Luis de Acuña y el sobreclaustro de la Catedral

JOSÉ ANTONIO GÁRATE ALCALDE
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A lo largo de la segunda mitad del siglo XV, el obispo ocupó gran parte de las dependencias de este espacio de la seo, lo que provocó el descontento del cabildo

En este grabado del siglo XVIII procedente de la España sagrada de Enrique Flórez se puede apreciar el sobreclaustro de la catedral, que sería demolido a principios del siglo XX por el arquitecto y restaurador Vicente Lampérez.

Descubrí el tema sobre el que ahora os voy a hablar en el año 2005 a través de un interesante libro titulado Pontido y otras dependencias de la Catedral de Burgos. En él, su autor, Rafael Pampliega, va descubriendo al lector una serie de estancias situadas sobre el claustro alto de la catedral utilizando como hilo conductor los enfrentamientos de naturaleza jurisdiccional que su uso generó entre los obispos y el cabildo de los siglos XV y XVI. Me voy a centrar concretamente en el largo episcopado de Luis de Acuña (1456-1495) porque es la etapa en la que la injerencia en este espacio catedralicio por parte de un prelado más conflictos ocasionó entre las dos principales instituciones eclesiásticas de la ciudad.

Luis de Acuña, obispo de Burgos.

En el momento de ser propuesto como obispo de Burgos por el cabildo tras el fallecimiento de Alonso de Cartagena en julio de 1456, Luis Vázquez de Acuña y Osorio era obispo de la diócesis de Segovia. A pesar de ser uno de los principales consejeros de Enrique IV, el monarca castellano se opuso a su elección, pues tenía otro candidato. Pero fue la institución catedralicia la que se llevó el gato al agua y don Luis, finalmente, fue nombrado obispo de Burgos por el papa Calixto III el 12 de noviembre de 1456. La toma de posesión del cargo se produjo el 4 de abril de 1457 en un acto celebrado en la capilla de Santa Catalina, que por aquel entonces era la sala capitular de la catedral. En esa primera comparecencia ante los capitulares como nuevo obispo de Burgos, don Luis prometía guardar los estatutos de la catedral, así como todos los privilegios y exenciones del cabildo.

La flecha de la fotografía señala el arco del triforio en el que se ubicaba la tribuna de Isabel la Católica. La flecha de la fotografía señala el arco del triforio en el que se ubicaba la tribuna de Isabel la Católica.

Tres días más tarde, el 7 de abril de 1457, el obispo Acuña vuelve a reunirse con el cabildo. En dicha reunión, don Luis solicita permiso a los capitulares para ocupar parte de las habitaciones situadas sobre el claustro alto de la catedral durante un año con el fin de alojar en ellas a su servidumbre, ya que las obras de ampliación del palacio episcopal iniciadas por su predecesor en el cargo todavía no habían finalizado y no cabía toda su gente en él. También pide poder construir un pontido (pasadizo aéreo) que conecte dicho palacio (una gran mole que invadía incluso parte de la escalinata del Sarmental) con las estancias del sobreclaustro. El cabildo accedió a las peticiones del prelado y consintió que pudiera tanto construir el pontido como hacer uso de las mencionadas estancias.

Según varios testimonios que podemos leer en documentos del archivo catedralicio, las habitaciones que ocupó Luis de Acuña en el sobreclaustro iban desde la actual calle de la Paloma hasta la fachada del Sarmental, y desde ellas el obispo y su familia tenían acceso también, a través de varias vías, al interior del templo.

El séquito de don Luis.

Tribuna que todavía se conserva en la Catedral de Toledo.Tribuna que todavía se conserva en la Catedral de Toledo.

Cuando Luis de Acuña llega a Burgos procedente de Segovia viene acompañado de un numeroso séquito de familiares y servidores. Entre los familiares estaba su madre, María Manuel, que moriría en Burgos en noviembre de 1465. Doña María descendía de la casa real castellana, pues era bisnieta de don Juan Manuel; además, era prima carnal del marqués de Villena, Juan Pacheco, hombre de confianza del rey Enrique IV. También vinieron con don Luis dos hermanastros, Pedro Girón y Antonio Sarmiento, y, probablemente, alguno de los hijos del prelado. Sí, habéis leído bien: Luis de Acuña tuvo varios hijos. De hecho, parece ser que uno de ellos, Antonio de Acuña (el famoso obispo comunero de Zamora), nació en nuestra ciudad cuando su padre gobernaba ya la diócesis burgalesa.

Desde los primeros años de su episcopado, Acuña trató de proporcionar cargos eclesiásticos y civiles en la ciudad de Burgos a parientes y allegados con la finalidad de crear una fuerte red clientelar que le permitiera consolidar su autoridad en la diócesis. Así, por ejemplo, introdujo en la institución capitular burgalesa como canónigos a su hermano Pedro Girón (que además fue arcediano de Valpuesta y de Treviño), a su sobrino Juan de Osorio y a Antonio de Acuña, su propio hijo. Por otro lado, promovió a su otro hermano, Antonio Sarmiento, a alcalde mayor de la ciudad.

