Un triste drama

Ramiro González
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La dura historia de una mujer que deja a su marido maltratador y se marcha con su hija conmueven en la miniserie 'La asistenta'

Netflix sigue apostando por la variedad en su catálogo. Y la miniserie La asistenta es buena prueba de ello. La historia que se narra podría haberse transformado en película tiempo atrás y haber estado en las salas de exhibición, incluso compitiendo en los grandes premios.
Pero estos tiempos posmodernos que vivimos doblegan determinadas propuestas al consumo doméstico, como si determinados temas fuesen polémicos. Sin duda, esta producción estadounidense  toca uno de los más controvertidos: la violencia doméstica y sus consecuencias psicológicas. Por lo que ya de entrada, es una obra no apta para el público generalizado, y porque buena parte del mismo solo quiere reírse y ver chorradas. Como si no hubiese gozo posible en el pensamiento y la reflexión.
La asistenta nos introduce en el peculiar mundo de Alex (Margaret Qualley), una joven que sueña con ser escritora, y que por circunstancias de la vida, se ve obligada a aparcar dicha ilusión: se casa y se convierte en madre siendo demasiado joven.
Su hija Maddy es el centro de su existencia, lo que más quiere en el mundo, y piensa que tiene la vida deseada. Pero pronto, su marido Sean comienza a mostrar su verdadero rostro, ese que surge cuando consume alcohol en exceso. La máscara de inmensa bondad cae y muestra a una persona violenta e irascible. La muchacha tiene miedo tras una noche en que por poco la golpea, coge a su hija y se marchan de la casa familiar.

 

Sin casa y sin dinero

Este es el punto de partida de la serie. Alex se encuentra sola, sin casa, sin dinero, y necesita con urgencia un empleo que les permita comer y subsistir a las dos. Piensa al principio en acudir a su madre Paula (Andie Mcdowell), una mujer bipolar que vive permanentemente sumergida en sus delirios de gran artista incomprendida, pero no es una opción viable. Acude a las administraciones públicas a la búsqueda de las famosas protecciones para los desamparados, y lo que se encuentra es un infierno burocrático que refleja perfectamente aquello que mencionaba Ronald Regan: «Las peores palabras que se pueden escuchar son: Soy el Gobierno y vengo a ayudar».
 Sin duda, en la narrativa de la serie es fundamental el tema de la violencia doméstica y sus consecuencias. Contemplamos de cerca cómo estas mujeres están al borde del abismo a nivel psicológico, cómo las cuesta percatarse de que viven en una situación insostenible y que necesitan un ancla para poder salir de la misma. Para Alex, esa ancla sin ninguna duda es Maddy. No se lo piensa mucho cuando coge el único trabajo posible que la ofrecen para poder salir adelante: el de asistenta. Un periplo vital que, al mismo tiempo, servirá de inspiración para su pluma y en cada capítulo narrará cosas sobre las familias que viven en las casas que limpia, unos escritos que la pueden cambiar la vida, literalmente.

 

Idealización

La asistenta es una miniserie que se disfruta plenamente desde el principio. Un potente drama psicológico que aboga, además, por una cuestión importante: el hecho de idealizar a una persona simplemente porque tenga una cara bonita, porque esa cara bonita puede ser una máscara que oculte algo terrible. Tanto Margaret Qualley (descubierta por Tarantino en Érase una vez en Hollywood) como Andie Mcdowell realizan unas excelentes interpretaciones que son merecedoras de sendas candidaturas a premios televisivos. Gracias a ellas este relato cobra vida y nos hacen viajar de la más profunda oscuridad hasta el más bonito amanecer. Este trabajo dirigido por Molly Smith Metzler no dejará indiferente a nadie y es, sin duda alguna, merecedora de más elogios que El juego del calamar.

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