Una segunda clausura

S.F.L.
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84 años después que se desencadenase la Guerra Civil en 1936, los testimonios crean la historia más sincera de la época. Tres supervivientes burebanos relatan las penurias de un terrible episodio que también les obligó a quedarse en casa

Juan Marroquín, Fuentebureba. - Foto: S.F.L.

María Nieves Díez, Piérnigas

«No estoy muy puesta sobre el coronavirus, lo que me cuentan. Lo único que sé es que me han cerrado el bar»

 

María Nieves Díez, de 91 años, confiesa que la poca información que tiene sobre el virus que ha paralizado a medio mundo se la cuentan sus hijos y nietos. Lo que peor lleva de esta crisis sanitaria es que han cerrado el bar y no puede juntarse allí con sus conocidos. El hecho de no salir de casa no resulta agradable para nadie, pero por lo menos, su vivienda cuenta con un gran jardín en el que pude tomar el aire.

Esta situación la ha llevado a recordar los angustiosos momentos que pasó cuando tan solo era una niña y estalló en España la Guerra Civil. Tan solo uno de sus tíos se vio obligado a acudir al frente, «gracias a Dios». La clausura que millones de españoles tuvieron que guardar durante los tres años que duró el conflicto no fue fácil. A pesar de que la familia tenía ganado, María Nieves confiesa que pasaron necesidad y que durante unos años vivieron con lo justo. «La matanza del cerdo y las gallinas nos vinieron como anillo al dedo», declara.

María Nieves Díez, Piérnigas.María Nieves Díez, Piérnigas. - Foto: S.F.L.De sus retinas no se han evaporado las imágenes de cuando se llevaban a los prisioneros en los camiones a palos y una vez dentro, los mataban. Tampoco el único camino que transitaban, del colegio a casa, de casa a la iglesia y vuelta al hogar, donde no había cabida para la televisión, la radio o la videoconsola como hoy en día. «Por aquel entonces los niños apenas jugábamos, trabajábamos para ayudar a nuestros padres», manifiesta.

La vida ha dado muchas vueltas en las últimas décadas pero, ¿quién le iba a decir a María Nieves que no podría salir en pleno siglo XXI a tomarse un vino?

 

Juan Marroquín, Fuentebureba

«Tuve que ir al frente con 18 años. Por aquel entonces, ocio, el justo, y siempre a escondidas porque te espabilaban»

 

De la Guerra Civil española se ha hablado mucho -siempre acompañada de la correspondiente polémica según la perspectiva- y de los alistamientos de menores de edad que el gobierno de la República reclutó en los últimos años; jóvenes con edades inferiores a los 21 años que mandaron a los peores lugares del frente de Aragón y Batalla del Ebro, como la conocida ‘Quinta del Biberón’. Juan Marroquín, un vecino que vivió en Fuentebureba su niñez y juventud, fue uno de los muchos mozos que dejaron sus familias para ir al frente.

Aurora Acebes, Tamayo.Aurora Acebes, Tamayo. - Foto: S.F.L.«Yo el conflicto lo viví desde dentro, en las trincheras, donde según pasaron los días, los meses y los años, la percepción de los colores se iba difuminando y todo se veía oscuro», declara el hombre, que el seis de mayo cumplirá 100 años. Según los testimonios de sus padres y hermanos -que continuaron en la localidad burebana- la vida no les sacudió estrepitosamente. Hicieron vida más o menos normal y por lo que le consta, si que podían salir a la calle. «En los pueblos la cosa fue menos severa que en las ciudades y los toques de queda apenas se notaban», expone.

Mientras estuvo en las misiones el ocio ocupaba un segundo plano. «Había el justo y siempre nos divertíamos, como podíamos, a escondidas porque si te pillaban te espabilaban», rememora el anciano. Cuando regresó del conflicto se casó en Calzada y fue allí, junto a su mujer -con la que actualmente reside- y con sus dos hijos donde comenzó de nuevo dedicándose a la agricultura y la ganadería. Lee el periódico sin gafas y así es como se entera de la actualidad informativa.

Aurora Acebes, Tamayo

«En mi vida he visto una situación como la de ahora. Durante la guerra, en los pueblos salíamos a la calle»

Las penurias de la guerra nunca se olvidan. Pueden pasar los años y los supervivientes mantienen los recuerdos a flor de piel. Los abuelos -que por aquel entonces eran niños- vivieron el conflicto desde la inocente perspectiva de los más pequeños. Aun así, las escenas más impactantes continúan merodeando por sus cabezas. Aurora Acebes -que ha cumplido 91 años recientemente y en su currículum acumula historias de todo tipo de géneros- no da crédito a las circunstancias que azotan a España a día de hoy.

«Jamás he visto algo semejante, nunca he vivido esto, ni en época de guerra», se lamenta a través del teléfono. Tenía siete años cuando comenzó el conflicto bélico; pero asegura que en Tamayo -lugar donde residía por aquel entonces junto a su madre y sus hermanos- salían a las calles sin problema, «incluso íbamos a Oña», añade. Cuando a Aurora la preguntan sobre este tema reacciona con pena. «Había soldados por todas partes, algunos lisiados y otros no. Esa es la estampa que viene a mi mente. Nunca presencié disparos ni violencia», apunta. La villa condal contó con un hospital militar y logró convertirse en el centro con más capacidad de toda la provincia de Burgos.

Ahora pasa largos ratos mirando por las ventanas y confiesa que la produce mucha tristeza no ver «ni un alma». La televisión es su gran aliada y gracias a ella se mantiene informada de las últimas noticias. Pese a que sufre fuertes dolores de espalda que complican su movilidad, tiene claro que cuando todo esto pase subirá a la plaza de tertulia. Las 36 escaleras que le separan de la calle no son un hándicap para ella.