Todo (de más de) tranquilo en Mayo Rey

ALMUDENA SANZ
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El hospital que la Fundación liderada por el pediatra Emilio Sastre levantó en Camerún ha bajado el ritmo por la reclusión de la población y ha suspendido la campaña que iba a llevar a una veintena de especialistas en mayo

El centro sanitario ha colocado un bidón de agua con lejía para que todo el que entre se lave las manos bien antes de acceder al hospital.

Como si fueran protagonistas de la leyenda mágica del hilo rojo, esa que dice que al nacer todos estamos vinculados por una cadena invisible a alguien al que conoceremos antes o después, la hebra que enlazaba Burgos y Camerún se visibilizó hace más de veinte años y se afianzó hace diez con la construcción del Hospital de la Fundación Mayo Rey en Rey Bouba, al norte del país. Ese trocito de Burgos que late en el corazón de África mira expectante la evolución de la pandemia del coronavirus, aunque, de momento, a esta zona concreta no ha llegado. Lo cuenta el pediatra Emilio Sastre, alma de este proyecto, puesto en marcha ante la precariedad sanitaria del lugar. 

El médico ya jubilado mantiene contacto directo con el personal y ayer mismo le trasladaba que todo está tranquilo. Quizás, de más de tranquilo. 

«La gente del norte del país está muy preocupada, no así la del sur, que es más fiestera, y se ha confinado en sus casas, apenas sale», relata Sastre al tiempo que observa que la vida de la comarca se ha paralizado. Han dejado de acudir al hospital, la mezquita se ha cerrado y también se han reducido las horas de mercado, que, además de abastecer a la población, es el punto de encuentro social. «Si antes se alargaba hasta incluso las diez, las once de la noche, ahora a las cinco de la tarde no queda nadie», apunta el pediatra, que sigue pendiente de que toda la maquinaria funcione, incluso la más prosaica como es el abono de los sueldos de la docena de trabajadores (enfermeras, auxiliares, ayudante de laboratorio, dirección, gerencia y mantenimiento) que tienen contratados y a los que habitualmente se paga con el dinero de las consultas y de las medicinas en la farmacia (todos los hospitales no públicos deben cobrar, aunque los precios en Mayo Rey son mínimos en comparación con el resto y a quienes no tienen nada se les asiste gratis, las llamadas causas sociales). 

Cruza los dedos para que en Rey Bouba todo siga tranquilo, porque, asegura, en caso de crisis sanitaria no podrían hacerle frente. «En absoluto están preparados. Todo el que se coja una neumonía gorda se va a morir, porque no hay respiradores. Nosotros tenemos tres en el quirófano para anestesias generales, pero no hay nadie que los maneje», sentencia. 

Sí advierte que han tomado una serie de medidas de seguridad en las instalaciones como la colocación de un bidón de agua con lejía para que la gente se lave las manos antes de entrar y el personal está permanentemente con mascarilla. 

Indirectamente, la situación en España golpeó al Hospital Mayo Rey. Obligó a cancelar la campaña a desarrollar entre finales de mayo y junio en la que iban a participar dos cirujanas, dos anestesistas, dos traumatólogos, tres enfermeras, una médico general, dos técnicos, un dentista y dos oftalmólogos, estos para poner en marcha un equipo donado recientemente. «Lo teníamos todo preparado, pero desde el primer momento las profesionales sanitarias me avisaron de que todos los permisos los tenían suspendidos», remarca Sastre, que espera poder retomar el plan en noviembre, aunque no las tiene todas consigo. 

«Esto ha afectado a todo el mundo, a cada uno a su manera», concluye el pediatra agarrado a ese hilo rojo que une España y Camerún.