Hoy no podéis ir al colegio

B.G.R.
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Cientos de familias ven trastocada su rutina por el cierre de aulas. Laura del Álamo cuenta cómo se organiza con el cofinamiento de dos de sus tres hijos, afectados por el cierre de uno de los edificios de Infantil y Primaria de Maristas

Laura del Álamo junto a su hija y sus dos pequeños al fondo, asomados a la ventana. - Foto: Patricia González

Las mochilas estaban ya preparadas, al igual que el chándal y el uniforme para afrontar la rutina de un nuevo día. Acaba de empezar la semana, pero un comunicado del colegio a las diez y media de la noche del lunes trastocó los planes de Laura del Álamo Cortés y de decenas de familias. El Servicio de Epidemiología de la Junta tomaba la decisión de cerrar uno de los edificios del colegio Liceo Castilla (Maristas) tras constatar casos positivos de coronavirus en tres grupos de convivencia estable y una clase de quinto de Primaria. Lo hacía como medida preventiva, afectando a más de 500 escolares de cuatro cursos de esta última etapa (primero, segundo, cuarto y quinto) y a los tres de segundo ciclo de Infantil.

Julio y Borja estaban entre en esas 19 clases que se cerraron por precaución. «Me levanté por la mañana y les dije que no podían a ir al colegio. Siempre les cuento la verdad y que era para prevenir», explica del Álamo, recordando aquellas horas iniciales en las que no paraban de llegar mensajes a los grupos de WhatsApp de padres intentando que todos fueran conocedores de la noticia en caso de que no hubieran consultado la plataforma del centro. «La primera pregunta es con quién se queda el niño o los niños y la infraestructura va en paralelo; si unos están confinados y otros no, alguien se tiene que quedar en casa y a la vez hay que encargarse de los demás», relata. Conscientes todos de la situación, surgió una marea de solidaridad entre las familias porque a esas horas «ya no había margen de maniobra» y había que organizarse de inmediato para el día siguiente, aunque la solución no era fácil. 

«No podías ofrecerte a cuidar a otro niño si no pertenecía al grupo burbuja de la clase del tuyo», comenta, al tiempo que agrega que ha habido quien muy a su pesar tuvo que echar mano de los abuelos o de familiares muy cercanos, «algo que nadie quiere en este momento pero que a veces es una necesidad que no se puede evitar», pedir el día libre o teletrabajar, que al final, según agrega, ha sido la alternativa más generalizada.

Del Álamo fue una de las madres que se ofreció a ayudar siempre que fuera posible, al igual que ella recibió el apoyo de otros progenitores. La información iba llegando a medida que la trasladaba la Junta porque las dudas iniciales pasaban por si solo no tenían que ir al colegio o estaban en situación de cuarentena, además de las medidas de seguridad que había que tomar respecto al resto de la familia. «Al no haber positivos en las clases de Julio y Borja, no son contactos estrechos y están confinados en casa, pero el resto de la familia no tenemos que estar aislados», relata, lo que supone que Laura, la mayor, tiene que ir al colegio al estar en sexto de Primaria en otro edificio. No obstante, precisa que ha limitado al máximo sus contactos sociales y está pendiente de que a los dos pequeños les hagan una prueba diagnóstica PCR. 

En su caso, la conciliación de la vida laboral y familiar ha resultado más sencilla, puesto que Del Álamo no trabaja fuera de casa. De hecho, pensaba reincorporarse de nuevo este año al mercado laboral, pero la pandemia postergó sus planes y «ahora doy gracias por ello». La rutina diaria ha cambiado. Ahora, lleva a su hija mayor al centro junto al pequeño, por su corta edad, que al igual que ella no salen en ningún momento del coche, mientras que el mediano espera en casa junto al móvil hasta su regreso asistiendo a clase en remoto de 9 a 14 horas con dos descansos a modo de recreo. Julio, por su parte, está 50 minutos conectado al día con su profesor. «Me quito el sombrero por el esfuerzo que están haciendo los docentes y toda la comunidad educativa», subraya esta madre, que no tiene inconveniente en pronunciarse abiertamente, y «sin ningún género de duda», a favor del cambio a jornada continua de forma excepcional durante este curso, que solicitó el colegio con el respaldo de las familias, pero que fue rechazado por la Junta, sin que su afirmación -añade- suponga relacionar lo que ha ocurrido con el horario porque hay otros centros que siguen manteniendo la partida. No obstante, reconoce que el hecho de que haya que acudir al colegio cuatro veces al día propicia que se dé más contacto entre los escolares en las entradas y salidas del mismo. 

«No sé dónde ha estado el problema porque las cosas se están haciendo bien», reflexiona, poniendo «un 10 al colegio» por el esfuerzo que está haciendo y porque tanto los profesores como el equipo directivo «se están dejando la piel», al igual que alaba la responsabilidad de alumnos y familias. Subraya que la circunstancia de que las instalaciones dispongan de varios pabellones «puede haber permitido tomar una decisión que sería más difícil de adoptar en otros centros.No tiene el mismo impacto cerrar un edificio que un colegio».

Ya quedan pocos días para la vuelta (el viernes) y la adaptación de los pequeños a la docencia telemática ha sido ejemplar. «Los niños son como esponjas y llevan los cambios mucho mejor que los adultos», sostiene. Sin embargo, preguntan cuánto queda para ese día porque «ir a clase les da la vida; necesitan sus rutinas y socializarse», pero aceptan la situación y están aprendiendo responsabilidad a golpe de realidad: «Son ellos los que te enseñan en cada momento». 

Lo ocurrido le recuerda un poco a marzo, cuando de un día para otro se suspendieron las clases presenciales, pero afirma que no lo está viviendo de la misma forma. Por un lado, explica que en aquel momento «todo el mundo estaba igual» y, por otro, sostiene que el miedo ha disminuido por tener un mayor grado de conocimiento y de información. Pide «que las cosas se hagan bien en Navidad porque los niños merecen un poco de tranquilidad», mientras que ha decidido contar su historia para ‘normalizar’ una situación que están viviendo muchas familias y que cree que se seguirá dando durante el resto del curso. De hecho, varios centros de la capital se han solidarizado con Maristas a través de las redes sociales «poniéndose en sus zapatos».