Experimento con la fruta prohibida

S.F.L.
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Julio Molinuevo posee una plantación de manzanos locales y franceses en Penches e investiga el comportamiento de cada variedad

Julio Molinuevo comenzó a experimentar con variedades de manzanas hace 11 años.

Químico de formación y actualmente jubilado. Persona inquieta con ganas de seguir aprendiendo de la vida. En su casa de Penches pasa temporadas disfrutando de la tranquilidad, la lectura, la naturaleza y de sus frutales. Así es Julio Molinuevo, un adicto a vivir nuevas experiencias.

En lesta pequeña localidad, ubicada a a unos 4 kilómetros de Oña, Molinuevo posee una pequeña plantación de manzanos con 65 variedades distintas. Esta pedanía tuvo fama a mediados del siglo pasado por ser una gran productora de fruta de calidad, ya que se vendía en varios puntos de la geografía nacional y que supuso un importante ingreso económico para los productores. 

Con el paso de los años los métodos de cultivo no se actualizaron y esto provocó que la economía decayese hasta hacerse prácticamente invisible. Hay que echar la vista 11 años atrás para situarse en los inicios de sus investigaciones con las nuevas variedades de manzanos. 

El químico optó por estos frutales porque tienen facilidad de adaptación en amplios márgenes climatológicos. El objetivo de su investigación consiste en comprobar el comportamiento de cada especie foránea y de otras locales, que no coinciden con las habituales de los mercados. Desde hace años mantiene contacto con Evelyne Leterme, fundadora y directora del Conservatorio Vegetal de Aquitaine (CVRA), en Francia. Molinuevo ha visitado en varias ocasiones dicho lugar. Leterme se trasladó el año pasado a España y mostró mucho interés por conocer el comportamiento de los árboles traídos de Francia en un clima y tierra diferentes, así como de la cereza del Valle de las Caderechas. 

Los tipos de manzanos de la producción penchina se eligieron por el aspecto de su fruta en las exposiciones del Conservatorio, aunque alguno de ellos se ha plantado varias veces sin éxito. Las alineaciones de los árboles mantienen una separación de cinco metros entre las líneas y dos entre cada árbol de esa línea, por lo que da una densidad de 1000 por hectárea. 

En su manzanal, el investigador cuenta con variedades que florecen en distintas épocas y durante cuatro o cinco semanas hay árboles con yemas. Esto le permite evaluar la importancia que tiene el clima y así paliar sus efectos. Con el paso del tiempo ha comprobado que las heladas y las lluvias afectan a unas clases o a otras según los años, por lo que unos se quedan sin fruto pero otros se salvan. También que en el caso de las especies francesas, las floración llega unos 15 días más tardía que en su medio natural de origen.

De las 65 clases que dispone, 30 proceden del Conservatorio francés y esto le permitirá disponer de alguna de las variedades para plantaciones comerciales, de volúmenes reducidos pero con una calidad que pueda abrir un mercado nuevo en las zonas limítrofes. 

Una de las variables más importantes radica en la forma de cultivo. Julio Molinuevo sigue métodos actuales tendentes respetando más el medio ambiente, considerándose una adaptación de la forma de trabajo utilizada en el CVRA y a Las Caderechas. En un futuro y cuando las observaciones indiquen la viabilidad de una variedad, determinará las características que puedan aconsejar plantaciones de volumen comercial tales como la calidad de la manzana, la resistencia a enfermedades y el modo de su cultivo. 

La idea que el examinador persigue trata de mantener cultivos no monovarietales por varias razones. «En este sentido deberán hacerse campañas de adaptación de los consumidores a géneros menos globalizados, de alta calidad y de gustos diferentes. Algunas de las nuevas tendencias como las de productos y mercados cercanos, así como el respeto medioambiental han de ayudar a ello», declara.