Una llamada de atención al ser humano que va a lo suyo sin reparar en las señales de alarma de su entorno; la reivindicación del camino frente a la meta; la ceguera coja en una pareja; la necesidad de romper los corsés en una sociedad aún pacata ante el cuerpo; la búsqueda infinita; y un canto a las culturas. Que la danza es un lenguaje universal y que permite abordar todo tipo de inquietudes volvió a evidenciarse ayer en la representación de las primeras seis piezas a competición de Contemporánea, la estrella del Certamen Internacional de Coreografía Burgos-Nueva York. Obra coral, dúo o solo; reivindicativa, emotiva o surrealista. Digan lo que digan coreógrafos y bailarines, la danza, y ayer quedó más claro que nunca, es un paso hacia la felicidad.
El público se revolvió, se arrellanó y se conmovió en la butaca y aplaudió Poesía en estado de alerta, de la costarricense Maui Barzuna; Crisalide, del italiano Giovanni Insaudo; Gaslight, de Carolina Isach Cogollos, y Niks, de Alfonso Fernández Sánchez, ambos españoles, la primera afincada en Chequia y el segundo en Alemania; Desierto, de Alfonso López González; y Jenga, de la italiana Lia Claudia Latini.
Intercaladas con estas seis propuestas, con la animación musical de Petite Mort entre una y otra y una limpieza exhaustiva, se mostraron dos de Urbana, la otra sección consolidada: Errantes, del venezolano Cristy Cortez y el español Enric Sanjuan, y Resistencia, de la argentina Jennifer Jaime y el venezolano Gabriel Camprubi.
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