«No nos entregan EPI nuevos desde el mes de junio»

S.F.L.
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Las 14 auxiliares de Briviesca contratadas por Sacyr Social se lamentan de ser las «grandes olvidadas en la ponderación de los convenios salariales pese pertenecer al grupo de las profesiones esenciales» dentro de la pandemia de coronavirus

Las empleadas briviescanas exigen sus derechos laborales. - Foto: S.F.L.

Su profesión representa el esfuerzo, la humanidad y la ética dentro del engranaje de la sociedad en el desempeño de su trabajo. Las auxiliares de ayuda a domicilio conforman un pilar fundamental para cuidar a las personas más vulnerables. Sin embargo, ¿Qué reciben a cambio? Por un lado la gratitud de los familiares y los usuarios que atienden pero por otro una precariedad laboral y falta de reconocimiento personal. Estas empleadas son las que en última instancia hacen que el mecanismo funcione. Proveen a los mayores y dependientes las necesidades de atención y prevención básicas que, por motivos familiares o personales, sus seres queridos no les pueden ofrecer.

Sin embargo, las 14 auxiliares de Briviesca contratadas por Sacyr Social se lamentan de ser las «grandes olvidadas en la ponderación de los convenios salariales pese pertenecer al grupo de las profesiones esenciales» dentro de la pandemia de coronavirus. La falta de material de protección ha marcado la pandemia a estas empleadas que denuncian en este periódico que llevan desde el pasado mes de junio sin recibir ningún EPI para acudir a su puesto de trabajo.

Josefa Sedano, portavoz de la agrupación, confiesa que no reciben ni guantes ni mascarillas a no ser que ellas mismas se presenten en las oficinas de la empresa, ubicadas en Burgos, algo que «no tenemos por qué hacer», declara. Asimismo, esta mujer que lleva ejerciendo 25 años, confiesa que las mascarillas se las tienen que comprar ellas con los «sueldos tan precarios» que reciben al igual que el gel desinfectante. «Es curioso ver como todos los establecimientos cuentan con los expendedores o botes y a nosotras jamás nos hayan suministrado uno», afirma.

Asimismo, confiesa que la compañía únicamente les hizo entrega de una bata hace dos años y que utilizan la misma en todos los domicilios. «Tenemos que andar con mucha mañana para lavarla por la noche y que esté seca para la mañana siguiente», apunta.

«Gastamos de lo nuestro. Además de los sueldos miserables que cobramos tenemos que comprarnos el material de trabajo que deberían proporcionarnos», expone Beatriz Sáez, otra de las empleadas briviescanas. Es una de las pocas que hasta hace pocos meses acudía a cuidar a ancianos a otros pueblos de La Bureba. No obstante, la empresa decidió reducir su contrato y los casos que atendía. «Aparte de pagar cuando les daba la gana el kilometraje en la nómina no aparecía los que me abonaban, por lo que desconozco si me deben dinero o no», recalca.