Mecerreyes es un museo

M.M.B.
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Durante la celebración de sus fiestas patronales el pueblo inaugura y da la bendición a tres esculturas de Ángel Gil. El artista ha convertido las calles de la villa en una galería al aire libre con más de una decena de obras

El cura Roberto bendice la obra ‘La Gran Mano’ ante la mirada de los vecinos del pueblo. - Foto: Luis López Araico

Generalmente se dice que las manos delatan la edad de una persona, pero revelan mucho más. Las arrugas y los callos que estas adquieren con el paso del tiempo cuentan la historia de quien las ha tenido toda su vida como principal herramienta de trabajo. Los pueblos castellanos acumulan muchos de estos protagonistas que sumaron marcas en sus extremidades tras tantas horas al sol.

Precisamente por eso, Mecerreyes cuenta desde el año pasado con una mano obra del escultor Ángel Gil en sus calles, «para poner de relieve la labor de la gente que durante años se esforzó en el campo». La escultura es una de las tres creaciones del autor que, aunque ya formaban parte del paisaje de la villa, no se habían podido inaugurar hasta ahora por la situación sanitaria de los últimos meses. Pero la espera mereció la pena. En el marco de las fiestas patronales en honor a San Martín, el pueblo pudo dar la bendición a la mencionada Gran Mano; a la Matanza, que representa el acontecimiento por excelencia del mes de noviembre, y al Carretero, oficio por el que Mecerreyes acumuló fama y que «rinde homenaje al último taller de carreteros de la villa» con una rueda real. 

Reconoce Gil que las manos de Valentín, trabajador del taller durante la infancia del artista, llamaron su atención. «Veníamos aquí de pequeños a hacernos las espadas y ahí estaba él, con esas manos marcadas por tantas horas de trabajo duro», afirma. Con sus esculturas ha transformado las calles del pueblo en los pasillos de un museo. Una colección que va creciendo año tras año y que se presenta como «un homenaje a la vida en el pueblo y a aquellos maravillosos años de paseos con la abuela, juegos con los amigos y veranos eternos». «Al final, cuando haces una escultura, representas tus vivencias y la gente ve reflejada las suyas», prosigue.

Prueba fehaciente de ello es la estatua del abuelo, ubicada en el mesón Frutos .«Cada uno dice una cosa diferente. Alguno que tiene la nariz de su parte paterna, otros dicen que las orejas...». Pero mientras la gente del pueblo busca las similitudes, lo que el escultor ve es la cara de su tocayo, su abuelo. Porque, tal y como explica, «un artista inconscientemente plasma lo que ha conocido».

Él buscaba representar sus vivencias idílicas en el pueblo, pero ha conseguido reflejar la historia de todos. Como la de Agustina, que nació en Mecerreyes, pasó su juventud en Burgos y ahora mismo trabaja en el campo. «Claro que me siento identificada, al final son cosas que todos hemos vivido», comenta. Heráclides, antiguo profesor en el Liceo Maristas, acudió también a la cita y entendió perfectamente el homenaje del artista al esfuerzo de los habitantes del medio rural, porque «era el mayor de siete hermanos y había arrimar el hombro para salir hacia delante». 

El sábado, en el pasacalles que recorrió el pueblo para dar la bienvenida oficial a las obras del artista local, las conversaciones de los lugareños se mezclaban con el sonido de la jota burgalesa. Entre los músicos, tres jóvenes que son hijos de vecinos de la localidad. «Eso es una maravilla, porque aunque parece que las tradiciones se están perdiendo, en Mecerreyes hay movimiento cultural y los chicos están involucrados», explica Heráclides.

Gil cerró el acto dando las gracias a su pueblo, a la Asociación y al Ayuntamiento por el apoyo recibido.« Ahora, entre todos, como dice nuestro himno, a intentar ser un poquito más cada día», sentenció.

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