Visitar el mundo a través del barro

I.M.L.
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El grupo Volandera invita a viajar en la más amplia acepción del verbo, con la ayuda de maletas, libros, cámaras de fotos o simples caminos de huellas

Maletas, mochilas, bolsas, viajeros, libros, barcos, calabazas de peregrino o huellas pueden ser sinónimo de viaje. - Foto: I.M.L.

El colectivo Volandera, conformado por alumnos de la Escuela Municipal de Cerámica de Aranda de Duero, comparten hasta el 29 de septiembre en la sala arandina de exposiciones de Cultural Caja de Burgos su visión en torno a los viajes. Una treintena de artistas han creado las piezas más diversas, dejándose llevar por lo que el hecho de conocer otras tierras les sugería. «Elegimos este tema porque abarca muchas cosas, para cada uno significa algo distinto, a unos puede sugerirles una maleta, un viaje puede ser un buen libro, una cámara de fotos,...», enumera Mar Arranz, miembro de este colectivo.

Esta muestra ya se ha podido ver en el Consulado del Mar en Burgos, en la propia Escuela de Cerámica y en la localidad de Hacinas, pero cada vez que la han montado es diferente. «Faltan algunas piezas que estuvieron en la primera exposición, pero hay otras nuevas que no se habían visto hasta ahora, y el montaje también es diferente, es como una exposición nueva, aquí hemos optado por las mesas largas y hemos jugado con sillas y con la pared para los murales», remarca Cristina Peinador, otra de las ceramistas.

Para quienes se acerquen a verla, les sorprenderá la estética de muchas de las piezas, que a simple vista nadie diría que están hechas de barro. Hay libros tan reales que invitan a abrirlos, barcos que dan ganas de soplar sus velas y hasta un cayado de peregrino con su concha y sus calabazas. «Un niño le preguntaba a su madre si eran de verdad y le he explicado que menos el palo, todo lo demás es cerámica», aclara Ascensión García Morato, otra de las portavoces del colectivo Volandera.

También se han utilizado las más diversas técnicas para dar forma a estas obras de arte. «Hay rakú como las cámaras de fotos, hay piezas de barro blanco, piezas de gres, esmaltes...», relata Cristina, con una mirada alrededor de la sala.

Al entrar en la sala, sorprende la variedad de imágenes que asaltan al visitante y que le meten de lleno en una experiencia evocadora, como un gran libro abierto de barro blanco que refleja el fantástico viaje de Alicia al clásico país de las maravillas, o un grupo de personas que lleva a pensar en las largas colas de emigrantes que, por motivos económicos o por guerras, deben dejar su tierra para buscar un futuro mejor lejos de ella.

Presidiendo al fondo de la sala hay un gran mural marcado por huellas de pies desnudos y el avispado observador podrá descubrir sombreros, bolsas, un mapamundi, un monedero y hasta una gran gola blanca, de barro blanco, junto al tintero y la pluma que bien podría haber utilizado cualquier literato de nuestro Siglo de Oro.

Una experiencia única a través de piezas rígidas que lleva a la imaginación a transitar por lugares de imaginación o a recordar momentos vividos en viajes personales. El trabajo del colectivo Volandera vuelve, una vez más, a demostrar que la cerámica no es cosa solo de botijos, platos y tarteras de barro, sino que es un arte con el que crear piezas a la altura de las más elevadas pinturas y esculturas.