Las consecuencias de las variaciones en el clima no solo las sufrirán los animales o las personas que viven en los espacios abiertos rurales, en los bosques o en los cauces fluviales deshabitados sin más fauna que peces e insectos. El ser humano vivirá en sus propias carnes lo que significa una mínima variación de unos pocos grados (entre 1 y 3, previsiblemente) en la temperatura media anual del delicado equilibrio planetario.

Por ejemplo, en el entorno urbano de la capital burgalesa se espera que el área inundable crezca un 11,92% en el periodo entre 2071 y 2100, comparado con los datos calculados entre 1961 y 1990. Se trata de una cifra importante, pero aun así inferior al 17% que presenta Palencia, casi el 18% de Valladolid o el 20% de Zamora, por poner solo algunos ejemplos de capitales de Castilla y León.

Los estudios de la Agencia Europea del Medio Ambiente analizan también el futuro de las granjas y las explotaciones agrícolas y dibujan un panorama muy cambiante, que en este caso solo es capa de bajar al nivel de las comunidades autónomas. En el peor de los escenarios Castilla y León se quedaría en plano, mientras que con bajas emisiones y una adaptación del sector primario sus ingresos aumentarían por encima del 5%, una predicción que en España solo comparte con Asturias y Cantabria.

"El cambio climático es un hecho. Los datos lo demuestran y solo mediante su análisis conseguiremos medir su impacto y tomar decisiones que nos ayuden a combatirlo eficazmente", destaca Ángeles Villaescusa, directora general de Esri España, la empresa especializada en el tratamiento de datos y su traslación a los mapas recién publicados.

"Todo ocurre en un lugar por una razón, y entenderla, lo que conocemos como la ciencia del dónde, es crucial para tomar decisiones acertadas", asegura la responsable de su visualización.