El gallo de León o la muerte de nuestros pueblos

M. H. (SPC)
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El mundo rural se vacía y, como consecuencia, pequeños tesoros como esta raza autóctona en peligro de extinción se ven al borde el precipicio sin que nadie haga nada por evitarlo

Los gallos se crían en semilibertad y no provocan olores ni contaminación.

«Especiales, son gallos especiales, gallos que sólo se dan aquí, en estos pueblines, que sale usted de ellos y ni en Nocedo, ni en Valdorria, ni en la Mata de la Riva, ni en el mismo Boñar, que está ahí pegando, se crían. El porqué, no sabría decirle, porque mire usted, el que un pollín de éstos se críe en la Cándana y no se críe en La Vecilla, que está a un paso, es algo que no tiene explicación, pero así es».

Este párrafo es el comienzo de unos de los capítulos de la imprescindible obra ‘Castilla habla’ que el irremplazable Miguel Delibes publicó en 1986. Un libro que hace un repaso a los problemas que ya entonces amenazaban al mundo rural y que, más de tres décadas después, llenan la boca de todo político que se precie de serlo, pero siguen sin solucionarse.

Y estos gallos de los que habla Delibes, los afamados gallos de León, a los que ya hacía referencia hace cuatro siglos Juan de Bergara en su ‘Manuscrito de Astorga’ y cuyas plumas para montaje de moscas artificiales son apreciadas en Chile, Argentina, Estados Unidos, República Checa, Francia o Japón, por citar solo algunos países, son un magnífico ejemplo de cómo los pueblos mueren mientras no se hace nada por evitarlo.

Vista de La Cándana. La normativa urbanística impide criar gallos en las mejores parcelas.Vista de La Cándana. La normativa urbanística impide criar gallos en las mejores parcelas.El gallo de León no es un solo gallo, sino dos razas, pardo e indio, que reciben ese nombre. Sus plumas de riñón, colgadera (las dos de la espalda) y cuello tienen fama mundial para la elaboración de señuelos artificiales para la pesca de trucha gracias a unos factores (brillo, color, textura) que las hacen únicas a la hora de imitar las alas de los insectos.

Se han criado durante siglos en dos pequeños municipios del noreste leonés, La Vecilla y Valdepiélago, y, como menciona Delibes, se dice que si salen de este pequeño rincón a orillas del río Curueño la calidad de sus plumas decae hasta perder las cualidades que las hacen únicas. De hecho, se han intentado criar en muchos lugares de España y el extranjero, pero en todos los casos se ha constatado que el brillo y la textura originales se pierden por el camino.

Es decir, en apenas siete pueblos (La Matica, Sopeña, Valdepiélago, Aviados, Campohermoso, La Vecilla y La Cándana), que han recibido la denominación de mágicos por el hecho de que los gallos solo se críen allí, se encuentra la práctica totalidad de los ejemplares de una raza (dos en realidad) declarada por el Ministerio de Agricultura como ‘Autóctona en Peligro de Extinción’. Hoy en día apenas queda un criador en Campohermoso, otro en La Vecilla y otro en La Cándana, según cuenta Tomás Gil, quien fuera presidente de una asociación de criadores que está muy cerca de su disolución, asegura.

Tomás ha vendido recientemente su explotación a una persona que se ha desplazado desde Madrid, pero que ha tenido que trasladar los gallos hasta el vecino pueblo de Boñar ante la imposibilidad de criarlos en ninguno de estos siete pueblos. Y es que el futuro de pardos e indios en Valdepiélago y La Vecilla es oscuro y no parece que las administraciones local o autonómica tengan especiales ganas de solucionarlo.

Estos gallos se enfrentan a dos problemas principales: la falta de relevo generacional y la imposibilidad para que posibles nuevos criadores se establezcan en ninguno de los siete pueblos mágicos. Se sabe perfectamente que el gallo de León está sujeto a una crianza muy especial que en modo alguno se puede asimilar a la que se practica con las gallinas ponedoras o los pollos de engorde a gran escala. Requieren aire libre y una atención continuada, por lo que han de criarse como siempre se ha hecho, en terrenos anejos al domicilio del criador, para poder atenderles como es debido; es decir, se crían dentro del casco urbano o pegados.

