Guerreras que dicen basta a la invisibilidad

S.F.L.
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Seis mujeres de Briviesca que padecen enfermedades mentales participan en la segunda edición del Proyecto Julia: redes que sanan espacios rurales. La iniciativa ofrece oportunidades para el desarrollo personal y social de las féminas

La cita del proyecto Julia en Briviesca es los martes. - Foto: S.F.L.

No es suficiente con el diagnóstico y el tratamiento de determinadas enfermedades mentales, en el futuro se deberá tener también muy en cuenta la manera de cómo los afectados se sienten dentro su entorno.  Algunos de los efectos asociados al trastorno son el sentimiento de vergüenza y la discriminación social que experimentan estas personas por el solo hecho de padecer una enfermedad.
El Proyecto Julia: redes que sanan en espacios rurales,  llega a Briviesca y en él participan seis mujeres con distintos problemas de salud mental. Se reúnen los martes en la Casa de Cultura y continua abierto en caso de que alguna otra fémina quiera intervenir. Los talleres, que se impartirán hasta el 3 de diciembre, buscan dar a conocer las desigualdades existentes entre hombres y mujeres, empoderar la figura femenina y generar recursos en ellas.
El objetivo de  las reuniones  persigue la idea de unión. Es fundamental que el trabajo que se hace cada martes perdure una vez haya finalizado de manera formal y por ello desean «conseguir» que las relaciones que se han creado y el apoyo que se ofrecen las unas a las otras «se siga llevando a cabo en la calle», afirma una de las trabajadoras sociales.
Una de las áreas que más relevancia toma en el proyecto, que cuenta con la financiación de la Dirección General de la Mujer de la Junta y la fundación ONCE, es la relacionada con potenciar las capacidades y recursos de las participantes, fomentando procesos de reflexión y acción conjunta favoreciendo su empoderamiento y su necesidad de poder elegir en libertad su propia vida.
Tras la primera edición del trabajo y el análisis de las conclusiones evaluadas, el 95% de las mujeres confirmó haber «aumentado» sus redes de apoyo y el conocimiento de recursos en sus zonas. También «redujeron» el aislamiento y la soledad común de todas.

 

YANET: «Acudo a los talleres para poder reintegrarme en la sociedad»

Padece esquizofrenia desde muy joven «Acudo a los talleres para reintegrarme en la sociedad y crear un vínculo de amistad con otras mujeres», declara. Hace años la diagnosticaron esquizofrenia y desde entonces, la vida de Yanet no fue la misma.

Tanto en países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo, el aislamiento social es un denominador común y se asocia con un peor pronóstico de la enfermedad. Aquellas personas con esquizofrenia que presentan una red social más amplia y compleja tienen menos probabilidades de reintegrarse por agudización de la enfermedad.

Nació en Cuba y desde que abandonó su país en busca de una vida mejor en España, ha recorrido varias ciudades como Barcelona, Madrid o Burgos. Nunca se ha sentido integrada y en ocasiones, la vida se la hace cuesta arriba. «Me siento muy apartada y eso me complica mucho el día a día», afirma la joven.

Las personas que padecen esta enfermedad ven la vida de otra manera, «cosas que no son naturales en el resto de la población», añade. La integración en un grupo no resulta tarea sencilla aunque los esquizofrénicos que cuentan con el apoyo y tolerancia de familiares, amigos y las personas que le rodean, consiguen reinsertarse a la vida familiar y laboral.

Gracias a este proyecto y otras terapias que realiza con distintas asociaciones se encuentra un poquito mejor. «Mi patología no tiene cura y hay que aprender a vivir con ella». También aclara que el hecho de acercarse los martes a la Casa de Cultura hace que se sienta «útil» y se muestra «encantada» de compartir sus problemas con el resto de compañeras.

 

TRINIDAD: «Mi pareja me dejó problemas económicos e intenté suicidarme»

Un suceso fatal cambió su vida drásticamente. Había padecido depresión en otras ocasiones pero últimamente se encontraba en un buen momento. Sin embargo, la vida volvió a poner al límite a Trinidad. A raíz de que su pareja falleciera hace dos años, recayó. «Me dejó muchos problemas económicos y al no poder asumirlos intenté quitarme la vida», declara.

