La función más solitaria

I.M.L.
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La misa en honor a la Virgen de las Viñas se celebró a puerta cerrada. A pesar de que este es el segundo año que no se pudo sacar la imagen en procesión con todo el boato, el goteo de arandinos en la ermita se amplió todo el día

Distancia de seguridad y mascarillas, normas mínimas para la misa solemne. - Foto: I.M.L.

No llegaban a 40 las personas que ocuparon el interior de la ermita de la Virgen de las Viñas en el día grande de las fiestas patronales de Aranda de Duero. La situación de pandemia obligó a celebrar la misa solemne a puerta cerrada pero manteniendo todo el boato y multiplicando la emoción de los presentes. «Esto es muy triste, todo lo que estamos pasando, toda la gente enferma y que ha fallecido, los tenemos muy presentes, pero un día como este la ermita no se había visto nunca así», comentaba la camarera de la Virgen, Lidia Guillén Deogracias, que es quien se encarga de engalanar al imagen de la patrona arandina, que había tenido muy en cuenta la situación de pandemia y suspensión de las fiestas patronales a la hora de desarrollar esta labor. «Estos tiempos requieren sobriedad, por eso solo le he puesto como únicas joyas la medalla de la Villa de Aranda y un crespón negro», especificaba.

Junto a ella, siete concejales del Ayuntamiento de Aranda, con la alcaldesa Raquel González a la cabeza, además de los alcaldes pedáneos de Sinovas, Miguel Ángel Gayubo, y La Aguilera, Luciano Burgos, y los miembros del Consejo de la Cofradía representaron al pueblo fiel que, todos los años, abarrotaba el templo y después acudía en masa a la procesión tras la misa, que el año pasado por la lluvia sentó un precedente único en la historia de suspenso del paseo de la patrona por la explanada de la ermita, que este año se repetía a causa de la pandemia. Aún así, incluso antes de que se abriesen de nuevo las puertas del santuario tras la ceremonia, ya había arandinos esperando para entrar a ver a su Virgen, repitiéndose rezos, peticiones y miradas emocionadas a la imagen durante todo el día.

Ante la presencia de unos medios de comunicación escogidos, entre los que estaba Diario de Burgos, el arzobispo de Burgos, Fidel Herráez, ofició la ceremonia, acompañado solo por el párroco de Santa María, Miguel Ángel Díaz, y el arcipreste de Santo Domingo, Antonio Nebreda. Herráez recordaba en su homilía que este santuario era el primero que visitó cuando hace cinco años le destinaron a esta diócesis y que ahora lo hacía a la espera de un sustituto, ya que se encuentran en edad de jubilación. En sus palabras no pudo perder de vista la situación de pandemia que había obligado a celebrar esta misa mayor en tan extrañas circunstancias, recordando que la Virgen de las Viñas había estado muy presente en el corazón de los arandinos en otras epidemias históricas. «Parece que la peor de las epidemias tuvo lugar en 1885, se habla de un médico que atendió de un modo especialísimo en ese momento y, de pronto, cuando se le buscó, había desaparecido. Muchos atribuyen a una ayuda muy especial de la Virgen la aparición de ese médico que ustedes tienen siempre aquí, en el Mediquín, siempre a los pies de la Virgen»,  rememoraba el arzobispo.

A falta del Orfeón Arandino, habitual intérprete de los cantos litúrgicos en esta misa, su director, Juan Carlos Andrés Brogueras, y la soprano arandina Mónica Moreal desarrollaron un cuidado programa, resonando sus piezas en la nave casi vacía, resultando especialmente emotivo el Ave María de Giulio Caccini, que dedicaron especialmente a todos los arandinos y ribereños víctimas de la covid-19.