La familia gallega sigue creyendo que fue su pariente

I.E. / Burgos
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Benito Dos Ramos, hermano de su madre, desconfió de Rodrigo porque le mentía

Mientras Rodrigo Barrio se distancia del punto de mira de los investigadores, en la parroquia de Queirugás (Orense), donde vive buena parte de la familia de su madre, Julia Dos Ramos, hay hermanos de ésta que le siguen apuntando a él directamente. A pesar de que la Policía sigue ahora la pista de otro sospechoso, estos parientes «no dan mucha credibilidad» a la hipótesis de que sea Ángel Ruiz, pues creen que le apuntan a él «solo porque ha cometido otros crímenes», señala Benito Dos Ramos.

Cuatro de los siete hermanos de Julia siguen ejerciendo acusación particular en el proceso, mientras los otros tres se mantienen al margen. No es que crean en su inocencia, pero no le culparán hasta que una sentencia judicial así lo establezca. Ahora bien, la otra parte cree que «es Rodrigo hasta que algo les cambie de idea». «No nos hemos posicionado a la ligera ni de un día para otro», dice Benito. Empezaron a sospechar de él por «su comportamiento, por su forma de actuar», pero sobre todo por sus «mentiras». «Una persona que ha perdido a su familia tiene que estar a colaborar no ha desconcertarte y a responder con evasivas», agrega. Y llegaron a la conclusión de que «tenía algo». No querían creer que él tuviera que ver con los asesinatos, «era el último sitio donde mirar».

Pero su conducta les llevó a ello. Recuerda cuando Rodrigo sacaba el Audi de su padre del garaje del chalé de Queirugás. «Lo arrancaba, lo conducía, daba marcha atrás en una rampa que tenía dificultad, pero cuando la Policía le preguntaba si sabía conducir decía que no». «Pero cómo responde que no si sí sabe, me decía yo», recuerda. Cuando aparece una llave de este coche en su poder, asegura que se la dio su tío Benito, «pero vuelve a mentir, porque días antes yo le había dicho que había que hacer una copia». «Y pensaba está tonto o está mintiendo», afirma.

El momento en el que quienes fueron sus tutores perdieron la confianza en él fue cuando regresaban del centro de internamiento Zambrana de Valladolid, en 2007, cuando la jueza Subiñas ordenó ponerlo en libertad. «Le dije que me explicara por qué le acusaban y él me respondió que no tenían nada, que se buscaran la vida». A partir de ahí se distanciaron, porque no les dio un razonamiento que les convenciera.