«Nuestro público puede tener desde dos hasta ochenta años»

ARSENIO BESGA
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Miranda tras la barra (IV) | La Corrala ha cambiado con el tiempo hasta sentar en sus mesas a todo tipo de clientes, pero mantiene su esencia

Pepe Rey lleva vinculado al mundo de la hostelería prácticamente desde los 14 años. - Foto: Luis López Araico

Hace casi cuatro décadas abrió sus puertas uno de los establecimientos más reconocidos por los mirandeses: La Corrala. La tradición no está reñida con la innovación, ni con la ambición. Por ese motivo cuenta Pepe Rey, el propietario de este local, que el bar ha «evolucionado conforme han surgido las oportunidades» hasta que ha logrado combinar a la cuadrilla que toma un vino al mediodía y también a los niños que celebran su cumpleaños en una divertida piscina de bolas. «Nuestro público puede tener desde dos hasta ochenta años», confirma Rey.

No siempre se articuló de la misma manera el ocio en La Corrala, ni tampoco tuvo igual localización. «El proyecto empezó en otro local que abrió mi padre con tres socios [...] y desde 1993 estamos aquí, en pleno centro», narra el hostelero. El negocio evolucionó con cada año que avanzaba el calendario hasta llegar a funcionar como lo hace en la actualidad. «Finalmente se quedó solo mi padre y ahí comenzamos a funcionar más como un negocio familiar», añade. 

Ahora, las dos hermanas y la madre del propietario le acompañan en este viaje después de que su padre se jubilara hace cuatro años. Sin embargo, comenta el empresario que el verdadero fundador de La Corrala «sigue siendo partícipe en las decisiones». «Es una de las personas más críticas que tenemos», completa entre risas. 

En todo este tiempo también la estructura arquitectónica del establecimiento ha cambiado notablemente. En el año 2000 se unificó todo el espacio y se rompieron las divisiones entre la parte del restaurante y la del bar. Llegado el 2009 se pretendía solamente mejorar el sistema de ventilación, pero «terminó siendo una obra muy grande». «Invertimos mucho para hacer que el bar fuera mucho más luminoso, con mejor visibilidad y más agradable para nuestros clientes», expone Rey.

El proyecto de La Corrala llevaba asentado décadas, no obstante, el interés de su dueño por ofrecer a la ciudad alternativas provocó que se añadieran más reformas a la lista. «En 2018 creamos un entorno específico para los niños, lo llamamos chiqui-king», dice en referencia al espacio reservado en la parte posterior del bar. En esa zona, la familia Rey colocó una gran piscina de bolas para que los más pequeños de la casa también pudieran disfrutar de las tardes allí.

El negocio iba bien, las inversiones ya daban sus frutos, todo parecía haber tomado el camino adecuado. Sin embargo, el año 2020 marcó negativamente el devenir del proyecto familiar. «Sumamos 19 empleados entre todos nuestros negocios y con la pandemia teníamos trabajo para dos o tres», lamenta el empresario. La Corrala cuenta con una sección de bar, una parte de restaurante y una vertiente destinada al catering. «No se celebraban vinos españoles, no se hacían grandes actos, ni siquiera pudimos abrir el bar. Sufrimos mucho», rememora con tristeza. 

«Enero será clave». Meses después de aquellos fatídicos momentos, la situación mejora poco a poco. Las celebraciones vuelven a llevarse a cabo, las cuadrillas realizan su ronda por los bares del centro y los niños visitan el parque infantil de La Corrala. «Enero será la clave para saber si retomamos las sensaciones previas a la pandemia», argumenta Rey. Eso sí, añade que «el sector está comprometido con la ciudad». La situación debería restablecerse sin demasiada dificultad pues, según su perspectiva, «tenemos una hostelería de las más potentes en unos 600 kilómetros a la redonda. Tenemos variedad y tenemos calidad», sentencia.