Tras su intento de suicidio permaneció tiempo ingresada. Actualmente, se encuentra desempleada y cobra una minusvalía de 600 euros. «Tenía un buen trabajo pero tuve que dejarlo porque tengo artrosis degenerativa», aclara. Con su sueldo se hace cargo de una persona mayor y de su hija de 12 años. «Intento salir de este infierno por ella». Para Trini, así es como la llaman, los talleres han sido un descubrimiento y acudir a ellos provoca que se despierte en su interior una energía positiva. «Es una terapia maravillosa porque podemos contar nuestras vivencias sin que nadie nos señale con el dedo», afirma.

La mujer ha vivido episodios continuados de rechazo simplemente por no encontrarse en un buen momento. Según Trini, lo único que busca se simplifica en la «aceptación» como persona y no como enferma mental.

La depresión es una enfermedad que puede llegar a volverse crónica y recurrente, dificultando el desempeño de las personas, su capacidad para responder las demandas de la vida en el trabajo, estudios o familia. «Caí en este problema y no supe enfrentarme a él». Acude a las jornadas para aprender de cada compañera y adquirir conocimientos para tratar de ayudarse entre todas.

 

MARÍA JOSÉ: «Todo lo que me da esperanzas para salir  de la enfermedad me interesa»

Ha estado meses sin salir de la cama por culpa de la depresión. María José convive con la depresión desde hace años. Esta enfermedad se considera un trastorno emocional que causa un sentimiento de tristeza constante y una pérdida de interés en realizar diferentes actividades. «Me he tirado meses sin salir de la cama, a oscuras, sin ganas de vivir», afirma.

Las mujeres que imparten los talleres en la capital burebana fueron algunas de las que ayudaron a María José en los momentos más críticos de su pena. «Venían a mi casa, me atendían y me daban muchísimo cariño, gracias a ellas conseguí salir de casa», manifiesta. Cuando se enteró de que el Proyecto Julia llegaba a Briviesca no dudó en participar. Confiesa que la «aporta mucho» juntarse los martes con las demás compañeras y considera que el trabajo que llevan a cabo los servicios sociales es «muy válido». Todo lo que consiga que se sienta mejor es bienvenido, por lo que también acude a otras terapias. «Aquello que me da esperanzas y me hace ver una luz en el horizonte me interesa», afirma.

Durante los días de encuentro comparten sus historias, muestran los problemas a los que se enfrentan día a día e intentan ayudarse entre ellas. Se siente muy a gusto con las demás participantes y con el proyecto espera mejorar aún más. «Pongo mucho de mi parte y con el apoyo indispensable de las trabajadoras, estoy convencida que mi enfermedad se relajará», expone.
Agradece que el Ayuntamiento y demás entidades de la ciudad pongan de su parte para que las personas con problemas puedan «ver más allá del túnel».

 

MARÍA DEL CARMEN: «Por culpa del alcohol llegue a desatender a mis hijos y familiares»

Lleva 9 años luchando contra el alcohol Muchas personas con problemas con la bebida no pueden decidir cuándo su consumo está fuera de control. María del Carmen plantó cara a su enfermedad hace ya 9 años y desde entonces, lucha cada día para ofrecer una vida mejor a sus dos hijos, padres y hermanos. En los peores años su mundo giraba en torno a la bebida, no pensaba en otra cosa e incluso llegó a desatender a sus niños y familiares.

«Me planteé dejar este vicio principalmente por mí, por valorarme como mujer y como madre», explica. Cuando se percató del verdadero problema que tenía cogió fuerzas y tiró para adelante. Desde entonces se siente más «liberada», ha realizado varios tratamientos y cursos y se siente muy orgullosa de los logros conseguidos pero reconoce que «sin el apoyo incondicional de su familia» no lo hubiese conseguido. «Me encuentro muy satisfecha conmigo misma y lo grito a los cuatro vientos», manifiesta.

Tras superar la enfermedad deja unos años fatales en los que la protagonista reconoce que «no era ella». Los problemas con la bebida no se miden por la cantidad de alcohol que alguien consume o la frecuencia con la que lo hace. Lo más importante es la manera en la que la bebida «afectaba en mi vida», afirma.

María del Carmen se siente muy integrada y muy cómoda escuchando a otras personas y contando sus experiencias dentro del proyecto Julia.
Confiesa que en Briviesca existen muchas posibilidades de que una mujer con problemas «salga hacia adelante» gracias al trabajo de los servicios sociales.