Una ciudad sin pulso y enclaustrada

F. TRESPADERNE
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Calles semidesiertas, comercios y establecimientos hostelería cerrados, aislamiento social, los burgaleses asumen las recomendaciones para frenar la pandemia y la ciudad deja de latir a pesar del sol

Una ciudad sin pulso y enclaustrada - Foto: Luis López Araico

Paseos casi vacíos, calles sin tráfico, muchos comercios y locales de hostelería cerrados o vacíos, supermercados de nuevo llenos a primeras horas de la mañana, era la imagen que ofrecía ayer la ciudad en una mañana soleada, radiante, de las que invitan a salir a disfrutar del bullicio de un sábado por la mañana. Los burgaleses, poco a poco y cargados con bolsas llenas con las últimas compras, fueron recluyéndose en sus casas y el silencio, además del aislamiento social, se fue apoderando de calles, plazas y paseos que dejaron de latir hasta quedar prácticamente desiertos a primeras horas de la tarde.

La alarma sanitaria decretada por el Gobierno central y las recomendaciones de todas las instituciones y autoridades sanitarias han calado en la mayor parte de la sociedad burgalesa, que no salió a la calle y si lo hizo fue para adquirir productos de primera necesidad, eso sí guardando colas a la entrada de los establecimientos, manteniendo las distancias recomendadas y en silencio, hasta entrar en el local cuando salía otro cliente.

Al margen de las farmacias y tiendas de alimentación, solo unos pocos establecimientos textiles y de otros productos no considerados básicos permanecían abiertos a mediodía, a pesar las protestas de las dependientas por estar expuestas al público sin protección. «Estamos porque nos han dicho que tenemos que venir, aunque no está entrando gente», afirmaba una de ellas a la puerta de uno de esos locales que cualquier otro sábado a esa hora estaba repleto de clientes.

Lo mismo ocurría con los pocos bares abiertos por el centro, dos o tres clientes en la barra, cuando a esas horas punta cualquier fin de semana hay que entrar a empujones para acercarse a la barra. La estampa de la bulliciosa Plaza Mayor y de las concurridas otros días calle San Lorenzo, La Paloma, Avellanos o Sombrerería vacías, con las terrazas de los bares recogidas y el silencio como dueño y señor, invitaba a la reflexión de los pocos viandantes que transitaban por ellas con paso acelerado, sin el relax de otros días porque el comentario generalizado de los que salían de los comercios abiertos (carnicerías, pescaderías, farmacias, estancos y panaderías) era «me voy a casa». Una recomendación que ha calado en la sociedad burgalesa y que, muy probablemente, se hará aún más evidente hoy y a lo largo de la próxima semana porque la opinión generalizada es que «esto va para largo», siendo conscientes de que la única forma de acortar los plazos de aislamiento es seguir todas las recomendaciones sanitarias, en especial la de ‘no salir de casa’ y mantener la distancia de seguridad cuando es necesario salir a la calle. El aislamiento social es cada vez más evidente, y los será aún más a partir de hoy. De las calles han desaparecido los corrillos de personas charlando animadamente y los grupos de amigos, ahora se camina solo o acompañado de un perro o mascota, lo que ayer hicieron muchos burgaleses por el casco histórico y por las zonas de ocio y esparcimiento de la ciudad, en las que no faltaron los ciclistas y los acostumbrados a realizar deporte.

Los que no salieron de casa fueron niños y personas mayores, el colectivo de más riesgo, que desde las ventanas y balcones contemplaban una imagen de la ciudad desconocida, dejando que los rayos de sol entraran en sus viviendas para aliviar una situación a la que cuesta acostumbrarse, máxime cuando estamos acostumbrados a vivir buena parte del día en la calle, llueva, nieve, como parece que hará mañana lunes, o caigan chuzos de punta.

sin coches y sin turistas. Otra prueba evidente de que los burgaleses se han tomado en serio la recomendación enclaustrarse fue el escaso tráfico que registraron durante toda la jornada las principales calles de la ciudad y también las zonas de aparcamiento con numerosas plazas vacías, recordando el ‘día sin coche’.

Las zonas más turísticas también sufren los efectos de la alerta sanitaria y de la Catedral, y otros monumentos, que están cerrados al turismo, han desaparecido los visitantes ansiosos por hacerse un selfie o buscar el mejor ángulo para inmortalizar la Seo. Este primer fin de semana con alerta sanitaria ha logrado recluir a una sociedad acostumbrada a disfrutar del ocio en la calle y que asume las restricciones confiando en recuperar pronto el acercamiento social.