El campus sueña alto

A.S.R.
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Profesores, de la pública y la privada, y estudiantes convienen en el urgente replanteamiento de la educación y en la adecuación de los currículos al nuevo mercado laboral

Víctor Abarca (i.), Tania Corrás y Javier Centeno posan en la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

El campus se resiste a que toda la vida sea una ilusión y sueña alto por si el frenesí se desata en las urnas y alguien los escucha en las esferas políticas. Dos profesores, uno de la Universidad de Burgos (UBU) y otra de la Isabel I, y un estudiante de la pública comparten café y agua para trazar su programa ideal, esas medidas que les gustaría ver reflejadas en los programas de sus representantes en las instituciones.  Bajan poco al barro, se elevan en sus peticiones, pero aseguran que es más importante esa revolución profunda en el mundo de las ideas que cualquier medida de pico y pala. Lo creen Javier Centeno, director del Área de Didáctica de la Expresión Musical y batuta del Coro Universitario, y Tania Corrás, coordinadora del Grado de Psicología y defensora universitaria de la Isabel I. El presidente del Consejo de Alumnos de la Universidad de Burgos (Caubu), Víctor Abarca, conviene en la necesidad de esa reforma, pero también enumera medidas concretas que ayudarían a mejorar el día a día hasta que los políticos hagan suyo ese sueño.

Y para empezar por los cimientos, Víctor Abarca toma la palabra. Se refiere a la necesidad de posibilitar a todo el mundo el acceso a estos estudios en igualdad de oportunidades, al incremento de la financiación para que estos sean de calidad, a un mayor diálogo entre la universidad y el Ayuntamiento para limar asperezas en cuanto a la instalación de las barracas en el campus de Río Vena y para ajustar la apertura de las bibliotecas municipales en época de exámenes.

«Parece que el Estado, la Comunidad y el Ayuntamiento no tienen que ver con la Universidad y nos gustaría que se pusieran más de acuerdo ya que esta ofrece un servicio para la sociedad y esa política que se hace desde la Administración también es para los estudiantes», se explaya este graduado en Turismo que actualmente realiza el Máster de Dirección y Administración de Empresas (MBA).

Llegados a este punto mete el dedo en la llaga de la financiación. Se queja de que la UBU «es una de las más infrafinanciadas de la Comunidad y de España, lo que hace que la Educación no llegue al nivel que podría alcanzar ni la investigación se desarrolle como debiera».

De lo general a lo concreto. Al representante de los estudiantes, palabra que prefiere a la de alumno, le gustaría que se escucharan más sus necesidades desde el número 1 de la Plaza Mayor. Enumera ahí varios asuntos.

Uno: barracas en el polígono docente. «Nos hemos estado quejando bastante porque al final perjudican a los estudiantes de la Politécnica».

Dos: escasez y falta de coordinación en la apertura de las salas de estudio. «Hasta determinadas horas sí ofrecen suficientes puestos para la demanda que hay, pero a partir de la madrugada solo quedan dos bibliotecas abiertas, la de Río Vena y la Universitaria, que a la gente del centro o de Gamonal les hace perder mucho tiempo en traslados en ir y volver para que luego las plazas estén ocupadas y sumen más tiempo perdido», expone y avanza que el Caubu está redactando una propuesta para presentarla en el Consistorio.

Tres: organización de fiestas como alternativa al ocio juvenil. «Las fiestas obstruyen las relaciones cuando pueden ser beneficiosas para todos a nivel cultural ya que las actividades para jóvenes son muy escasas. Universidad y Ayuntamiento podrían buscar juntos unas actividades más formativas de lo que han sido hasta ahora y que se abran al resto de la sociedad y no sean exclusivas del campus».

Cuatro: el conflicto de Relaciones Laborales. «Es necesario el acuerdo tanto para los antiguos estudiantes como para los futuros».

Víctor Abarca no las tiene todas consigo. «Es muy complicado llegar a acuerdos por la contraposición entre partidos, que, aunque compartan la idoneidad de determinadas medidas, en muchos casos votan en contra porque las ha propuesto el contrario», lamenta con resignación.

Refleja poca fe en los políticos que deben renovar un sistema que sigue como hace 40 años «y lo que se enseñaba ayer puede que no sea válido hoy».

Esta tecla es la que toca Tania Corrás. La profesora de la Isabel I, la universidad online con sede en el antiguo Seminario Mayor, que advierte la particularidad de este centro, considera fundamental la adecuación de la formación con la nueva realidad laboral, algo que, puntualiza, requiere la sensibilización y la complicidad de las administraciones.

«Se necesita una apuesta por la educación superior. Desde hace años han cambiado las tendencias y es importante que se cuide la actualización y el apoyo a la convivencia entre las profesiones más tradicionales y las que surgen de las nuevas necesidades. Encontramos muchas nuevas profesiones que necesitan una respuesta formativa», observa y añade que unas administraciones tan preocupadas por el empleo no pueden obviar esta realidad y «deben tenerla presente y abrir el foco».

Corrás, coruñesa que ha pasado por distintas universidades y lleva solo un año en la que coge el nombre de la famosa reina, pide poco para una entidad privada como la que representa. Simplemente subraya que se tenga en cuenta que esa formación online facilita la conciliación y el acceso a la educación superior.

Su colega de la universidad pública suscribe ese urgente compromiso con la educación. Javier Centeno, pamplonés de nacimiento, leonés de adopción y burgalés desde hace más de veinte años, se duele de la situación.

Barre para casa y se lleva las manos a la cabeza al ver el desprecio que siempre ha habido hacia la carrera de Magisterio. «Hay que hacer una apuesta importante por llevar los estudios de grado de maestro a un nivel intelectual y humanístico elevado, no podemos continuar con esta tradición tan nefasta que han tenido, que se elegían como segunda opción o por no llegar a la nota de corte. Habría que acabar con esto porque los efectos que a largo plazo tendrá serán tremendos», sostiene.

Mira también por el profesor asociado, «hace años era una figura muy cuidada y ahora es la del nuevo becario pero con nombre más bonito, con sueldos realmente bajos», reivindica mayor presencia de las Humanidades y ruega por que, por fin, los estudios superiores de Música se integren en la universidad, «que se han quedado en el Conservatorio como un feudo al margen, a contracorriente de lo que ocurre en toda Europa».

Y este doctor en Pedagogía Musical y en Ciencias de la Educación se pone el mono de trabajo para solicitar más recursos económicos para la Facultad de Educación. «Está decadente, tiene unas instalaciones obsoletas. Siendo la que más número de alumnos aporta, no está lo suficientemente cuidada por parte de la Administración», se duele en una charla que se alarga sin que salga en ningún momento la palabra beca. Raro.

El presidente del Caubu pide la vez. «La educación, en un programa de máximos, debería ser gratuita y de calidad. Ahora mismo, las becas de la Administración no son suficientes porque la universidad debe aportar las suyas propias para completar las que se reparten desde la Junta y el Ministerio, pero bajar las tasas sería otra forma de que menos gente las necesitara. Al final se trata de que todas las personas tengan acceso a la educación con independencia de su nivel económico», sentencia volviendo al inicio de esa rueda que en el campus sigue girando.