«Seguro que hay dos juicios al día para escribir un libro»

I.E.
-

ENTREVISTA | Fernando Gómez Recio nació en Valladolid en 1969 y accedió a la carrera fiscal en 1997. Llegó a Burgos en 2011 tras pasar por Almería y Álava y es en las Tierras del Cid donde ha dado rienda suelta a su afición por la literatura

Fernando Gómez Recio - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

Sus alegatos en los juicios con jurado en sus primeros años en Burgos, trufados de alusiones a películas americanas de los 50, ponían de manifiesto que Fernando Gómez Recio era un fiscal con estilo propio, alejado del formalismo con el que algunos compañeros pronuncian sus informes finales. Detrás de esos discursos se ocultaba su afición por el cine y la literatura, que le han llevado a publicar dos novelas, Perderlo todo y El sacrificio del cordero, esta última galardonada con el Premio Policía Nacional. 

Segunda novela y premio. ¿No le dará a usted por abandonar el Ministerio Público y dedicarse en exclusiva a escribir?

(Risas) No creo que se dé la circunstancia. No creo que en España viva mucha gente de escribir. Para vivir de la escritura necesitas vender miles y miles de libros. Tampoco es la idea dejar esto. A mí me gusta mi trabajo, así que sería una pena tener que dejarlo. Esperemos no triunfar para no tener que sucumbir a la tentación de dejar el trabajo como fiscal. 

¿Cómo lo hace? ¿De dónde saca el tiempo para escribir con tanto caso que calificar?

En general, los jueces y fiscales trabajamos por la mañana en el edificio judicial y por la tarde nos llevamos las cosas a casa. Por la noche  hay muchas alternativas, ver series, ver fútbol o ponerse a escribir. Esta última es la que he elegido yo.

Para ponerse a escribir hay que haber leído mucho. ¿Cuáles son sus referencias literarias? ¿En quién se inspira?

Yo leo prácticamente de todo. No tengo una sistemática, leo todo lo que me cae entre manos, de autores españoles y extranjeros. Pero tengo una referencia más que literaria, cinematográfica, las películas de los años 30, 40 o 50 y las novelas que las inspiraron. 

Los grandes guionistas de esos años en Hollywood eran escritores, Scott Fidgerald, Steinbeck. 

Sí, sí, y en la actualidad también se da ese fenómeno.

¿De dónde le viene la pasión por la literatura?

Si no empiezas a leer de pequeño es difícil que luego se coja la afición. Es una pasión, como dicen los finos, que tiene que cultivarse desde pequeño. Me acuerdo mucho de leer en casa de mi abuelo, que tenía una biblioteca con autores clásicos. Iba mucho allí, paseábamos, hablábamos, jugábamos al mus y, por la noche, leía. Leí toda la biblioteca. Al final, si hay libros los lees. El ejemplo es fundamental para inculcar la afición, mi abuelo leía, pero sobre todo a Marcial Lafuente Estefanía. Tenía 200 o 300 novelas y las leía y releía. Le recuerdo así, con los libros de Lafuente Estefanía y fumando celtas. 

¿Qué autores de novela negra son sus preferidos? ¿En qué escritores se inspira?

Leí mucho a Manuel Vázquez Montalbán, toda la serie de Carvalho. Leo novela americana, pero también a Carmen Mola, Pérez Gellida, Giménez Bartlett. Todos tienen en común que escriben series sobre un mismo personaje. Tenemos buenos escritores de novela negra aquí.

A los lectores les encantan las series de un mismo protagonista, se enamoran de él y quieren seguir sabiendo de su ‘vida’. ¿Al autor también?

