José, el que abraza a la vida

A.G.
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Pasar de dormir en la calle a tener una casa, por pequeña que sea, salva vidas. Así lo demuestran los datos del Programa Hogares, de Cáritas, que ha permitido a medio centenar de sintecho recuperarse como personas. Aquí contamos un ejemplo

José Baile ya tiene una casa, un trabajo y ha dejado el alcohol. - Foto: Luis López Araico

Hace ya seis años que Cáritas ha incorporado a su trabajo con las personas sin hogar una dinámica importada de Estados Unidos, housing first, que aquí se ha denominado Proyecto Hogares. Ha sido el salvavidas de José Baile, un hombre de 48 años, dueño de una biografía durísima que empezó con una infancia llena de malos tratos que hizo de él un adulto con adicciones y enfermedad mental, que pasó noches enteras durmiendo en la calle y bebiéndose todo lo que encontraba hasta que en un momento de delirio de alcohol y pastillas mató a un hombre. Luego vendría la cárcel, el psiquiátrico... Si tienen interés en conocer su vida con más detalle es una de las que se han contado en el libro 36 escalones. Historias del silencio, que la entidad de la Iglesia Católica presentó el pasado mes de noviembre y que recoge las historias de personas que viven en la calle.

Con José, Cáritas nunca tiró la toalla a pesar de que se intentó una y mil veces ofrecerle todos los recursos sociales que podían ayudarle. Todos fracasaron. Hasta que llegó el Proyecto Hogares. Hace un año que vive en una pequeña duca que tiene ordenada con mimo y presidida por una bandera de España. También trabaja -ha conseguido un contrato de tres meses- y ha dejado el alcohol, no hace mucho tiempo, es cierto, pero el suficiente como para saber que es así de lúcido como quiere estar siempre. "Estoy pletórico por primera vez en mi vida", explica abriendo mucho los brazos como si quisiera dar un achuchón a la vida, que por primera vez se está portando bien con él. David Alonso, coordinador de Hogares, le mira y sonríe: "La clave es que tiene un sitio que siente como propio, donde se encuentra acogido y querido, que cuenta con la compañía de los voluntarios y que se ha hecho con él un trabajo terapéutico conjunto con los profesionales del ceas y del Hospital Divino Valles, regulando su medicación y estabilizándole con el tema del alcohol". 

Housing first significa ‘primero un hogar’ y es la filosofía que mueve esta forma de actuar que sustituye al sistema anterior, en el que un sintecho antes de tener una casa pasaba por diferentes recursos. En Burgos se ha adaptado y se desarrolla en tres fases. En la primera, las personas duermen en el Hogar San Francisco (el albergue municipal que gestiona Cáritas) mientras se gestiona la burocracia que les permita cobrar una pensión, si tienen derecho a ella, o una renta garantizada de ciudadanía o de otro tipo. En ese tiempo comen en otro centro de la organización, donde aprenden a organizarse y forman parte de un ‘grupo de pertenencia’ formado por otras personas en sus mismas circunstancias. "Hay que tener en cuenta que en muchos casos tienen totalmente rotas todas las relaciones sociales y familiares y que arrastran mucha soledad", indica David Alonso.

Una vez que se ha conseguido que tengan unos recursos, con ese dinero alquilan una vivienda -Cáritas hace mediación con los caseros- y el voluntariado les acompaña, les ayuda a introducirse en el barrio y colabora en todo aquello que necesiten: salud, trabajo, recuperación de los vínculos familiares... En la tercera parte del programa -no tienen una duración concreta sino que se desarrolla cada una en función de la evolución de las personas- se va produciendo la desvinculación con la institución hasta que la persona vive de forma totalmente independiente.

EL DERECHO A LA VIVIENDA. En todo este tiempo se ha trabajado con 53 personas (11 eran mujeres) y la mayoría -salvo 5 que fallecieron y dos con las que no funcionó y que volvieron a la calle- sigue viviendo de forma independiente: "Se podría decir, en principio, que sí que hemos visto que el trabajo es eficaz y creo que envía un mensaje claro y tan básico como es el derecho a la vivienda, algo en lo que siempre insiste Cáritas. Tener una casa hace que la viabilidad de los procesos se lleve a cabo porque cuando tienes un hogar y un espacio propio es más fácil enfrentarte a la búsqueda de un trabajo, a reponer las relaciones familiares rotas y a recomponer otros aspectos de la vida". 

En este sentido, David Alonso afirma haber sido testigo de historias muy emotivas como la de una persona que consiguió reunirse con su familia después de que hubieran solicitado una orden de alejamiento contra ella. Tras el trabajo en el Programa Hogares se volvieron a encontrar sin violencias.