasiegos, sabía leer y escribir, llegó a hacer fortuna y poseer su propio rancho, donde nacieron sus cinco hijos. Cuando regresó a España se afincó en Madrid, pero en su pueblo, Espinosa de los Monteros, construyó una casa colonial, Quinta Méjico, ubicada en el Paseo de La Castellana. Don Celestino «trajo la primera televisión y el primer coche a Espinosa», según Luz Martínez, quien admira el periplo vital de su abuelo.

Quinta Méjico, en la que no falta la palmera que la identifica como casa de indiano, sigue en manos de la familia Martínez, pero se quedó pequeña para los cinco hijos de Celestino y ahora es propiedad de uno de ellos. Luz Martínez vivió en ella los mejores años de su infancia. «Nuestros padres tenían la seguridad de que nada malo te podía pasar», explica. «Fue un gran aprendizaje desde la libertad, fue muy importante para mí», destaca esta profesional de la educación, quien considera que «en el mundo rural el aprendizaje se alcanza de primera mano y eso es muy interesante».

Las fotos de Juan Manuel

En aquellos años de infancia y juventud, en los sesenta y setenta, Luz Martínez también acompañaba a su padre, profesor de Derecho Mercantil, por los valles pasiegos donde practicaba una de sus pasiones, la fotografía: «Mi padre hablaba mucho con los pasiegos, establecía relaciones con ellos y luego les regalaba las fotos que les hacía».

Pasados los años, Luz y sus seis hermanos siguen amando los valles pasiegos y Espinosa de los Monteros tanto como su padre y tras dejar Quinta Méjico, porque se había quedado pequeña para todos los Martínez, adquirieron una gran casa en la cercana localidad de Quintana de los Prados, que curiosamente fue diseñada por el mismo arquitecto de Quinta Méjico. Aunque parezca milagroso, siete hermanos y hermanas con sus esposas y sus hijos pasan todos los veranos en armonía en esta gran mansión bajo la custodia de la madre de la familia, que con 87 años se ocupa de la intendencia y de la organización.

Luz Martínez ha pasado todo este mes de agosto íntegro en la casa familiar de verano. Ha vuelto a practicar lo que tanto le gusta a ella y a sus hermanos, el dar largos paseos, caminar, contemplar y disfrutar del lujo de «estar horas andando por recorridos increíbles sin encontrarte con nadie». Por las mañanas en la casa se organizan visitas al Románico, rutas de senderismo o en bicicletao salidas para ir a bañarse y cada uno se apunta al plan que le parece mejor.

Para Luz Martínez Ten, Las Merindades es «una zona desconocida en el resto de España, pero impresionante» y añade que «cada vez somos más los que hacemos patria y hablamos de ella». Admira su riqueza en patrimonio, naturaleza, gastronomía y tantos otros recursos. Agradece la gran cantidad de rutas de senderismo que se han ido balizando en los últimos años y destaca la labor que desarrollan desde la Casa del Parque de Ojo Guareña. Pero tiene un temor que espera que no se materialice, los pozos de búsqueda de gas mediante el sistema de fractura hidráulica (fracking), que opina acabarían con la riqueza natural de la comarca.