Un soporte emocional

BELÉN DELGADO
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El aislamiento de las personas mayores en las residencias ha sido especialmente difícil pero los equipos que trabajan en ellas han tratado de mitigar los efectos volcándose en su atención

Las actividades grupales y terapéuticas se han ido retomando poco a poco tras la vacunación. - Foto: Alberto Rodrigo

La pandemia no solo se ha llevado por delante la vida de muchos mayores que vivían en residencias, también ha afectado psicológicamente a los supervivientes de esta crisis sanitaria. Y es que, durante el pico de la primera y de la segunda ola, los ancianos tuvieron que vivir casi incomunicados y encerrados en sus habitaciones. Una situación que les ‘tocó’ desde el punto de vista emocional por la paralización de las actividades grupales y terapéuticas y por la suspensión de las visitas y salidas. 

«Durante las semanas del confinamiento se notaba el decaimiento. Fueron los días más complicados que hemos vivido como profesionales en la residencia porque nos vimos obligados a hacer lo contrario de lo que siempre habíamos propiciado: que entraran las familias, que los residentes se movieran por todos los espacios y que se sintieran como en casa. Tenerles en sus habitaciones, que comieran en ellas, fue difícil para todos. También para nosotros», reconoce Diego Juez, director de Vitalia Jardín, en Tardajos.

Para mitigar los efectos de las restricciones, los 70 profesionales que trabajan en este centro, tanto los que conforman el equipo de atención directa como el de tareas sociales, se volcaron en el cuidado físico y emocional de los residentes hasta el punto de fusionarse para realizar labores en ambos campos de manera conjunta. «Cambiamos dinámicas de trabajo para adaptarnos a la situación y que esto no resultara tan negativo para ellos», agrega.

Pero si hay alguien que conoce a la perfección el estado en que se encuentran los residentes ese es el doctor Mateo Díez, médico de Vitalia Jardín. En palabras de este neurólogo, los mayores han sabido adaptarse a las circunstancias y han demostrado ser personas muy fuertes. No en vano, es una generación que ha sufrido mucho y está curtida. «Pensé que iba a ser mucho peor. Me ha sorprendido que no hayan empeorado más a nivel anímico», explica, tras admitir que los momentos más tristes para ellos fueron las navidades, cuando no pudieron estar con los suyos.

El alivio, esta semana, de las restricciones, una vez que se ha logrado la inmunización con las vacunas, supone -según el doctor Díez- un cambio radical desde el punto de vista psicológico. «Necesitan el contacto con su familia. Para las personas con demencia, con deterioro, un beso, una mirada o una caricia es importantísimo», dice.