"Quiero sindicatos más peleones, es por lo que nacieron"

G. ARCE
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No presiden, no representan, no quieren foco... Pero son parte esencial de esta ciudad. La crónica de Burgos se escribe en las vidas de quienes ayudaron a construirla. Gregorio Santamaría es uno de esos hombres y esta es (parte) de su historia

A sus 75 años, Gregorio Santamaría atesora una dilatada trayectoria sindical en las Comisiones Obreras, desde finales del franquismo hasta la actualidad. - Foto: Alberto Rodrigo

* Este artículo se publicó en la edición impresa de Diario de Burgos el 25 de mayo de 2020

Gregorio Santamaría es hoy uno de esos muchos jubilados a los que les jode que les racionen el paseo por horas. Se ha pasado 75 años de su vida luchando por las libertades y ahora le cuesta entender que un mal virus ponga todos sus principios patas arriba. Goyo, como le conocen sus compañeros, no tiene -afortunadamente- malos virus en su cuerpo, aunque si los análisis de sangre lo detectasen verían que la lucha obrera impregna todo su ser, hasta su eterno bigote, su sonrisa socarrona y esa mirada escrutadora que hacen de él un hombre entrañable, aunque con unos principios muy firmes y ganados a pulso. Las Comisiones Obreras son lo que son por trabajadores como él. Burgos es hoy una ciudad industrial próspera por sindicalistas como él, surgidos de la clandestinidad franquista y curtidos en la negociación fuera de foco, entre ofertas y contraofertas, de trabajador a empresario. Pero, vayamos por partes...

Goyo Santamaría nació en el 45 en Capiscol, junto a la carretera de Logroño, cuando Gamonal era pueblo y hasta Burgos capital había un buen paseo. Vivió en una humilde casita junto al molino Salinas, del que hoy no queda nada salvo el cauce molinar que aún recorre las entrañas del barrio.

Gregorio Santamaría y Raúl Sierra en una rueda de prensa en 1995.Gregorio Santamaría y Raúl Sierra en una rueda de prensa en 1995. - Foto: Luis López Araico

Es hijo de Mariano y Felisa, naturales de Villalmanzo y de Ros, respectivamente. Antes de instalarse en Capiscol, sus padres trabajaron al servicio de una familia pudiente en Tardajos (Allí se conocieron). Luego se trasladaron, al calor de un buen jornal, a Santander y allí les sorprendió la Guerra Civil, en zona republicana.

"Mi madre regresó a Ros con sus hermanos y a mi padre le ‘pescaron’ en Asturias. Estuvo preso en Santoña y luego le trasladaron al campo de concentración de San Pedro de Cardeña, con los de las Brigadas Internacionales".

Recuerda orgulloso cómo su madre iba y venía en el día del monasterio convertido en prisión para visitar a su marido y llevarle algo de comer. "Ahora nos quejamos cuando pasamos de los 2 kilómetros...", bromea. El matrimonio tuvo cinco hijos, tres chicos y dos chicas, a una de las cuales Gregorio nunca llegó a conocer.

Aprendió a leer y escribir en Capiscol y comenzó los estudios en la Escuela de Maestría Industrial de la calle Madrid (junto a las vías del tren) pero, como tantos en aquellos años, tuvo que dejar los libros para llevar dinero a casa. Con 16 años entra a trabajar como aprendiz en Campofrío, la gran fábrica del barrio de Capiscol hoy desaparecida (junto a la carretera de Logroño), y allí estaría hasta el año 69.

Uno de esos domingos de descanso, jugando al fútbol en el campo que se extendía donde hoy se ubican la iglesia de El Salvador y el colegio Miguel de Cervantes, hizo amistad con los chicos del Seminario de Misiones, y entre risas y patadas al balón, conoció a representantes de la Juventud Obrera Católica, lo que supuso su bautismo sindical y, a la postre, marcaría su vida.

