«La estupidez es una poderosa forma de comportamiento»

ALMUDENA SANZ
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ENTREVISTA Inquieto y todoterreno, compagina a un excéntrico 'Antígona' en el teatro, al desquiciado coronel Tamayo de 'La casa de papel' y al juglar del siglo XXI que interpreta en '¡¡¡Por todos los dioses!!!', hoy en Cultural Caja de Burgos

«La estupidez es una poderosa forma de comportamiento»

Por Tutatis, aunque no sea griego, parece ser que sí, que Fernando Cayo podrá traer por fin a Burgos ¡¡¡Por todos los dioses!!! tras dos intentos de dar esquinazo a la pandemia. El actor vallisoletano se convierte en un juglar del siglo XXI para continuar con su proyecto más personal, que emprendió con ¡Salvaje! y siguió con La terapia definitiva. Ahora vuelve con un más difícil todavía que dibujará, con la única compañía del percusionista segoviano Geni Uñón, hoy en el escenario de Cultural Caja de Burgos de la avenida de Cantabria (19.30 h., 18 euros). 

‘¡¡¡Por todos los dioses!!!’, ¿qué? 
Es un espectáculo de mitología griega que he estado escribiendo en los dos últimos años, está en la línea de mis dos montajes anteriores en solitario, que surgen de mi paso por la escuela en Italia de Antonio Fava, que me dio una manera de hacer muy similar a la de Darío Fo, un juglar contemporáneo que cuenta historias. Recorremos la mitología griega, pero al mismo tiempo hacemos un paralelismo con nuestros dioses contemporáneos y esas características tan humanas de los dioses griegos que nos sirven para dar una visión crítica, humorística y sarcástica de la vida, sociedad y costumbres. 

No está la cosa para más tragedias griegas... 
Vamos a ver a una comedia absoluta. No es el monólogo de un tipo con un micro hablando de su vida cotidiana, es un concepto teatral, de gesto, potente, con muchísima participación de los espectadores, borro la cuarta pared, me comunico con la gente que está en el teatro; es muy lúdico, divertido, casi naif por momentos, cabaretero, fiesta pura. 

Dice que borra la cuarta pared. ¿Las mascarillas y las distancias han cambiado algo?
No, no, nada. La gente tiene muchas ganas de disfrutar de la cultura, el teatro es el espacio público más seguro que hay en este momento, con lo que el público, a pesar de la mascarilla y de la reducción de los aforos, siente, se ríe, se lo pasa bien. Poder dar un poquito de luz y diversión en estos momentos tan complejos es un auténtico privilegio. Tener la oportunidad de ir a un teatro a disfrutar en directo del compartir energía y diversión es una gloria pura. Estoy encantado. 

La obra es un viaje que parte de su infancia. ¿Qué pasó en la niñez de Fernando Cayo para que ahora esté donde está?
Me imagino que haber nacido en un entorno con un amor por la cultura muy grande, mi madre por la música y el teatro y mi padre por la literatura. Todo eso lo llevo en vena y luego muchas ganas de entender la vida a través del juego. Aproveché este espectáculo para, por una parte, hilar mi historia familiar, imbricar ahí a los dioses, y mezclar a mi abuela Lupe, mis padres y hermanos, y, por otra parte, hacer una crítica sobre la política, la sociedad y la estupidez reinante en muchos aspectos de la vida humana. 

¿De qué dioses, tanto clásicos como contemporáneos, debemos alejarnos y a cuáles acercarnos? 
El espectáculo propone que nosotros tenemos que ser nuestros propios dioses, dentro de nosotros llevamos una divinidad enorme que es la de ser humano. Ser humano es una maravilla y no tenemos que recurrir a dioses de ningún tipo, ni de las finanzas, ni de la política, ni de las redes sociales; debemos aprender a tener nuestro propio criterio, a sentirnos orgullosos de ser lo que somos. 

¿Cómo se prepara un actor para interpretarse a sí mismo sobre el escenario? ¿Qué lo diferencia de otros personajes? 
La preparación es intensa. Llevo muchísimos años entrenando mi cuerpo, mi voz y la imaginación y trabajando muchísimo en distintos terrenos que se retroalimentan. El trabajo en más de 20 series de televisión me han servido para alimentar el teatro y las más de cuarenta obras de teatro han alimentado la veintena de películas. Todo está relacionado. Las distintas experiencias que he tenido me han ayudado. 

¿El humor es el gran salvador y el comodín que permite hablar de todo sin, aparentemente, hacer pupa? 
El humor es un arma cargada de sentido porque nos permite una visión crítica y distanciada de las cosas que nos perturban y es necesaria constantemente. Y, sobre todo, en mis espectáculos intento hacer una reflexión social, política, humana del momento que estamos pasando pero desde una visión crítica, a veces ácida, pero siempre divertida. 

¿Sobre qué enciende el foco?
Básicamente, sobre la gente de poder en todas sus formas. Los griegos hicieron a sus dioses muy a su imagen y semejanza, son muy humanos, y podemos ver reflejadas a las gentes del poder actual, financiero, político, mediático, pero también a nosotros. Intentamos siempre criticar lo que está fuera, pero primero deberíamos tener una visión crítica de nosotros mismos; los seres humanos, somos caprichosos, estúpidos a veces... La estupidez es una de las formas más poderosas de comportamiento que tenemos los seres humanos. También los dioses griegos eran muy psicodélicos, alocados, con un grado de estupidez grande. 

Parece que, a pesar de todo, hemos evolucionado poco...
Estos 3.000 años que han pasado en la historia del universo no son más que un segundo. Somos los mismos, lo único que ha cambiado es que tenemos un ordenador, pero nuestro temperamento, emociones, frustraciones y manías siguen siendo las mismas que tenían ya no solo los griegos, sino los primeros homo sapiens que pisaron la faz de la tierra. 

¿Y, puede ser, que esa diferencia del ordenador haga al hombre actual más estúpido aún?
Totalmente, me encanta la tecnología y creo que el progreso es fundamental, pero en los últimos siglos se ha alejado de nuestras necesidades y de las del planeta, y la prueba es que estamos acabando con él. 

¿Continuará hilando la vida de ese otro Fernando Cayo? 
Ya tengo algunas ideas para el siguiente espectáculo, será sin texto, siempre intento explorar nuevos caminos y hacer cosas que sorprendan al espectador y a mí mismo. Cuando trabajo por mi cuenta me interesan las cosas imaginativas, sorprendentes y experimentales. 

Además de ¡¡¡Por todos los dioses!!! y Antígona, está rodando la última temporada de La casa de papel...
Sí, la serie más vista del mundo, un orgullo para nosotros y para todo el audiovisual, que está viviendo un buen momento gracias a la difusión de plataformas como Netflix. 

Y en esa serie una de las claves del éxito son sus giros inesperados que, desde luego, sorprenden al espectador. ¿También a sus actores? 
Cuando nos pasan los guiones dices ‘pero qué idea más buena’. El último es flipante. Álex Pina, su creador y jefe de Vancouver Media, es un genio de los giros, las sorpresas, la emoción y de aportar ingredientes de aventura, de amor y de thriller al mismo tiempo, mezclarlo todo y hacer un cóctel realmente explosivo. 

Qué le espera al coronel Tamayo...
No puedo decir nada. Es una temporada muy potente y el coronel se enfrentará a un buen merengue porque se queda en la carpa a cargo de la persecución no solo de la banda, sino de Alicia Sierra, el personaje de Najwa Nimri. Estamos rodando a un nivel de Hollywood en España por tiempo, dedicación y perfeccionismo; es una gozada.