Sí, sí. Al final escribes porque te caen bien las personas que sitúas en la historia, o mal. Bueno, a las malas, no, a las malas las matas en cada novela. Pero las series no son algo actual. Galdós escribió los Episodios nacionales en los que Gabriel de Araceli es hilo conductor desde Trafalgar hasta prácticamente el final de la Guerra de Independencia. Ytenemos el Quijote, que fue uno y dos y no hubo más porque Cervantes lo mató para que precisamente no se siguiera escribiendo de ese personaje. Si construyes un personaje al que tienes cierto apego, querrás seguir con él.

¿Tiene intención de que el fiscal Antonio Lorente ‘viva’ muchos años?

Si las novelas tienen éxito me animará a seguir escribiéndolas. La tercera la tengo escrita, lo hice durante el confinamiento, porque no había otra cosa que hacer.

Es usted productivo.

No. Ahora me dedico a leer y a trabajar. No hay tiempo para mucho.

¿De dónde le nacen las historias? ¿Es cuestión de inspiración, de ponerse delante del ordenador y darle al magín?

A mí la inspiración normalmente me viene andando en bici, paseando o estando en cualquier sitio. A veces estás en un juicio, ocurre algo y piensas que puede dar pie a una historia o parte de la trama. También viendo una película. Y luego empiezo a escribir sin escribir, de paseo, yendo en bici o viendo un película y no la estoy viendo, en realidad pienso en la estructura de un personaje. Antes de sentarse a escribir hay muchas horas de darle vueltas a la cabeza sobre lo que quieres decir, cómo lo quieres contar. Es como preparar un discurso ante un jurado. Un informe ante un jurado no deja de ser un relato con presentación, nudo y desenlace. Y tienes que construir una historia para convencer a sus integrantes y para conmoverlos, para lo cual se utilizan recursos oratorios. Que la absolución o condena no dependa de las pruebas sino de la habilidad de quienes las exponen es peligroso. El jurado no me acaba de convencer, son procedimientos muy abiertos.

¿Repasa mucho lo que escribe?

Debería repasar más. Me cuesta mucho volver sobre las cosas hechas. 

¿Porque le saca 100.000 pegas?

Sí. Decía Borges que publicaba los libros para dejar de corregir. Cuando vuelves siempre te parece que lo deberías haber escrito de otra manera y lo cambias. 

El protagonista de sus dos libros, Antonio Lorente, ¿tiene mucho de usted o un poco de otros compañeros con los que comparte o ha compartido profesión?

Lorente es un compendio de un montón de personas. Si se basara en mí no tendría ningún interés y sería aburrido. Para construir un personaje literario tienes que coger los rasgos más interesantes de un montón de personas.

En sus novelas describe alguna intriga por el poder en la Fiscalía de esa ciudad castellana cuyo nombre prefiere mantener oculto. ¿Se dan en la realidad?

Se dan en cualquier sitio, incluso en la comunidad de vecinos. En la Fiscalía no hay tantos conflictos como en la novela porque estamos acostumbrados a trabajar en equipo. Es muy difícil que un fiscal jefe dé una orden como si estuviera en un cuartel, entre otras cosas porque con el estatuto orgánico un fiscal no tiene que obedecer ninguna orden, puede decir: no lo hago. Hablamos mucho las cosas, discutimos y estamos acostumbrados a que no siempre se hace lo que nosotros pensamos.

Y las historias de amor, ¿también están al orden del día?

Yo estoy casado con una jueza, lo normal es que esas cosas no pasen, o que pasen antes de llegar a la Fiscalía. 

En sus dos novelas, más en la primera, aprovecha para filtrar alguna crítica al funcionamiento del expediente digital, la oficina judicial, etc. ¿Es para aportar más verdad a la trama o para desahogarse?

Básicamente, para desahogarme.  Ya que escribes una novela dejas caer las críticas hacia el funcionamiento de la justicia, hacia lo que no te parece bien. Cada vez que tengo oportunidad de criticar algo escribo una novela. 

O eso o se presenta a fiscal jefe...