Sin embargo, en la normativa que regula la cría de ganado la Junta de Castilla y León contempla, como es lógico, a las ponedoras y a los pollos, pero, de manera incomprensible, no hace referencia alguna al gallo de León (al que esta administración también considera en peligro de extinción), que requiere de unas necesidades radicalmente diferentes. De hecho, la cría de ganado está prohibida en cascos urbanos de más de 2.500 habitantes y en los de menos se permite gracias a una norma que caducaba este 2021 y que, gracias en gran parte al trabajo de ASAJA, se ha prorrogado hasta el 31 de diciembre de 2036. Aunque la prórroga no se ha hecho pensando en el gallo de León, sino en miles de pequeñas explotaciones familiares que aún persisten en centenares de pueblos, a estas aves les ha dado un pequeño respiro, puesto que los escasos criadores que quedan podrán mantenerse 15 años más.

Sin embargo la mayor traba para la supervivencia de esta raza está en la práctica imposibilidad para establecerse que tienen los potenciales nuevos criadores. En primer lugar, las escasas explotaciones que aún se mantienen solo se pueden traspasar de padres a hijos, con lo que nadie de fuera puede adquirir estas granjas ya en marcha. De hecho Tomás quiso retirarse hace ya unos años y, cuenta, tuvo un comprador para su granja. Una pareja joven con dos niños quiso establecerse en La Cándana (es allí donde criaba sus gallos) y comprarle los terrenos y la vivienda, pero la imposibilidad para traspasar estas licencias de actividad impidió que se volvieran a ver chavales en edad escolar en un pueblo que lleva lustros sin tener uno; curiosa la política de la administración con los pueblos que se vacían.

Pero el mayor problema está en que la calificación urbanística del suelo de La Vecilla y Valdepiélago impide, en la práctica, que nadie pueda comprar una parcela y obtener una licencia para esta actividad en las zonas más adecuadas para ello, ya que figuras como el Suelo Rústico Agrícola de Calidad no lo permiten. Así las cosas, este gallo está abocado a la extinción en muy pocos años si no se cambian algunas normas.

Una raza como esta, con sus especiales requerimientos de cría, bien merece una consideración específica si lo que se pretende es salvarla, reflexiona Tomás. Parece lógico impedir el establecimiento de cabañas ganaderas dentro de los cascos urbanos, pero hay que tener en cuenta que es un animal que no da lugar a grandes explotaciones, que no genera olores ni desperdicios debido a que están en semilibertad y cuentan con muchos metros cuadrados por cabeza y, lo más importante, que se cría en casa, dada la atención que requiere. Es decir, se cría o bien dentro, o bien lindando con el casco urbano de estos siete pueblecitos de la ribera del Curueño en los que sus plumas conservan intactas las características que las han hecho famosas. Si se meten en una nave, adiós a la calidad de sus plumas; si se crían al aire lejos del casco urbano y de la atención del criador la explotación no pasaría de ser un comedero para zorros, garduñas, azores y otros muchos depredadores (algunos de dos patas, que también los hay).

Los sucesivos equipos municipales de La Vecilla en los últimos años tienen en realidad mucha responsabilidad en esta situación. En una zona que se va despoblando, con habitantes cada día más ancianos y cada vez menos actividad económica, es incomprensible que no se potencie la cría de esta raza, más teniendo en cuenta que es el único lugar del mundo donde se existe. Cultum no ha podido hablar con la alcaldesa de La Vecilla, pero Tomás Gil nos aclara que, por lo que él sabe, no se está haciendo nada para cambiar esa ordenación urbanística de manera que nuevos criadores puedan establecerse.

La triste realidad hoy en día es que una familia que quiera irse a vivir a este municipio para conservar una raza de la que quedan pocos y en su mayor parte ancianos criadores, dar vida a pueblos que se mueren y generar riqueza, no puede hacerlo. Y más triste aún es pensar que un ave bella y ancestral que ha sorteado guerras, hambrunas y epidemias, que durante siglos ha sido parte de la vida diaria de un pequeño y hermosísimo rincón de la geografía española, que es extraordinariamente apreciada fuera de nuestras fronteras, vaya a morir porque la dejadez de nuestra clase política la asfixia.