La mastectomía (I)

@LouMatilla
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"Ya estamos en el quirófano. Aquí va a cambiar todo; todo para ti. Es el momento que llevas esperando muchos meses. Por fin estamos aquí..."

Supongo que todos nosotros alguna vez nos hemos pasado horas o incluso días esperando una llamada importante; una llamada que esconde algo que hará que tu vida cambie de algún modo. Y cuando menos te lo imaginas…suena el teléfono. Esta vez sí, es esa llamada. Descuelgas con toda la suavidad del mundo como si el móvil se fuera a romper e intentas prestar toda la atención posible para escuchar las instrucciones que te dan desde el otro lado; como si de una misión secreta se tratara, no quieres que se te olvide nada. Cuando cuelgas, un escalofrío recorre todo tu cuerpo y comienzas a ponerte nerviosa e inquieta. Ahora sí que sí, todas las cartas están ya sobre la mesa y vamos a descubrirlas enseguida: nos vamos al Hospital. Por delante una cirugía que va a cambiarlo todo, una mastectomía que se va a llevar el cáncer, pero también te va a cambiar a ti; llevas meses esperando este momento y por fin se va a producir.

La llegada al Hospital es igual que las anteriores; entregas los papeles en ventanilla, te suben a la habitación, te dan un pijama y una bata y esperas; ahora toca esperar otra vez. Estás tan acostumbrada ya a esperar que unas horas más parecen no importar demasiado, porque ya estás donde querías estar. Esa noche intentas dormir lo mejor posible ya que al día siguiente sabes que no podrás hacerlo porque no vas a poder moverte con libertad bajo esas frías y ásperas sábanas.

Por fin los rayos de luz empiezan a asomar por debajo de la persiana; ya es de día. No queda nada. Comienzas a prepararte; te das una ducha y te pones la bata de bajar a quirófano; esa que está abierta por detrás y que a costa de ello te echas unas risas con algún amigo porque vas enseñando el culo por ahí a cada movimiento que haces. En ese momento, lo mejor que te puede pasar es que te rías porque te ayuda a estar tranquila.

Ahora sí que sí; vienen a buscarte. Durante el trayecto de la habitación al quirófano vas calmada. Cuando llegamos a la zona quirúrgica te despides de los tuyos y a continuación se abre una puerta: la puerta. En ese momento eres consciente de que cuando salgas de allí ya no serás la misma, pero sabes que él se quedará en esa mesa de quirófano y tú no; tú vas a salir de allí.

Te dejan un rato aparcada en una sala en la que a tus dos lados ves varias camas vacías. Supones que serán de otras personas que están siendo intervenidas en ese momento, con ello te aborda una sensación extraña; estás allí sola, te sientes insignificante. También escuchas que están terminando de limpiar a alguien que saldrá enseguida y tú eres la siguiente. ¡Uy! ¡te estás poniendo nerviosa!; era inevitable. Sin quererlo, un montón de pensamientos inundan tu cabeza; piensas en todo lo que has pasado hasta ese momento, en todo lo que has dejado atrás y en lo que aún queda por venir y te dices a ti misma una y otra vez: ‘esto tiene que salir bien’. Es lo único que deseas. Te lo repites una y otra vez; pensar así te da fuerza y es lo que más necesitas en ese momento.

Por fin viene alguien que se acerca a ti. Sólo has pasado unos minutos allí sola, pero ha parecido una eternidad. Son los dos anestesistas que van a estar contigo y que se van a encargar que todo vaya correctamente. Te hacen unas cuantas preguntas de rutina y después tú preguntas por la persona que te va a operar; y esa persona se acerca a ti. Conversamos un ratito; ya nos hemos visto antes y de repente… te tranquilizas. Incluso llegas a decirle que te haga una cicatriz bonita. Al final, reímos todos.

Después de unos minutos más, nos movemos de nuevo, ahora sí que sí. Te cambian de camilla; está fría y dura, te quitan toda la ropa y te cubren con una sábana verde que también está fría. Todo está frío. Nos movemos un poco más y de repente notas cómo te deslumbra la luz de los focos que hay sobre ti. Ya estamos en el quirófano. Aquí va a cambiar todo; todo para ti. Es el momento que llevas esperando muchos meses. Por fin estamos aquí.

Empieza a llegar más gente; una persona te coloca electrodos por todo el cuerpo y otra te pone una vía; a estas alturas de la película estás empezando a odiar los pinchazos, pues han sido decenas desde que empezó esta historia y tus venas están ya agotadas. Te piden que estires los dos brazos para colocarlos sobre unas plataformas situadas al lado de la camilla. Y así, en esa posición permaneces inmóvil. Los nervios empiezan a ser más fuertes, quieres que te duerman ya. Se acerca el anestesista y te coloca una mascarilla a un par de centímetros de tu cara y comienzas a respirar. Alguien bromea sobre el bocadillo de patata que se va a comer después; todos se ríen, incluso yo. Después de ese momento de risa toca relajarse y para ello intentas llevar a tu mente sólo cosas que te hacen sentir bien: el mar, la sonrisa de tu hija, caminar sobre la arena, la sonrisa de tu hija, el sonido de las olas, la sonrisa de tu hija…