El movimiento vecinal solo atrae al 7% de los arandinos

I.M.L.
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Tras décadas de trabajo en las asociaciones de vecinos, la cifra de socios se desploma

A la última asamblea general de la AAVV Santa Catalina solo acudieron once personas. - Foto: I.M.L.

El movimiento vecinal en la capital ribereña se desinfla, poco a poco, con una lenta fuga de socios que tiene tres causas claras y contra las que luchan las diferentes asociaciones de vecinos. Entre todas, las seis que perviven en Aranda, no superan los 2.500 integrantes, poco más del 7% de la población arandina, y la gran mayoría de los que pagan anualmente su cuota no participan en nada. 

La excepción que confirma la regla es la Asociación de Vecinos Allendeduero, que tiene unos 800 socios. «La cuota de 5 euros al año es por familia, no por persona, e incluso alguno de los socios no es del barrio pero están apuntados por las actividades que vamos pudiendo hacer», explica Rosa Alcubilla, miembro de este colectivo, que en los últimos años ha sumado talleres, club de lectura y otras propuestas para sus vecinos.

El resto de las asociaciones ven poco a poco mermar su número de integrantes. «Cuando más socios tuvimos fue 862, éramos la segunda asociación vecinal más grande de la provincia, ahora solo somos 540», explica Antonio Adeliño Vélez, presidente de la AAVV Santa Catalina. «Hemos llegado a tener 480 socios y ahora somos 337», lamenta Manuel Muñoz, presidente de la AAVV La Estación; mientras que su homónima de Ferial Bañuelos, Tere Bermejo, apunta que «ha bajado, tenemos unos 360 socios, parece mucho pero el barrio es muy grande».

Adiós a las actividades. Esta sangría de reivindicación vecinal sufrió la puntilla hace cinco años y todas las asociaciones lo notaron. «Cuando más se dieron de baja, 80 de golpe, fue cuando nos quitaron las actividades porque decían que para qué querían ser socios si no podían venir a hacer cosas», reconoce Muñoz. En la misma línea lo interpreta Vélez porque «se ha fastidiado el sistema de captación de socios porque el banderín de enganche eran las actividades, cada año se dan de baja 15 o 20, empezó a ir para abajo para abajo y no sé cuándo parará».

A esta causa de la pérdida de socios se suman la falta de relevo generacional y la elevada media de edad de sus integrantes. «Tenemos socios muy mayores y hay una falta general de interés por las asociaciones en general, la gente no se quiere mojar, no quieren luchar por lo que puede necesitar el barrio», constata Bermejo. «Es una tendencia de la sociedad porque la gente joven no lo ve una necesidad», refuerza Vélez.

El remate para este movimiento vecinal ha llegado de la mano de la Administración local, que no pone de su parte para poder mantener las pocas actividades que ahora les dejan hacer. «El Ayuntamiento no nos lo pone fácil para justificar las subvenciones y otro tipo de trámites, cuando estamos gestionando los locales municipales por amor al arte», critica la presidenta de la AAVV Ferial Bañuelos. Esto se traduce en que si no se pueden justificar los gastos, la cuantía de la subvención merma, con lo que las asociaciones vecinales pierden una parte importante de sus ingresos, y sin presupuesto no pueden seguir con sus acciones, lo que las lleva a quedarse vacías de contenido y perdiendo el atractivo para captar a nuevos socios.

Una pescadilla que se muerde la cola y que, de seguir así, abocará a la desaparición a estos colectivos que hace no tantas décadas eran fundamentales para mejorar el estado de los barrios y la convivencia entre los propios vecinos.