El cantero de los sueños

R.P.B.
-

Néstor Pavón fue un artista total, aunque su gran legado es la escultura arquitectónica sobria, minimalista, sostenida en referentes geométricos que van de la proporción áurea al triángulo de Pitágoras

Néstor Pavón fue un artista total. - Foto: Jesús J. Matías

Sus amigos le recordaban siempre ensoñado: escrutando un paisaje, midiendo las medidas de una escultura imaginada, filosofando sobre arte, compartiendo los secretos de éste, inquieto siempre por el motor de una mente creativa de la que no podía escapar, eternamente obsesionado con la búsqueda de nuevas formas y lenguajes que modelaran la realidad y dieran expresión a los sueños y a la belleza. La pérdida de Néstor Pavón constituye un hachazo al corazón de la más alta representación de la creación artística burgalesa. Artista total, pero esencialmente escultor, Pavón fue una suerte de depositario del legado de aquellos canteros medievales a los que tanto admiraba y con tanto celo estudió, poseedores de una ciencia mágica, arquitectos sagrados.

Néstor Pavón se formó en la Academia Provincial de Dibujo, pero pronto se instaló en Madrid para continuar abundando en su aprendizaje, a caballo entre las clases en el Círculo de Bellas Artes y sesiones de dibujo de estatua en el Casón del Buen Retiro. Durante su estancia en la capital, trabajó en estudios de arquitectura con algunos de los grandes popes del momento, participando en importantes proyectos que marcarían la fisonomía de la gran urbe.Pero jamás olvidó su tierra, su amada pero maltratada y lacerada Castilla que tantas y tantas veces pintó desde la figuración hasta la abstracción, estilo este último desde el que dio el salto definitivo a su gran pasión: la escultura. Con referentes como Oteiza, Chillida o Henry Moore, fue la suya siempre una escultura arquitectónica, sobria, minimalista, sostenida en referentes geométricos esenciales que podían ir de la proporción áurea al triángulo de Pitágoras. 

«Los escultores que trabajamos este tipo de escultura contemporánea no tallamos, ni esculpimos, ni modelamos: construidos. Normalmente los escultores que nos movemos en ese mundo geometrizado opramos como los arquitectos, partiendo de un proyecto escultórico, con memoria, planos acotados, estudio de volúmenes y maquetas a escala», explicó en cierta ocasión durante una entrevista publicada por este mismo periódico. Aproximarse a la obra de Pavón, dice Félix Palomero, es adentrarse «en un mundo de emociones y sentimientos a través de los que se hace presente su rico mundo interior, pleno de fuerza y energía creativas».

De su larga trayectoria, acaso las dos últimas décadas consituyeron la destilación definitiva de su arte: así, la obra de Néstor Pavón se muestra serena y misteriosa, como si hubiese necesitado toda una vida de estudio y trabajo para alcanzar el equilibrio necesario para convertirse en el hombre que puede, al fin, sentarse frente a sí mismo y reconocerse en los volúmenes de sus piezas, reconciliándose con todo lo soñado y todo lo vivido. «Mi compromiso artístico es consigo mismo», confesó en cierta ocasión. Pero también con quienes compartió su arte. Ahí está su ingente legado. Que es eterno, como el de aquellos canteros cuyos símbolos estudió hasta el paroxismo, signos que, como las esculturas de Pavón, no serán borrados ni por la lluvia, ni por el tiempo.