Pocas pero más brillantes

A.G.
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La presencia femenina en la Formación Profesional industrial es aún anecdótica e incomprendida. Varias mujeres, alumnas del San José Artesano, nos cuentan su experiencia

Pocas pero más brillantes - Foto: Luis López Araico

Natalia de los Mozos es ingeniera técnico-industrial formada en la rama de Mecánica, que, según dice, es en la que menos mujeres ha habido siempre. La primera empresa en la que se empleó -una calderería- no había conocido nunca a una trabajadora y hasta tal punto le era ajena la igualdad a aquella firma que no tenía ni cuarto de baño para mujeres. Sabe de primera mano, pues, lo duro que es ser sentirse sola en un entorno laboral fuertemente masculinizado y por eso, ahora que es profesora de Fabricación y Montaje y Mantenimiento Electromecánico en el colegio Santa María la Nueva y San José Artesano, dice que se le pone una «sonrisa de oreja a oreja» cada vez que ve llegar a una nueva alumna.

No son muchas por el momento. En ese centro, en los ciclos formativos las mujeres suponen el 30,93% del alumnado y en la formación profesional básica, el 23,95%. En los ciclos industriales,  de un total de 375 alumnos (el colegio tiene, en su conjunto, 555) apenas hay 15 chicas, lo que supone un pírrico 4%. En grado medio, por ejemplo, no hay ninguna en primero de Mantenimiento Electromecánico y tres en segundo; tampoco hay mujeres en primero de Instalaciones de Telecomunicación, que tiene dos en segundo;  Mecanizado tiene una en primero y ninguna en segundo e Instalaciones Eléctricas y Automáticas solo cuenta con dos en segundo.

Los otros colegios de Formación Profesional no están mejor. En Jesuitas tienen a cuatro alumnas en primero de Sistemas Microinformáticos y Redes y dos en segundo, y dos en primero de Instalaciones Eléctricas y automáticas y ninguna en segundo. El Diego Marín Aguilera cuenta con una estudiante en primero de Carpintería y Mueble y con otra en primero de Mantenimiento de Vehículos; dos en primero de Carrocería y  una en segundo, cuatro en primero de Electromecánica de Vehículos Automóviles y tres en segundo y únicamente dos en el recién estrenado ciclo de Automoción. En el Simón de Colonia, en las familias de Electricidad y Electrónica, Fabricación Mecánica, Instalación y Mantenimiento y Fabricación Mecánica, cuenta con 29 alumnas, que suponen el 8,9% del total. En el Salesianos Padre Aramburu, todo un símbolo de la FP burgalesa, de 538 estudiantes solo 26 son chicas.

«Cuando era pequeña yo no jugaba con muñecas, yo les construía muebles y me alegro mucho de que mis padres me dejaran hacerlo porque aún hoy hay muchas resistencias sociales para que las niñas se salgan de los márgenes que están previstos para las mujeres: barbis, maquillaje, todo rosa... Para evitar esto hay que empezar desde que son muy pequeñas», añade.

Su experiencia con el poco alumnado femenino que tiene es excepcional: «Suelen ser muy buenas porque cuando eligen un área mecánica lo hacen por convicción, al contrario que muchos chicos a los que les trae aquí la inercia y, de la misma manera que a las chicas pero en otra dirección, es la sociedad la que les empuja a elegir una rama de estas características aunque no les guste como les pasa a muchos. Ahora la mecánica no es cuestión de fuerza sino de precisión, maña y paciencia y las chicas en esto son muy finas, además de cuidadosas, ordenadas, puntillosas... en general, hacen mejor las clases en las que están».

En este punto coincide con el también profesor del Santa María la Nueva y San José Artesano Miguel Ángel Porras: «Los resultados académicos de las chicas son mejores que los de los chicos, que tienen todo el día para sacarse los estudios, algo de lo que no disponen muchas de nuestras alumnas, que además de estudiar trabajan y tienen que demostrar más que ellos sus habilidades y, además, luchar contra los estereotipos».

En el perfil al que se refiere Porras encajan perfectamente Mónica San, Ana Reinosa, Janina Ojeda y María Jesús Gil. Todas ellas son alumnas de FP en este centro y, a la vez, trabajan en una empresa y varias de ellas tienen hijos, por lo que su tiempo se tiene que estirar de una manera casi inverosímil, de tal manera que agradecen las facilidades que las ofrece el equipo docente para conciliar todos los frentes abiertos. Porras las llama superwomen, algo que niega Gil entre risas: «No somos supermujeres, lo hacemos durmiendo poco. De todas formas, cuando una hace lo que quiere y lo hace con ganas, consigue lo que se propone».

 

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