Vándalos, alcohol y una trompeta para pasar la noche

I.M.L.
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El turno nocturno de la Policía Local arandina se enfrenta los fines de semana a decenas de avisos por ruidos, destrozos de mobiliario urbano y controles de alcoholemia al volante con un 80% positivos

Una patrulla tarda hora y media en realizar una ronda por las calles de Aranda. - Foto: Alberto Rodrigo

Los efectivos del turno de noche de la Policía Local de la capital ribereña entran de servicio a las 18:45 horas para tomar el relevo de las patrullas que llevan doce horas atendiendo la seguridad ciudadana. Por delante tienen una jornada de trabajo que los fines de semana cambia los ritmos, adaptándose a las necesidades de un Aranda con gran actividad por el ocio nocturno.

Las primeras ocupaciones pasan por revisar las órdenes de Jefatura antes de empezar a patrullar las calles. «Para hacer una ronda invertimos en torno a hora y media», apunta el jefe de turno ya al volante de uno de los vehículos. Se dividen en dos patrullas y se reparten la ciudad en dos. «Unas veces hacemos una patrulla al norte del río y otra al sur, o una se encarga del casco urbano y otra de los polígonos industriales», explica. Desde el vehículo, con todos los sentidos alerta, aprecian detalles que les dan pistas de que algo puede estar pasando. Un grupo sospechoso fuera de lugar, un vehículo aparcado donde no debe llevan a los agentes a cambiar la ruta para actuar. Eso siempre que no llegue un aviso que obligue a cambiar el recorrido.

Después de recorrer los puntos fijos de botellón en Aranda, desiertos por el frío de la noche y porque aún no han llegado los estudiantes universitarios, se saca un rato para cenar algo en la Comisaría. En un cuarto con un microondas y una cafetera rota, los agentes analizan los cambios en el trabajo nocturno. «Ahora los viernes por la tarde, antes de las 22 o así, tenemos más problemas porque hay grupos de chavales que van haciendo picias, rompen bancos, vuelcan contenedores», apunta un agente. Aún así, siempre hay una excepción que confirma la regla y, en colaboración con la Policía Nacional, les pasan un aviso de tres menores pillados destrozando papeleras en el parque de la calle Virgen del Carmen.

Los ruidos por fiestas en domicilios o en bares son motivos habituales de muchas de la veintena de avisos recibido en este turno, aunque algunas se salen de lo normal. Si la música de un local puede molestar, una trompeta sonando en la calle más todavía. Una llamada de un vecino lleva a una patrulla a personarse en el lugar para evitar que continúe el solo nocturno, que no se vuelve a repetir.

En las rondas por la zona centro van controlando que los bares cierran a su hora. Pero la noche y el alcohol son malos compañeros para la convivencia, y no tarda en llegar el primer aviso por un conato de enfrentamiento en un bar del Polígono Residencial. Un cliente había increpado a la camarera del local que, ni corta ni perezosa, había llamado a la policía. A las puertas del local, la pareja de agentes apacigua el conflicto y toman los datos pertinentes por si la mujer quiere interponer denuncia.

En el momento clave de la noche, «cuando la gente va de una zona a otra de copas», se monta  el control de alcoholemia. Media hora lleva funcionando el dispositivo, parando cinco vehículos y detectado cuatro positivos. Tres sanciones administrativas y un atestado por superar la tasa de 0,60. «Con estos positivos ya no podemos seguir con el control, estamos bloqueados porque tenemos que hacer los atestados», lamenta el jefe de turno.

Esa labor de oficina les lleva más de una hora por cada positivo, en la que la impotencia hace acto de presencia por no poder atender avisos durante ese rato. «Ahora nos han avisado que hay unos quitando los adornos del árbol de la Plaza Mayor, se lo hemos pasado a la Nacional, porque nosotros no podemos movernos de aquí ahora», lamenta un agente. El rastro de estos vándalos quedó patente en las calles del centro arandino, con moquetas arrancadas y adornos esparcidos por la calle, «son el típico grupo que va destrozando cosas según va de una zona a otra», comentan los agentes en base a muchas noches de experiencia.

Mientras los compañeros cierran los atestados por alcoholemia, una patrulla se encarga, en colaboración con otra de la Nacional, de comprobar el cierre de los locales de la calle Hospicio. «Hoy está muy tranquilo», insiste el jefe de turno. Tanto que ni siquiera precisan descender del vehículo.

Queda poco para completar el turno y, si no salta algún aviso, los agentes emplean ese tiempo en completar los partes de actuaciones hasta que llega el siguiente equipo y le pasan el testigo antes de irse a casa a descansar.