La Parte, un pueblo angustiado

I.E. / Burgos
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Los vecinos empezaron a cerrar la puerta de casa tras el triple crimen • Dicen que Rodrigo «no fue» y con Ángel no se mojan

En La Parte de Bureba aún recuerdan como si fuera hoy cuando la Policía Nacional tomó el pueblo hace una década para investigar el crimen. Muchos no perdonan a estos funcionarios que les hicieran pasar el trago de someterse a las pruebas de ADN para ser descartados como sospechosos. «Nos hicieron chupar un palo para tener muestras de nuestra saliva; nos trataron un poco como al ganado», evoca un vecino.

Ahora bien, la Policía se vio obligada a actuar de esta forma, movida en parte también por el pánico que atenazó a los habitantes de esta pedanía de Oña. El 10 de junio en el panteón del cementerio de La Parte de Bureba aparecían pintadas ofensivas contra Salvador Barrio y algunos vecinos pensaron que el asesino andaba cerca. «La costumbre de dejar las puertas de las casas abiertas -como en la mayoría de los pueblos-  se perdió en esa época», recuerda el actual alcalde, Ignacio Ruiz.

Ahora mismo los ánimos se han calmado, aunque no han sido pocas las televisiones que en los últimos tiempos han regresado a  La Parte, ante la nueva apertura del caso con uno de sus vecinos -eso sí, encarcelado- en el punto de mira. «Es triste que un pueblo sea conocido por estas cosas», señala en regidor municipal, quien valora el trabajo que ha hecho la Guardia Civil en el caso de Rosalía Martínez, la mujer asesinada por Ángel Ruiz.

Sobre si puede ser Ángel el autor del triple crimen, nadie se moja. Ahora bien, todos tienen claro que Rodrigo Barrio «no fue». Ahora es un vecino más en La Parte y «siempre se ha comportado bien con todo el mundo». «No es que se integre demasiado -su padre era también mucho de ir a lo suyo- pero es una persona totalmente normal», afirma el alcalde.

«Era malo, pero no tanto»

Ni él ni otros vecinos pueden decir lo mismo de Ángel Ruiz. «Sabíamos que era malo, pero no tanto», indica Encarnación. Todos sabían que pegaba a sus padres, que amenazaba a muchos vecinos -a algunos les agredía- que quemaba montones de paja, pero llegar a matar a una persona como hizo con Rosalía, algunos se resistían a creerlo. Pero lo hizo.

José, tío abuelo de Rodrigo, recuerda ahora cómo cada vez que acudían los policías al pueblo a preguntar por sospechosos él les enviaba al barrio bajo, a la casa en la que vivía Ángel Ruiz con su familia. Ahora está cerrada a cal y canto, después de que el asesino de Rosalía ingresara en prisión y su madre -su padre murió en 2006- se fuera a vivir a casa de su hija. «Vienen alguna temporada, pero es mucha casa para una mujer mayor», indican en el pueblo.

Algunos recuerdan todavía la época en que la Policía acudió a registrar esa vivienda en 2005, cuando las pruebas caligráficas demostraron que Ángel era el autor de las pintadas en el panteón de Salvador Barrio. «Mientras los investigadores sacaban cosas de la casa él estaba en el tejado riéndose de los agentes, hasta que éstos le ordenaron bajar», evocan en el municipio.

¿Fue él, no lo fue? Es algo que nadie se atreve a decir. Ahora bien, «el pueblo es más tranquilo, desde que está en prisión no ha ardido ningún montón de pacas ni a nadie le ha desaparecido nada de su casa», afirma el tío de Rodrigo. No obstante, hay otros vecinos que aun sabiendo que mató a Rosalía no creen que fuera capaz del triple crimen.

Diez años después los habitantes miran no con mucha confianza a los forasteros. Si llegan con cámaras o cuadernos, saben que son periodistas y «acuden a lo de siempre». Ya no les hace ninguna gracia evocar lo que vivieron hace una década. Si son policías, ya se han «cansado de responder a las mismas preguntas». Y si no son ni lo uno ni lo otro, en su fueron interno creen que llegan «por el morbo».