La guerra de sucesión castellana.
En 1475 estalla la guerra de sucesión al trono de Castilla entre los partidarios de doña Juana, reina consorte de Portugal e hija del difunto Enrique IV, y los de doña Isabel, hermanastra de este último. Tanto Luis de Acuña como su hermano Antonio Sarmiento tomaron partido por doña Juana y el rey de Portugal (la familia del prelado tenía raíces portuguesas). En cuanto al resto de poderes de la ciudad de Burgos, el castillo, defendido por Íñigo de Zúñiga, apoyaba la causa de la Beltraneja, mientras que el regimiento y el cabildo, al igual que la mayor parte de la población, permanecían fieles a doña Isabel.

Don Luis se vio obligado entonces a abandonar la ciudad y retirarse a la fortaleza episcopal de San Cristóbal, en Rabé de las Calzadas. Antonio Sarmiento, por su parte, se acogió al castillo de Burgos. Pero antes de retirarse, las fuerzas de Acuña protagonizaron algunos enfrentamientos desde el sobreclaustro de la catedral con partidarios de doña Isabel, pues, como señalan varios testigos, el obispo «aposentó a mucha gente armada en las estancias», y desde ellas «tiraban tiros con ballestas».

Desde su retiro de Rabé, don Luis se dedicó a sembrar el caos con su gente en la comarca burgalesa y a ayudar a los rebeldes del castillo con fuerzas y alimentos durante el asedio al mismo, lo que provocó el descontento generalizado de la población hacia su prelado. Finalmente, doña Isabel y don Fernando consiguieron hacerse con el control de Burgos y tanto el obispo como su hermano fueron desterrados de la ciudad.

Firmada la paz con Portugal en 1479, en virtud de la misma, doña Isabel concedió el perdón a todos los súbditos castellanos que hubiesen apoyado la causa portuguesa. Pero el obispo Luis de Acuña no volvería a la ciudad de Burgos hasta abril de 1482. A su regreso, ocupó nuevamente las dependencias del sobreclaustro, lo que, sumado a otros asuntos, provocó un incremento de los conflictos jurisdiccionales con el cabildo, conflictos que se zanjaron (al menos en lo que respecta al tema del pontido y las estancias del sobreclaustro) en mayo de 1488 mediante un acuerdo (con la mediación de Pedro Fernández de Velasco y Mencía de Mendoza, condestables de Castilla) en el que se establecía que don Luis y los suyos podrían utilizar el pontido y las dependencias del sobreclaustro mientras viviera el prelado, pero después el pasadizo debería ser demolido y las habitaciones devueltas al cabildo.

Dos interesantes lugares.
Una vez obtenido el perdón real, Luis de Acuña se ganó rápidamente la confianza de Isabel la Católica. Esta, cuando visitaba nuestra ciudad, solía acudir a la catedral para asistir a la misa conventual desde la tribuna que el obispo había mandado construir en un arco del triforio de la capilla mayor. Según varios testigos, la reina accedía a dicha tribuna desde el palacio episcopal a través del pontido y de las estancias que don Luis tenía en el sobreclaustro. Tras la muerte del prelado, la tribuna fue desmantelada. Yo me la imagino como la que todavía se conserva en la catedral de Toledo, y sospecho también que la construcción en ese período de la balaustrada del triforio, obra de Juan de Colonia, tuvo mucho que ver con ese ir y venir de personas por las alturas de la catedral.

Sin lugar a dudas, si hay una dependencia de las utilizadas por el obispo Luis de Acuña en el sobreclaustro de la catedral que llama especialmente la atención esa es el laboratorio de alquimia. Son varios los testigos que hablan de él en documentos del archivo catedralicio, y lo sitúan sobre las capillas de Santa Catalina y del Corpus Christi. Y todos ellos coinciden en señalar que estuvo atendido por Francisco Artacho, que fue capellán de don Luis, y que este último tenía en él hornillos, redomas quebradas y otras cosas de alquimistas. ¿Sería la alquimia una de las aficiones de este prelado de novela?

El episcopado de Luis de Acuña constituyó una de las épocas más interesantes y fructíferas (al menos artísticamente hablando) de la catedral de Burgos. A mí, al compararlo con otros, me viene a la cabeza aquella genial (aunque errónea) frase pronunciada por Orson Welles (Harry Lime) en esa maravillosa película que es El tercer hombre: «En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras, matanzas… Pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron quinientos años de amor, democracia y paz. ¿Y cuál fue el resultado? El reloj de cuco».