Blindados por Semana Santa

Leticia Ortiz (SPC)
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La prohibición de la movilidad entre comunidades autónomas es la medida estrella del plan consensuado entre el Gobierno y las regiones para estas fechas festivas que tiene como objetivo evitar que la pandemia se descontrole

Blindados por Semana Santa - Foto: Manuel Lorenzo

Octubre seguía pagando los excesos de un verano tardío, con la segunda ola azotando fuerte el país, cuando empezaron ya a escucharse voces que pedían «salvar la Navidad». Un mantra repetido mil veces que se justificaba -y no sin razón- en que, además de la crisis sanitaria, España estaba inmersa ya en una recesión económica de gravedad desconocida y consecuencias inciertas. El objetivo era llegar a la jornadas festivas con menos contagios para poder celebrar esas fechas de una manera relativamente similar a la de la añorada vieja normalidad, es decir, con restricciones más suaves y, sobre todo, con comercios y hostelería con la persiana levantada y, a poder ser, funcionando a una capacidad importante. Aquella quimera no solo apareció en España, sino que se extendió por numerosos países europeos, como Italia, cuyo primer ministro Giuseppe Conte, instaba a sus ciudadanos a mantener la curva de contagios bajo control para afrontar un diciembre y unas fiestas navideñas con «más serenidad»; o Francia donde Emmanuel Macron planeaba poder abrir algunos comercios «en ese período tan especial de las Navidades».

Mientras, Epidemiólogos y sanitarios se echaban las manos a la cabeza alertando de las posibles consecuencias que aquello de «salvar la Navidad» podía tener. La vacuna, además, era un sueño lejano, ya que no iba a ser hasta el 27 de diciembre cuando Araceli Hidalgo, de 96 años, se iba a convertir en la primera española en recibir una dosis de esperanza en su residencia de ancianos de Guadalajara. A pesar de los avisos, y con los contagios en descenso a finales de noviembre y principios de diciembre, las medidas establecidas para frenar la segunda ola se relajaron para las fechas festivas. Un respiro para un país ahogado en muchos sentidos. 

Pero aquello de «salvar la Navidad» desembocó en con dos de los peores meses de la pandemia. Así, enero cerró con 894.540 positivos, un tercio de todos los contabilizados hasta entonces y con la incidencia acumulada a 14 días situada en 866 casos por 100.000 habitantes. Y febrero, por su parte, registró 10.823 fallecidos por coronavirus, convirtiéndose en el mes con el segundo peor saldo de toda la pandemia. Una tercera ola convertida en tsunami. 

La lección, no obstante, fue aprendida. Nadie ha osado a adaptar la célebre frase para repetir que «hay que salvar la Semana Santa» y, así, España llega blindada a unas fechas que, por segundo año consecutivo, serán completamente diferentes a las que cada uno guarda en su memoria. No habrá pasos, tronos o misterios o palios en las calles. Ni nazarenos. Para los que se alejan de la religiosidad de estas fechas tampoco habrá vacaciones en la segunda residencia de la playa o del campo. Y es que la cuarta ola acecha cuando la tercera aún ofrece sus últimos coletazos. 

Todos a una

Las autonomías, encargadas de gestionar las medidas para frenar el coronavirus tras la imposición del estado de alarma que aún está vigente, volvieron sus ojos al Gobierno después de lo ocurrido en Navidad.Y pidieron, esta vez sí, una estrategia común para hacer frente a las jornadas festivas que se acumulaban a finales de marzo y principios de abril. 

Consensuaron con el Gobierno -con el verso suelto de Madrid que  tuvo que aceptar al ser norma de rango estatal- un plan para Semana Santa que como medida estrella contempla el blindaje de las autonomías con el cierre perimetral. Salvo las excepciones conocidas (trabajo, citas médicas o cuidado de personas dependientes, entre otras) nadie podrá viajar de una región a otra durante estas fechas. Una restricción que algunas comunidades, como Andalucía, han llevado más al extremo con la prohibición de la movilidad entre provincias.

Paradójicamente, y según han reprochado tanto la oposición como la misma Unión Europea, esta limitación choca con la posibilidad de que los turistas extranjeros lleguen sin problemas (salvo algún requisito autonómico como la obligatoriedad de presentar una PCR negativa) a cualquier aeropuerto español. De hecho, los ciudadanos nacionales que tengan un aeródromo internacional en su comunidad podrán también viajar al extranjero sin problemas. Un madrileño, por ejemplo, podrá ir a Punta Cana, pero no a Toledo. O un cántabro podría viajar a París, pero Bilbao estará vetado para él.

Reuniones y toque de queda

La limitación de la movilidad no es la única restricción que planeará sobre el país esta Semana Santa. El toque de queda sigue vigente como máximo a partir de las 23,00 horas (algunas regiones lo tienen situado en las 22,00) y hasta las 6,00 horas. No hay excepciones esta vez, como sí ocurrió en Navidad con días señalados como Nochebuena o Nochevieja, donde se abrió la mano para facilitar las cenas familiares. Además, en espacios públicos cerrados solo podrán juntarse grupos de cuatro personas, como máximo, y seis en espacios públicos abiertos, salvo que se trate de convivientes. En espacios privados, las reuniones se limitarán a convivientes.

La unanimidad para establecer estas normas no se repitió en lo referente a la hostelería y los comercios. El Consejo Interterritorial estableció ese 10 de marzo que en estos ámbitos regirán las medidas que establezca cada autonomía, lo que ha derivado en un mapa asimétrico de restricciones, con críticas de unos presidentes regionales a otros -con Ayuso en el centro de casi todas las miradas-. En un último intento por lograr el consenso, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, tanteó esta semana a las comunidades para imponer un cierre estatal de las actividades no esenciales a las ocho de la tarde. También buscó el apoyo para limitar aún más la movilidad, con el cierre por provincias en vez de por comunidades. Sin embargo, la socialista se encontró con el no de Madrid, Galicia, Andalucía, Cataluña, Asturias, Murcia y Castilla La Mancha, por lo que ni siquiera llevó la propuesta a la cita interterritorial del miércoles.

Cuarta ola

Tras el descenso drástico de las cifras que se vivió a principios del mes de marzo y que elevó la esperanza de la población en una posible recuperación de cierta normalidad en su día a día, el temor a la cuarta ola es ahora una realidad. Así lo indican los datos de la evolución de la pandemia, que muestran un cambio de tendencia en todo el país, impulsado, principalmente, por dos de las variantes del coronavirus, la británica y la sudafricana. Y, mientras, el ritmo de vacunación sigue sin coger velocidad. Por eso, España vivirá otra Semana Santa diferente.