Como única máscara, la mascarilla

I.L.H.
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La pandemia impide programar actividades por Carnaval, una fiesta para compartir la calle que choca con las reuniones de 4 personas. Festejos descarta hasta el pregón y por primera vez no habrá sardina ni chirigota de la Recreativa Castellana

Mariano de la Fuente (i) comparte la pena de Nicolás del Río, el único que queda de los fundadores de la comparsa. - Foto: Alberto Rodrigo

Abren las puertas de la peña después de seis meses y para atendernos. Las mesas y salas que a estas alturas vivirían frenéticas el calor de los cánticos y el ajetreo de los remates en los disfraces, están vacías y desangeladas con las cintas que marcan la distancia de seguridad dejando un halo de tristeza. Ni rastro de tijeras, patrones, antifaces, partituras o turutas. Tan solo la gran máscara veneciana que diseñó Román García recuerda que en esas estancias el Carnaval es parte de su esencia. En apenas dos semanas la Peña Recreativa Castellana faltará por primera vez en su historia a la cita en las escaleras de la Catedral.

Nicolás del Río, de 74 años, lleva disfrazándose con la comparsa desde que la crearon en 1988. Es el único que queda de los de antaño y no puede evitar emocionarse al describir lo que significa el Carnaval:«Es mi vida. No es solo por el disfraz o la chirigota. Es el aliciente que supone, el compañerismo y la convivencia desde mediados de noviembre cuando nos ponemos a prepararlo. Es saber que la gente te sigue y está pendiente, que agotan los 4.000 libretos que publicamos». 

Tampoco ha faltado nunca desde que se inscribió Mariano de la Fuente, de 77 años: «¿Que cómo lo llevo? De puñetera pena. Es lo que compartes lo que nos han quitado; la implicación de la gente, el trabajo compartido, las risas y la complicidad... El año pasado salvamos de milagro, pero éste es imposible», asegura mientras reconoce haber olvidado hasta cómo se maneja la cafetera después de tantos meses con la peña clausurada.

Para quitarse el gusanillo les queda repasar con la periodista las fotografías que exponen en la sede con el disfraz de cada año. Desde aquel de orquesta de 1988 al último de guardias suzios en 2020 pasando por el que dejó bocetado Román en 2013 pero no pudo disfrutar por estar ya muy enfermo (murió en mayo de ese año) o el que casi no lucen en 2006. Aquel año, recuerda Del Río, el domingo de Carnaval amaneció con varios centímetros de nieve y no pudieron acudir a la puerta del Sarmental. Para quitarse la espinita, y con el permiso del Cabildo, interpretaron sus cánticos al domingo siguiente. Salvándolo por poco.

5 lustros de sardina. Pero en 2021 es imposible. Por primera vez en 32 años (en 1988 no cantaron) faltará la ironía de sus letras y el disfraz elaborado. No habrá murga, ni todo lo demás. No hay opciones para una cabalgata con don Carnal y doña Cuaresma, tampoco para repartir el chocobizco, enterrar a la sardina o salir en cuadrilla disfrazados. Menos aún juntarse a preparar la indumentaria o crear una carroza para que sea quemada.

De hecho será también la primera que vez en 25 años que no habrá diseño de la Asociación de Artistas Plásticos de Gamonal para ese pez que se consume entre las llamas mientras lloran desconsoladas las plañideras. Así lo asevera Cristino Díez, que está detrás de sus diseños desde 1996, cuando la sardina salió a pasear la primera vez por el barrio de Gamonal.

 Porque, claro, todo eso choca con las restricciones de la pandemia, así que si es de los que suspiran por cambiar de identidad bajo una máscara y un antifaz, este año solo le queda resignarse a que no le reconozcan bajo la mascarilla (y el vaho de las gafas si las necesita).