"La continuidad es una alegría tras el esfuerzo de años"

B.G.R.
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Lucio regenta la tienda y está en pleno relevo generacional. Su hermana Beatriz ha dado paso ya a sus hijos en la academia Lúber

Lucio Ubierna, sentado, junto a sus hijos Lucio y Beatriz y los vástagos de estos que continúan la saga familiar. - Foto: Luis López Araico

A Lucio Ubierna siempre le gustó la música. Era su ilusión y así se lo transmitió junto a su mujer, Beatriz Riocerezo, a sus dos hijos, de igual nombre que sus padres. Estudiaron solfeo, piano y formaron parte de grupos musicales hasta que un día sus progenitores les animaron a montar un comercio relacionado con esta pasión convertida ya en profesión. Así nació hace ya 41 años Musical Lúber, en las Bernardas, cuando todavía el que fuera conservatorio y hoy escuela municipal eran las ruinas del antiguo convento.

Abrieron un día 28 de octubre de 1978 en el mismo local en el que está ahora la tienda. No había mucha competencia y en ese momento lo habitual pasaba por que los establecimientos dedicados a este fin también impartieran clases de órgano, a las que siguieron las de solfeo y otras muchas que convirtieron el negocio también en academia. «Poco a poco fuimos creciendo y cogimos otros locales», recuerda Beatriz (hija) del inicio de una época en la que toda la familia se involucró en el negocio.

Pianos, órganos, guitarras españolas y algún que otro instrumento de viento estrenaron aquella tienda. La oferta fue aumentando por las demandas de los clientes y «eso hace que te animes a ampliar el género», apunta Lucio (hijo), quien, no obstante, rememora aquel arranque como complicado. «Al principio costó mucho sacarlo adelante desde el punto de vista económico», manifiesta sin dejar de mencionar el apoyo de sus padres.

La apertura del conservatorio en los años 80 generó ciertas dudas a estos empresarios. Inicialmente, pensaron que podría restar alumnos al centro de estudios, aunque su puesta en funcionamiento resultó ser «beneficiosa» para la empresa y una actividad que veía muy bien a la tienda de instrumentos.

Mientras todo esto ocurría, los hijos de Lucio (Lucio Gabriel y Águeda) y de Beatriz (Eva, Javier y Beatriz) hicieron del establecimiento su lugar de juegos y tareas escolares, que compaginaban con el aprendizaje de música y las clases de piano, guitarra, violín, flauta travesera... Todo ello y la necesidad de echar una mano cuando iban creciendo en los picos de mayor actividad, facilitaron el relevo generacional en el que están inmersos y que a veces resulta complicado mantener en la empresa familiar. 

«Desde que teníamos tres años hemos estado aquí, así que hemos vivido la tienda y la academia como parte de la cotidianidad.Lo sientes muy tuyo y resulta muy difícil dejarlo», sostiene Eva a la hora de explicar los motivos por los que tanto ella como sus hermanos decidieron seguir con el negocio, que en su caso es la academia. Su primo Lucio Gabriel opina lo mismo y expone que «al final ha venido todo como muy rodado».

Sus padres ven con orgullo esa continuidad. «Para nosotros es una alegría después del esfuerzo que se ha hecho durante tantos años», subraya Lucio, que aún no ha pensado en la retirada total. La que sí que se acaba de jubilar es Beatriz, quien valora el reemplazo como una auténtica «satisfacción».

¿Y cómo ven el futuro? Para las dos generaciones lo ideal sería cumplir otros 40 años, si bien tienen los pies en la tierra. «No se puede saber porque las cosas están cambiando mucho y lo que hoy parece que es factible, en un año ya no», afirma. Por eso, las nuevas ideas siempre están presentes, bien con clases magistrales en la academia, o demostraciones de piano en la tienda. El objetivo, ‘luchar’ contra su mayor competidor: internet.

 

HISTORIA

Son pocos los que no conocen el nombre de Lúber. Ese que se formó combinando las primeras sílabas de sus impulsores (Lucio Ubierna y Beatriz Riocerezo). El negocio arrancó en octubre de 1978 como establecimiento de instrumentos musicales, aunque también vendía discos de vinilo, casetes y televisores. Detrás del mostrador estaban sus dos hijos (a los que también llamaron Lucio y Beatriz), que a comienzos de los años 90 decidieron apostar por la especialización y separaron la tienda de la academia de enseñanza, aunque ambas están al lado en las Bernardas. La tercera generación de los dos negocios ya está en marcha, con ganas e ilusión de dar continuidad a esta saga que ve «difícil» el futuro pero que trata de adaptarse a los cambios diferenciándose de sus competidores, que ahora están sobre todo en internet.