Bueno, el fiscal tampoco tiene mucho margen para hablar. Nosotros cumplimos la ley, aunque sean malas leyes. Últimamente se está extendiendo el hábito de cumplir solo las leyes que gustan. E invado el Capitolio porque tengo razón u organizo el ‘procés’ porque tengo razón, la ley me da igual. Intento que en mis novelas quede claro que el respeto a la ley es el fundamento de la convivencia y el Estado de Derecho, que muchos sacrificios nos ha costado conseguirlo. Si una ley no gusta se cambia, pero no se desobedece.

Conocer desde dentro el mundo del crimen, ¿le permite hilvanar mejor las historias, aportar detalles que quizá a un escritor al uso puedan escapársele?

Es posible. Yo conozco más bien el mundo de los procedimientos criminales. Entonces mis historias y la manera en que se mueven los personajes es la que les permite el proceso penal español. Por ello el proceso penal también es un protagonista. En ocasiones hay autores que copian el modelo americano, pero el español es también muy cinematográfico. 

En los casos que describe en sus dos novelas, ¿hay ingredientes de procedimientos que han estado en sus manos o de compañeros suyos?

En esta última novela hay un juicio sobre un caso real (no lo destriparemos para mantener la intriga de futuros lectores) ocurrido en España. No sé cómo se solucionó, pero bien podría haberse resuelto como planteo en el libro. Seguro que en Burgos hay dos juicios todos los días de los que se podría escribir un libro o hacer una película. 

En Perderlo todo, su primera novela, ponía de manifiesto las fisuras del sistema policial y judicial para culpar a alguien de algo que no había hecho. ¿Es tan frágil el sistema? ¿Se ha topado con muchas injusticias de este tipo en su trabajo?

El sistema en España es muy garantista. Es muy complicado que un inocente sea condenado. Puede suceder, pero con las pruebas de ADN y las técnicas de investigación criminal es complicado. Lo difícil es evitar la condena pública de personas que no han sido condenadas penalmente, solo por el hecho de ser investigadas o imputadas. Una absolución posterior no compensa muchas veces todo el tiempo que alguien ha sido considerado culpable. Las novelas y películas de juicios siempre giran en torno al mismo tema, personas inocentes que son sometidas a juicio. El fiscal es un malvado y el abogado un héroe. Senderos de gloria, es un buen ejemplo. Es algo que nos fascina porque nos horroriza. 

En El sacrificio del cordero se adentra en el mundo de la psicopatía. Entre los delincuentes y presos (usted es fiscal de vigilancia penitenciaria) hay muchos con enfermedades mentales, la mayoría causadas por las drogas. ¿Las cárceles son el mejor sitio para ellos?

Son el único sitio donde a veces pueden acabar. Si alguien comete un asesinato es muy difícil reaccionar con algo que no sea la cárcel. Si se le aprecia eximente completa por psicosis o esquizofrenia va a un centro psiquiátrico penitenciario. En delitos de poca gravedad, se pueden aplicar medidas no penitenciarias, la sociedad lo entiende, pero en los graves es más difícil. La verdad es que alcohol y drogas están detrás de muchos delitos, de las agresiones, contra la propiedad. Si se acabara con la causa se acabaría con el delito. 

Otro de los tema de su premiada novela es la violencia de género y hacia los menores. ¿Qué receta propone para reducirlos, al margen del Código Penal?

Estamos consiguiendo cosas muy importantes. Lo que no puede ser es que cada vez que se produce un crimen nos replanteemos toda la ley. Tenemos que asumir que va a seguir habiendo crímenes y violencia pero esta ley es buen instrumento para reducirla. No debemos caer en el infantilismo de que si no conseguimos en un año terminar con la lacra hay que cambiarlo todo. Hay que tener paciencia. Comparada con la de hace 20 años, la situación no tiene nada que ver. Hace 25 años las agresiones continuadas a una mujer se tramitaban como faltas y se ventilaban con multas. No hay que desfallecer y hay que insistir en la educación por la igualdad.