Gracias a la JOC deja de elaborar embutidos, hace las maletas y se marcha a Francia, la cuna de esta organización, para desarrollar labores de asesoramiento y apoyo a los emigrantes españoles en el país vecino. Primero fue París, sede de la JOC, luego su extrarradio, luego Toulouse, Lyon, Marsella, Burdeos, Normandía, Carcassonne... De la mano de los capellanes de la organización recorre toda Francia trasladando el mensaje cristiano sobre las bondades del trabajo y la lucha por los derechos de los trabajadores, ideas que no compartía del todo pero que, en su día, fueron el caldo de cultivo de las organizaciones sindicales hoy activas.

Son cinco años en Francia que han marcado su vida personal y profesional. "En París descubrí otro mundo muy diferente al de España, nunca he dejado de volver a Francia".

Inoxa. En el 74 regresa a Burgos, inmersa entonces en plena expansión industrial gracias al Polo de Desarrollo. Por sus relaciones en la JOC conoce que están buscando trabajadores en la fábrica de Inoxa, una de las implantaciones industriales más prometedoras del polígono de Gamonal. Lo consigue.

Allí fabricaban maquinaria de acero inoxidable para las centrales nucleares, platos de destilación para las refinerías de petróleo y depósitos y cisternas de metal de gran tamaño. En aquella fábrica -donde hoy se ubica Nicolás Correa- Gregorio entra a formar parte del jurado de empresa, los comités pactados que fueron clave en la antigua organización sindical vertical del franquismo.

En esos tiempos milita clandestinamente en el Movimiento Comunista, que sitúa a la izquierda del Partido Comunista. Fue su etapa de noches en comisaría y carreras huyendo por las calles. El primer encierro -lo que son las cosas- fue por tapar y cambiar los nombres franquistas de las placas de las calles. "Acabé con la escalera y con el cubo en la Policía....".

Un aniversarío de la República, cuando el Teatro Principal estaba en ruinas y vallado, Goyo se coló dentro con los suyos y colgaron de la fachada del edificio un ‘¡Viva la República!’ bien grande. Colocada la pancarta, descubrieron que al otro lado de la valla les esperaban los grises. "Cogieron a todos menos a mí y al día siguiente me fueron a buscar a Inoxa...".

Aparte de los actos reivindicativos a pie de calle, en Inoxa empieza a conocer y participar -allá por el año 74- en la gestación en la clandestinidad de las Comisiones Obreras, que poco a poco se van configurando a base de excisiones y adhesiones de diferentes siglas sindicales y políticas. "Convocábamos reuniones en Fuentes Blancas o en alguna parroquia... Pedíamos un cambio de toda la estructura vertical, queríamos elecciones sindicales libres para crear comités de empresa realmente representativos, con delegados de personal elegidos en las urnas y según el número de trabajadores de cada fábrica".

"Yo estuve en el solar de Caballería en el histórico mitin del 23 de julio de 1976, entre los 8.000 trabajadores que nos reunimos allí". La cita clandestina, la primera que se hacía y consentía en España, fue el primer acto público de CCOO, el bautismo de la organización que contribuyó a crear, un hito en la lucha sindical.

Gregorio Santamaría es uno de los primeros afiliados a este sindicato en Burgos. "Toda la gente con inquietudes e ideas de izquierdas nos reunimos en Comisiones, luego estaban la UGT, la FSUC y el Sindicato Unitario". En 1982 surge la USO, muchos de cuyos militantes provienen de la JOC. "Yo fui una oveja negra de la JOC y me uní a Comisiones".

Pero los sindicatos no solo cuajaron en las calles sino, principalmente, en el seno de las empresas. Con sus más de 200 trabajadores, Inoxa se convierte en un bastión de la lucha obrera en Burgos. La sociedad, propiedad de la multinacional francesa BSL y participada por la familia Patricio Echevarría, empieza a hacer aguas por todos lados. "La palabra ERE no es un invento reciente, ya los sufrimos entonces y no solo en Inoxa sino en un largo rosario de empresas que lo pasaron muy mal entonces. Muchos perdieron sus trabajos, fueron tiempos muy difíciles".

Algunas fábricas aguantaron las vacas flacas; Inoxa cerró en la primavera de 1986, convirtiéndose en una de las primeras industrias del Polo en desaparecer. "Nunca llegamos a hablar con los propietarios franceses y fuimos a peor por falta de capital y por las deudas que teníamos por todos los lados. Solo cobramos del Fondo de Garantía Salarial tras ser despedidos".

La crisis en el Polo reforzó al sindicato del metal, el más numeroso y fuerte en CCOO, columna vertebral en sus primeros años y en la actualidad. La negociación de los primeros convenios provinciales saltó de las asambleas en los salones de San Pablo a las calles de la ciudad. Los trabajadores de la industria no dudaron en ocupar el puente de Santa María para reclamar libertades ante la Policía.

Raúl Sierra. La lucha en Inoxa no fue en balde para Santamaría. Luis García, secretario provincial del CCOO entonces, invita a este negociador a integrarse en la ejecutiva del sindicato. Fue el principio de una brillante trayectoria en la organización, a la que ha dedicado y aún dedica muchas horas de su vida. Todos recuerdan a Goyo por los 12 años en los que fue mano de derecha de Raúl Sierra, histórico líder bajo cuyo mandato se configuró, maduró y fortaleció el que hoy es el sindicato mayoritario en Burgos.

Santamaría fue secretario de Acción Sindical y Salud Laboral en aquellos años en los que CCOO y UGT vivieron una etapa histórica de la mano del binomio Raúl Sierra-Julián Juez.

Goyo no era de los que encabezaba manifestaciones ni protagonizaba las ruedas de prensa; su papel principal se reservaba a la negociación colectiva, al trabajo de campo asesorando a comités de empresa en la negociación de decenas de convenios sectoriales y de empresa. Era un sindicalista de datos, de números, de papeles, y eso siempre se lo agradecieron los periodistas, que tuvieron en Goyo una buena fuente informativa, siempre dispuesta a ayudar y compartir las inquietudes de la organización y de los trabajadores.

Banco de Alimentos. Dice que su mujer Carmen, con la que tiene una hija, ha "llevado muy bien" sus inquietudes sociales. De hecho, sus días de jubilado pasan entre las visitas a la sede de sindicatos de la calle San Pablo y su labor como voluntario en el Banco de Alimentos desde hace cuatro años.

"El mundo ha cambiado, los que somos de ‘la vieja guardia’ -como nos llaman algunos- tenemos un componente político muy fuerte. Entonces estaba Franco, la dictadura, los sindicatos verticales... Buscábamos la libertad -sindical, de elecciones y de todo tipo...- pero ese ingrediente primigenio ha cambiado porque hemos avanzado mucho y a mejor. Algunos te miran como diciendo ‘¿y este quién es?’. Ahora ya no se reivindica lo de antes, pero debemos ser mucho más peleones".

Con 75 años a sus espaldas, Goyo asegura que está dispuesto a hacer de todo menos de abuelo cebolleta, como él dice. "No voy a decir a nadie cómo hay que hacer las cosas. Son las nuevas generaciones las que tienen que levantar esto. Nosotros ya hicimos lo que pudimos en la lucha sindical".

Partiendo de la premisa de dejar hacer, hoy se muestra preocupado por la situación actual de los trabajadores en Burgos. "He visto un estancamiento y creo que, ahora, con todos los ERTE en marcha viene lo peor. La crisis económica es la segunda parte de la crisis del coronavirus. Los sindicatos van a ser más necesarios que nunca con este panorama. Hay que estar en el pellejo de quien negocia tanto ERTE , no es nada fácil, las vidas y circunstancias personales de cada cual...".